Hay quien
pone en duda la autenticidad del documento sobre el Tercer Secreto de Fátima, reproducido por primera vez en un libro -El secreto mejor guardado de Fátima (Grupo
Planeta)- basándose en un endeble argumento. Enseguida lo analizaremos.
Sin entrar a valorar la autenticidad del documento de 24 líneas, sino dejando tan delicado asunto, como corresponde al investigador ecuánime y riguroso, en manos de uno de los mejores peritos calígrafos de España y probablemente del mundo, Begoña Slocker de Arce, sí estoy en condiciones en cambio de rebatir el motivo principal esgrimido para intentar desacreditarlo.
Permítame el lector que reproduzca antes las recientes declaraciones efectuadas por la propia Begoña Slocker de Arce, perito de los Tribunales de Justicia, al portal Infovaticana: “Mi conclusión claramente –afirma Begoña Slocker, en alusión a Sor Lucia- es que está hecho [el documento] por la misma mano y lo he repasado con el presidente de la Sociedad Española de Caligrafía, que lo ha corroborado, y con Tomás Alonso de Corcuera, número uno en España como perito, que ha sido profesor y conferenciante en la Policía Científica de Madrid”.
Veamos ahora la causa principal alegada para sembrar sospechas sobre la autenticidad del documento, la cual se circunscribe a este único párrafo del mismo: “La Catedral de Roma debe ser destruida y una nueva construida en Fátima”.
La “Catedral de Roma” no es, en efecto, la Basílica de San Pedro, sino la Archibasílica de San Juan de Letrán. ¿Pero acaso este hecho cierto resta credibilidad al documento sobre el que, insisto, no entro a valorar su autenticidad sino que me limito a examinar su contenido?
¿No pudo referirse la Virgen de Fátima como “la Catedral de Roma” a San Juan de Letrán, sede episcopal del Papa dedicada, pese a su nombre, nada menos que a Cristo, el Salvador? Recordemos que San Juan de Letrán es la Iglesia más antigua del mundo y que por eso mismo recibe el título de Cabeza y Madre de todas las Iglesias. Por no hablar de que San Juan de Letrán fue la sede central de la Iglesia Católica durante más de 1.000 años; y que la Escalera Santa, compuesta por los veintiocho peldaños de mármol traídos desde Jerusalén, da acceso al Sancta Sanctorum, antigua capilla privada del Papa que custodia hoy la imagen del Santísimo Salvador (Acheropita Lateranense).
En cualquier caso, sea o no auténtico el nuevo documento (aunque para los expertos consultados sí lo sea), lo que de verdad importa es su contenido ratificado por el Padre Pío a su hijo espiritual, don Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano: la apostasía en la Iglesia desde su misma cúspide. Tal y como aseguró el cardenal Mario Luigi Ciappi, elevado por Pablo VI al cardenalato, en su carta al profesor austríaco Baumgartner; o el cardenal Ottaviani, que además de hacer hincapié en la apostasía en la Iglesia tras leer el Tercer Secreto en compañía de Roncalli y de Loris Capovilla, advirtió que la parte no revelada del mismo fue escrita en una sola hoja de papel, en lugar de las cuatro publicadas por la Santa Sede en el año 2000.
¿Quién está en condiciones de asegurar entonces que monseñor Joâo Pereira Venancio, antes de entregar el Tercer Secreto en la Nunciatura Apostólica de Lisboa, el 1 de marzo de 1957, no examinase a contraluz la misma hoja fechada el 1 de abril de 1944, la cual consta de los mismos renglones que él calculó?
Más info en www.josemariazavala.com
@JMZavalaOficial
Sin entrar a valorar la autenticidad del documento de 24 líneas, sino dejando tan delicado asunto, como corresponde al investigador ecuánime y riguroso, en manos de uno de los mejores peritos calígrafos de España y probablemente del mundo, Begoña Slocker de Arce, sí estoy en condiciones en cambio de rebatir el motivo principal esgrimido para intentar desacreditarlo.
Permítame el lector que reproduzca antes las recientes declaraciones efectuadas por la propia Begoña Slocker de Arce, perito de los Tribunales de Justicia, al portal Infovaticana: “Mi conclusión claramente –afirma Begoña Slocker, en alusión a Sor Lucia- es que está hecho [el documento] por la misma mano y lo he repasado con el presidente de la Sociedad Española de Caligrafía, que lo ha corroborado, y con Tomás Alonso de Corcuera, número uno en España como perito, que ha sido profesor y conferenciante en la Policía Científica de Madrid”.
Veamos ahora la causa principal alegada para sembrar sospechas sobre la autenticidad del documento, la cual se circunscribe a este único párrafo del mismo: “La Catedral de Roma debe ser destruida y una nueva construida en Fátima”.
La “Catedral de Roma” no es, en efecto, la Basílica de San Pedro, sino la Archibasílica de San Juan de Letrán. ¿Pero acaso este hecho cierto resta credibilidad al documento sobre el que, insisto, no entro a valorar su autenticidad sino que me limito a examinar su contenido?
¿No pudo referirse la Virgen de Fátima como “la Catedral de Roma” a San Juan de Letrán, sede episcopal del Papa dedicada, pese a su nombre, nada menos que a Cristo, el Salvador? Recordemos que San Juan de Letrán es la Iglesia más antigua del mundo y que por eso mismo recibe el título de Cabeza y Madre de todas las Iglesias. Por no hablar de que San Juan de Letrán fue la sede central de la Iglesia Católica durante más de 1.000 años; y que la Escalera Santa, compuesta por los veintiocho peldaños de mármol traídos desde Jerusalén, da acceso al Sancta Sanctorum, antigua capilla privada del Papa que custodia hoy la imagen del Santísimo Salvador (Acheropita Lateranense).
En cualquier caso, sea o no auténtico el nuevo documento (aunque para los expertos consultados sí lo sea), lo que de verdad importa es su contenido ratificado por el Padre Pío a su hijo espiritual, don Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano: la apostasía en la Iglesia desde su misma cúspide. Tal y como aseguró el cardenal Mario Luigi Ciappi, elevado por Pablo VI al cardenalato, en su carta al profesor austríaco Baumgartner; o el cardenal Ottaviani, que además de hacer hincapié en la apostasía en la Iglesia tras leer el Tercer Secreto en compañía de Roncalli y de Loris Capovilla, advirtió que la parte no revelada del mismo fue escrita en una sola hoja de papel, en lugar de las cuatro publicadas por la Santa Sede en el año 2000.
¿Quién está en condiciones de asegurar entonces que monseñor Joâo Pereira Venancio, antes de entregar el Tercer Secreto en la Nunciatura Apostólica de Lisboa, el 1 de marzo de 1957, no examinase a contraluz la misma hoja fechada el 1 de abril de 1944, la cual consta de los mismos renglones que él calculó?
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@JMZavalaOficial
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