SAN SALVADOR, 10 May. 17 / 06:02 pm (ACI).- El Papa
Francisco dirigió un mensaje a los obispos latinoamericanos para alentarlos a
no tener miedo “del fango de la historia” ni
de ensuciarse por los fieles, pues “solo pesca
aquel que no tiene miedo de arriesgar y comprometerse por los suyos”.
El Santo Padre dirigió este mensaje a los prelados reunidos en 36°
Asamblea General Ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que
se realiza en El Salvador hasta el 12 de mayo.
El texto fue leído por el Presidente del CELAM, Cardenal Rubén Salazar
Gómez, y en este el Pontífice hace una reflexión basada en la historia del
hallazgo de la Virgen de Aparecida,
que en 2017 cumple tres siglos.
Francisco recordó que la pequeña imagen de solo 36 centímetros fue
encontrada hace 300 años por un grupo de pescadores que “salió como de costumbre a tirar sus redes”. “Salieron a ganarse la vida y fueron sorprendidos por un hallazgo
que les cambió los pasos: en sus rutinas son encontrados por una pequeña imagen
toda recubierta de fango. Era Nuestra Señora de la Concepción”, que
luego sería conocida como Nuestra Señora de Aparecida.
“Nuestra Señora Aparecida nos hace crecer, nos
sumerge en un camino discipular. Aparecida es toda ella una escuela de
discipulado. Y, al respecto, quisiera señalar tres aspectos”, indicó el Papa.
El Pontífice dijo que el primer aspecto son los pescadores, un pequeño
grupo de hombres que diariamente afrontaban la incertidumbre, con la
inseguridad “de nunca saber cuál sería la
‘ganancia’ del día”, pero acostumbrados “a
enfrentar inclemencias con la reciedumbre y cierta santa ‘tozudez’ de quienes
día a día no dejan –porque no pueden- de tirar las redes”.
El segundo aspecto es la Madre, indicó el Papa. María que conoce la vida
de sus hijos y “va a donde no se la espera”. En el
relato de Aparecida la encontramos en medio del río rodeada de fango. Ahí
espera a sus hijos, ahí está con sus hijos en medio de sus luchas y búsquedas.
No tiene miedo de sumergirse con ellos en los avatares de la historia y, si es
necesario, ensuciarse para renovar la esperanza. María aparece allí donde los
pescadores tiran las redes, allí donde esos hombres intentan ganarse la vida. Ahí
está ella”, afirmó.
Finalmente viene el encuentro, señaló Francisco. “Las redes no se llenaron de peces sino de una presencia que les llenó
la vida y les dio la certeza de que en sus intentos, en sus luchas, no estaban
solos. Era el encuentro de esos hombres con María”, indicó.
El Papa explicó que en Aparecida está la “dinámica
del Pueblo creyente que se confiesa pecador y salvado, un pueblo recio y
tozudo, consciente de que sus redes, su vida, está llena de una presencia que
lo alienta a no perder la esperanza”. “Todo esto nos presenta un hermoso icono
que a nosotros, pastores, se nos invita a contemplar”, invitó el
Pontífice.
Francisco, que en su texto denunció la corrupción como “uno de los pecados más graves que azota hoy a nuestro
Continente”, señaló que Aparecida no trae recetas “sino claves” para “‘encender’
el deseo de quitarnos todo ropaje innecesario y volver a las raíces, a lo
esencial, a la actitud que plantó la fe en los comienzos de la Iglesia y después hizo de
nuestro Continente la tierra de la esperanza”.
El Santo Padre indicó que la primera invitación que este ícono hace a
los pastores es a aprender a mirar, escuchar y conocer al Pueblo de Dios. “¡Cuánto tenemos que aprender de la fe de nuestra gente!
La fe de madres y abuelas que no tienen miedo a ensuciarse para sacar a sus
hijos adelante. Saben que el mundo que les toca vivir está plagado de
injusticias”.
“No solo lo saben… lo viven. Y ellas son el claro
ejemplo de la segunda realidad que como pastores somos invitados a asumir: no
tengamos miedo de ensuciarnos por nuestra gente. No tengamos miedo del fango de
la historia con tal de rescatar y renovar la esperanza. Sólo pesca aquél que no
tiene miedo de arriesgar y comprometerse por los suyos”.
Francisco aclaró que “esto no nace de la
heroicidad o del carácter kamikaze de algunos, ni es una inspiración individual
de alguien que se quiera inmolar. Toda la comunidad creyente es la que va en
búsqueda de Su Señor, porque sólo saliendo y dejando las seguridades (que
tantas veces son ‘mundanas”) es como la Iglesia se centra. Sólo dejando de ser
autorreferencial somos capaces de re-centrarnos en Aquél que es fuente de Vida
y Plenitud”.
El Papa señaló que recentrarse “con Cristo
en su Pueblo es tener el coraje de ir hacia las periferias del presente y del
futuro, confiados en la esperanza de que el Señor sigue presente y Su presencia
será fuente de Vida abundante”.
En ese sentido, alentó a vivir la realidad de hoy, cada vez más
complicada y desconcertante, “como discípulos del
Maestro sin permitirnos ser observadores asépticos e imparciales, sino hombres
y mujeres apasionados por el Reino, deseosos de impregnar las estructuras de la
sociedad con la Vida y el Amor que hemos conocido”.
“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y
manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y
la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”, expresó Francisco al recordar pasajes de su exhortación apostólica
Evangelii Gaudium.
“Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar
nuestra conciencia es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz
y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los
contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”, señaló.
Francisco aseguró a los obispos que “esto
ayudará a revelar la dimensión misericordiosa de la maternidad de la Iglesia
que, al ejemplo de Aparecida, está entre los ‘ríos y el fango de la historia’
acompañando y alentando la esperanza para que cada persona, allí donde esté,
pueda sentirse en casa, puede sentirse hijo amado, buscado y esperado”.
El Papa afirmó que el diálogo con el Pueblo fiel de Dios “ofrece al pastor dos actitudes muy lindas a cultivar:
coraje para anunciar el Evangelio y aguante para sobrellevar las dificultades y
los sinsabores que la misma predicación provoca”.
“En la medida en que nos involucremos con la vida
de nuestro pueblo fiel y sintamos el hondón de sus heridas, podremos mirar sin
‘filtros clericales’ el rostro de Cristo, ir a su Evangelio para rezar, pensar,
discernir y dejarnos transformar, desde Su rostro, en pastores de esperanza”, culminó.
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