Desde este
rinconcito de Internet he criticado lo que me parecen los aspectos criticables
del millonario neoyorquino que ahora se sienta en la cúspide de la pirámide del
Poder de la cúspide de la pirámide que forman los países del mundo.
Pero justo es alabarle cuando
merecer ser alabado. Hay que reconocer con alegría que Trump ha puesto a
personas muy religiosas en puestos verdaderamente importantes y que ha
emprendido un fuerte ataque contra los abortistas. Pero me gustaría hacer un
análisis un poco más profundo que los artículos que normalmente pululan en casi
todos los periódicos y webs.
La buena voluntad de Trump en
materia religiosa ha quedado clara. Pienso que eso se debe a la labor de sus
más estrechos asesores. Sus colaboradores le dejaron muy claro meses atrás que
sus más agrios enemigos en la campaña fueron los lobbies abortistas, y ahora
está ajustando cuentas.
He escuchado sus discursos, por
ejemplo, al firmar la última orden ejecutiva. Improvisa mucho. Eso facilita un
análisis de su verdadera forma de pensar. ¿Hay convicción en sus palabras?
Bueno, digamos que hubiera podido decir cosas parecidas, sólo que a favor del
Planent Parenthood y los grupos liberales, si estos hubieran sido los que le
hubieran apoyado y los grupos religiosos se hubieran puesto en contra.
Cuando se le escucha, queda claro
que sus intereses son otros, no los religiosos. Más allá de las palabras, se ve
cuando alguien habla con entusiasmo de algo. La relación de Trump con los
grupos religiosos ha sido muy funcional: quod pro quo. Ahora, cosa que
le honra, ha llegado el momento de pagar deudas y vengarse de los otros.
Los papeles hubieran sido justo los inversos si Hillary hubiera sido una mujer muy religiosa. No nos olvidemos que Trump ocupó el nicho de electores que le quedaba libre. No tenía elección. Lo interesante es que para ello tuvo que iniciar un discurso que hasta la última campaña le había sido totalmente ajeno. De pronto, por primera vez en su vida, tuvo que comenzar a cortejar a unos grupos cuyos intereses siempre habían estado muy lejos de su vida personal y de sus discursos políticos. Desgraciadamente, los vídeos de la hemeroteca dejan muy claro qué es lo que había dentro de la cabeza de Trump hace diez años.
Especialmente memorable es la entrevista en la que le preguntan a Trump acerca de si ora a Dios, de si le pide perdón y cosas así. Después de más de veinte años apareciendo en televisión, todos tenían claro que Trump era un millonario liberal de Nueva York interesado sólo en el Poder, ni siquiera tenía una política clara. Salvo la de conseguir el Poder.
Otros de sus contendientes republicanos sí que eran sinceramente religiosos, alguno incluso converso al catolicismo. Prácticamente todos en su valía personal estaban a un nivel totalmente por encima del actual inquilino de la Casa Blanca. Especialmente impresionante era el caso de Jeff Bush o de Paul Ryan.
Los papeles hubieran sido justo los inversos si Hillary hubiera sido una mujer muy religiosa. No nos olvidemos que Trump ocupó el nicho de electores que le quedaba libre. No tenía elección. Lo interesante es que para ello tuvo que iniciar un discurso que hasta la última campaña le había sido totalmente ajeno. De pronto, por primera vez en su vida, tuvo que comenzar a cortejar a unos grupos cuyos intereses siempre habían estado muy lejos de su vida personal y de sus discursos políticos. Desgraciadamente, los vídeos de la hemeroteca dejan muy claro qué es lo que había dentro de la cabeza de Trump hace diez años.
Especialmente memorable es la entrevista en la que le preguntan a Trump acerca de si ora a Dios, de si le pide perdón y cosas así. Después de más de veinte años apareciendo en televisión, todos tenían claro que Trump era un millonario liberal de Nueva York interesado sólo en el Poder, ni siquiera tenía una política clara. Salvo la de conseguir el Poder.
Otros de sus contendientes republicanos sí que eran sinceramente religiosos, alguno incluso converso al catolicismo. Prácticamente todos en su valía personal estaban a un nivel totalmente por encima del actual inquilino de la Casa Blanca. Especialmente impresionante era el caso de Jeff Bush o de Paul Ryan.
Pero quiero insistir en que Trump
ha tomado muy buenas decisiones en materia religiosa. Eso sí, salvo el
nombramiento de un nuevo juez para el Tribunal Supremo, todo lo que hasta ahora
ha hecho será paja que se lleva el viento si el próximo Presidente hace justo
lo contrario. Lo que se firma con una orden ejecutiva se retira con otra.
Esto no es culpa de Trump. Sólo
una mayoría en el Senado podría hacer algo más. Pero no nos olvidemos que,
desgraciadamente, las limitaciones en este campo de la religión son las que
impone la división que existe en el pueblo norteamericano. Hay división en el
Senado, porque el Pueblo está dividido. Y añadiré una cosa más, en los últimos
diez años ya se ve claramente que allí, como en España, las ideas liberales son
las que van decantando una situación que parecía dividida al 50% en los años
90.
Con lo cual, Trump (con todas sus
acertadas decisiones) realmente tiene posibilidad de cambiar las cosas sólo
durante su mandato. En fin, felicito sinceramente a Donald por todas sus
acertadas decisiones en cuanto a lo que compete a las cosas relativas a la
religión.
Si tenéis interés en adentraros
en concreto en qué consiste la última orden ejecutiva que ha firmado el pasado
jueves, aquí os ofrezco uno de los mejores análisis. Las cosas en la letra
pequeña son menos optimistas, más moderadas, de lo que aparecen en los
titulares Times New Roman tamaño 20.
P. FORTEA
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