REDACCIÓN CENTRAL, 05 Jul. 17 / 04:17 pm (ACI).- Santa Teresa
de Ávila es una religiosa, mística y Doctora de la Iglesia del siglo XVI, que
en sus memorias relató cómo, tras una larga experiencia, aprendió “que no hay nada como el agua bendita para hacer huir a los demonios y evitar que
regresen”.
Lo que no es tan conocido son las experiencias que la llevaron a esa
conclusión, que ella describe en su autobiografía, el “Libro de la vida”.
“Estaba una vez en un oratorio, y se me apareció
hacia el lado izquierdo, una abominable figura; le miré especialmente la boca,
porque me habló, y la tenía espantosa. Parecía que le salía una gran llama del
cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Me dijo espantosamente que bien me
había librado de sus manos, mas que él me tornaría a ellas”, reveló Santa Teresa al inicio del Capítulo 31 de su obra.
Luego, asustada, trató de espantarlo con el signo de la Cruz. El demonio la
abandonó, pero pronto regresó. Esto sucedió varias veces, hasta que notó que
tenía agua bendita cerca: “Dos veces me sucedió
esto. Yo no sabía qué hacer. Tenía allí agua bendita y lo eché a aquella parte,
y nunca más retornó”.
En otro momento, Santa Teresa escribió que el demonio estuvo cinco horas
atormentándola “con tan terribles dolores y
desasosiego interior y exterior, que no sabía si podía soportar más. Las que
estaban conmigo estaban espantadas y no sabían qué hacer ni yo cómo valerme”.
La santa admitió que solo encontró alivio después de pedir agua bendita
y arrojarla al lugar donde vio a un demonio cerca. Es en la explicación de este
hecho que se da a conocer su cita más famosa.
“Tras muchas ocasiones, tengo la experiencia de que
no hay nada como el agua bendita para hacer huir a los demonios y evitar que
regresen. De la cruz también huyen, mas vuelven. Debe ser grande la virtud del
agua bendita”, señaló.
Más tarde, aseguró que conoció la consolación del alma luego de tomar el
agua, que le generó “como un deleite interior” que
la confortaba.
“Esto no es un antojo, ni cosa que me ha acaecido
sola una vez, sino muchas, y he mirado con gran advertencia. Digamos, es como
si uno tuviese mucho calor y sed, y luego bebiese un jarro de agua fría, y
sintiera un gran alivio. Considero que es una gran cosa todo lo que está
ordenado por la Iglesia, y me conforta mucho ver que tengan tanta fuerza
aquellas palabras, que así se pongan en el agua, para que sea tan grande la
diferencia con lo que no es bendito”, continuó.
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