VATICANO, 07 Jul. 17 / 03:21 am (ACI).- El Papa Francisco afirmó que
los cristianos, a diferencia de los fariseos, no deben avergonzarse de ser
pecadores, ya que “Jesús vino a llamar a los
pecadores, no a los justos”, y por lo tanto reconocerse imperfectos “nos da la oportunidad de que Jesús venga a buscarnos”.
El Santo Padre realizó esta afirmación durante la homilía de la Misa que celebró este
viernes junto a los trabajadores del centro industrial del Vaticano, donde
afirmó que “Jesús sabe en qué consiste el trabajo,
lo entiende bien”.
El Papa reflexionó sobre el Evangelio del día en el que se narra la
vocación del apóstol San Mateo. Francisco recordó que Mateo era un publicano
que se encargaba de recaudar impuestos para los romanos. Era considerado un
traidor, y sin embargo Jesús le llama: “Jesús
eligió un apóstol…, entre toda la gente, eligió al peor”.
El Santo Padre recordó que cuando se alojaba en la vía romana de Scrofa,
“me gustaba ir a la iglesia de San Luis de los
Franceses para mirar la pintura de Caravaggio, La conversión de Mateo,
donde el apóstol figuraba agazapado sobre el dinero y Jesús lo señala con el
dedo”.
“Viendo aquello, los fariseos, que se creían justos
y que lo juzgaban todo, decían: ‘Pero, ¿cómo es posible que vuestro maestro
busque esa compañía?’. Y Jesús contesta: ‘Yo no he venido para llamar a los
justos, sino a los pecadores’”.
Francisco reconoció que esta escena del Evangelio “me consuela mucho, porque pienso que Jesús vino por mí.
Porque todos somos pecadores. Todos. Todos tenemos esa marca. Estamos marcados.
Cada uno de nosotros sabe dónde es más fuerte su pecado, su debilidad”.
“Lo primero de todo que debemos hacer es reconocer
esto: ninguno de nosotros, ninguno de los que estamos aquí, puede decir: ‘Yo no
soy pecador’. Los fariseos sí que lo decían, y Jesús los condena. Eran
soberbios, vanidosos, se creían superiores a los demás. En cambio, todos somos
pecadores. Ese es nuestro título y es también la oportunidad que tenemos de
atraer a Jesús a nosotros. Jesús viene junto a nosotros, junto a mí, porque soy
pecador”.
El Papa concluyó su homilía insistiendo en que “nuestro
consuelo, nuestra confianza, es que Jesús perdona siempre, siempre sana el
alma, siempre”.
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