REDACCIÓN CENTRAL, 15 Oct.
16 / 02:10 am (ACI).- Santa Teresa de Jesús (1515-1582), la primera mujer Doctora de la Iglesia, relató en sus
escritos una de las experiencias místicas que marcó profundamente su corazón.
Este hecho fue tan impactante que la llevó a hacer un voto especial a Dios que
la impulsó en sus reformas, fundaciones y camino de santidad.
Cuenta la Santa y escritora mística que cierta vez vio a su izquierda un
ángel en forma humana. Era de baja estatura y muy hermoso, su rostro lucía
encendido y dedujo que debía ser un querubín, uno de los ángeles de más alto
grado.
“Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al
fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el
corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía
las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios”, describió Santa Teresa de Jesús.
“Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos
quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no
hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios”.
“No es dolor corporal sino espiritual, aunque no
deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que
pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien
pensare que miento”, explicó la Doctora de la Iglesia
(Vida 29,13).
Este tipo de vivencias espirituales es llamado en la Iglesia como “la transverberación”, que es la experiencia
mística de ser traspasado en el corazón causando una gran herida.
Más adelante, buscando corresponder a este regalo divino, Santa Teresa
hizo el voto de hacer siempre lo que le pareciese más perfecto y agradable a
Dios. Es así que el resto de su vida, la reformadora y fundadora carmelita se
esforzó por cumplir perfectamente este juramento.
Cuando la Santa partió a la Casa del Padre, la autopsia reveló que en el
corazón de Santa Teresa estaba la cicatriz de una herida larga y profunda. En
la familia
carmelita, la fiesta de “la transverberación” de
Santa Teresa de Jesús se celebra cada 26 de agosto.
Como legado, la Doctora de la Iglesia también dejó plasmada su
experiencia mística en la siguiente poesía de amor, titulada “Mi Amado para mí”:
Ya toda me entregué y di Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mi Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador Me tiró y dejó herida En los brazos del amor Mi alma quedó rendida, Y cobrando nueva vida De tal manera he trocado Que mi Amado para mí Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha Enherbolada de amor Y mi alma quedó hecha Una con su Criador; Ya yo no quiero otro amor, Pues a mi Dios me he entregado, Y mi Amado para mí Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador Me tiró y dejó herida En los brazos del amor Mi alma quedó rendida, Y cobrando nueva vida De tal manera he trocado Que mi Amado para mí Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha Enherbolada de amor Y mi alma quedó hecha Una con su Criador; Ya yo no quiero otro amor, Pues a mi Dios me he entregado, Y mi Amado para mí Y yo soy para mi Amado.
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