Entrevista con el sociólogo Massimo Introvigne,
autor de un importante volumen dedicado a la historia de los seguidores del
diablo.
Gabriele Negri-cc
Se titula «Satanism: a social history» (Brill), y ha sido
publicado en inglés. Es la última obra del profesor Massimo Introvigne,
sociólogo y director del CESNUR (institución italiana que investiga sobre
sectas), que analiza el fenómeno en sus diversas manifestaciones
durante la historia. El volumen analiza las diversas manifestaciones
del satanismo, desde la de los sacerdotes apóstatas de la corte de Luis XIV
hasta los temas de la música Black Metal. Le hemos entrevistado:
– ¿Por qué dedicar al satanismo un libro
de setecientas páginas, es más – si se quitan las páginas con los
títulos – exactamente 666, que es el número de la Bestia en el
Apocalipsis? ¿Vale la pena? ¿No es un fenómeno, a fin de cuentas,
muy minoritario?
Ante todo, tengo que agradecer a Eileen Barker, una de las mayores
sociólogas de la religión que aún viven, por haber notado que las páginas son
666 en una recensione suya. Ni yo ni el editor nos dimos cuenta y se trata, sin
duda, de una coincidencia muy curiosa.
Es verdad que los satanistas son relativamente pocos, pero el satanismo
suscita siempre emociones muy fuertes. Quisiera partir de un episodio,
que no cito en el libro porque sucedió después de que lo entregara al
editor. El fin de semana anterior a las elecciones presidenciales
americanas, los famosos hacker rusos que interceptaron los mails del
director de la campaña electoral de Hillary Clinton, John Podesta, publicaron
algunos mensajes que vinculaban a Podesta con performance privadas,
en el sentido de que es necesario ser invitado, de la artista neoyorquina
Marina Abramović. Son una especie de eventos artísticos y espirituales, donde
el artista expone su método de meditación y curación que une New Age,
espiritismo y cultos afro-americanos.
En realidad, el satanismo no tenía nada que ver, pero el
domingo antes de votar se difundieron en las puertas de las iglesias americanas
miles de folletos según los cuales la Clinton estaba ligada a una “artista
satanista”. También algunos medios de comunicación confundieron la New Age
de Abramović con el satanismo.
Esto demuestra que basta
con hablar de satanismo para desencadenar emociones, miedos, y crear la
posibilidad de manipulaciones políticas. En efecto, mi libro no habla
sólo del satanismo sino también del anti-satanismo, o sea, de los pánicos
morales que ven satanistas por todas partes. Y las acusaciones de
satanismo en los últimos siglos se han dirigido a varios grupos: a los judíos,
a los masones, a los mormones, pero también a los católicos por parte de
ambientes protestantes fundamentalistas.
Por ejemplo, en los años 70 salieron en Estados Unidos varios libros que
acusaban a Pablo VI de ser un alto iniciado satanista. Acusaciones análogas se
hicieron contra Juan Pablo II, Benedicto XVI y hoy también contra Papa
Francisco, con la diferencia de que en este último caso, los desvaríos de
protestantes fundamentalistas han sido adoptados en ambientes católicos
ultra-tradicionalistas hostiles a este Papa.
– Pero más allá de los desvaríos, los satanistas
existen.
¿Qué es el satanismo?
Se pueden dar diversas definiciones del satanismo. Las definiciones
nunca son sencillamente ciertas o falsas, son instrumentos para
circunscribir o estudiar un fenómeno. Mi definición de satanismo se refiere a la
veneración del personaje llamado diablo, Satanás o Lucifer en la Biblia – tanto
si se le considera una persona viva y real, como si se le
considera un símbolo o un arquetipo – por parte
de grupos organizados a través de formas, al menos
embrionalmente, rituales.
-¿Qué diferencia hay entre el satanismo
propio y auténtico y el “romántico” o “folklórico”?
La categoría di “satanismo romántico” fue elaborada por
historiadores de la literatura y de las ideas, y se refiere a escritores o
artistas que rehabilitan la figura bíblica del diablo – a menudo diciendo que el objetivo
de éste era y es el de hacer a los hombres (y a las mujeres:
existe también un satanismo romántico feminista) más libres y
racionales, liberándoles de la sumisión a Dios y a las creencias irracionales
de la religión. Si estos escritores o artistas se limitan a escribir o
pintar cuadros y no forman grupos organizados, caen fuera de mi definición de
satanismo.
Dedico en cambio algunos apuntes al satanismo folklórico, donde la
veneración del diablo se inserta en el contexto del folklore de grupos particulares,
sobre todo criminales. Hay ejemplos en el folklore de los traficantes
de droga latino-americanos, que celebran rituales pidiendo al
diablo que proteja sus empresas criminales, pero algo parecido se encontraba ya
en los bandoleros suecos del siglo XV.
-¿Puede darnos algún número sobre la
consistencia del fenómeno, en el mundo y en Italia?
Todo depende de cómo se define el satanismo. Si hablamos de grupos
organizados – quiero decir, grupos que tienen sedes, sitios web, publican
revistas, etc – los satanistas son .
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