Una historia cotidiana que te ayudará a cambiar tu vida… para ser feliz y tener presencia de Dios en cualquier circunstancia.
Me
llamaron para visitar a un joven en su casa. Era un caso distinto a todos los
demás. Se llama… no importa el nombre, sí es vital su historia. No es la
historia de todos pero si de muchos. No es fácil mirar al futuro teniendo 23
años y una columna vertebral partida en mil pedazos como consecuencia de un
grave accidente.
No salía
de su casa y es por ello decidí visitarlo, su hogar es una casa espaciosa, con
un bien cuidado jardín a la entrada. La luz entraba tenue por entre las
cortinas que, entreabiertas, daban la visión de otro jardín enorme, con árboles
y flores, con piscina y una cancha de tenis bien cuidada. El silencio que allí
reinaba era sepulcral. Nadie hablaba. En medio de la sala un joven fortachón,
pelo largo, ojos apagados, sentado en una silla de ruedas, me miró, intentó
sonreír, pero no pudo.
“Pablo…-me
dijo- ¿para qué mi colegio, mi universidad, mis inicios de postgrado en
Inglaterra? ¿para qué mis clases de fútbol, de ajedrez?.. Nunca me prepararon
para caerme de una moto y quedar inválido. Mis padres decían: “Tenemos un hijo que va a ser nuestro orgullo. Tú serás
el continuador de mi imperio y serás temido entre mis competidores, porque yo
estoy te estoy preparando para ser un triunfador”…
Tenía
todo…me faltaba una moto, también la tuve. La mejor: 750 centímetros cúbicos.
¡Una bala! Tuve la moto y con ello lo creí tener todo… Nunca tuve a Dios. No lo
necesitaba. No estaba en mis planes ni en los planes de mi padre. Nuestra ruta
era la del triunfo y Dios no estaba en el camino.
Un día
había llovido toda la noche. La pista estaba mojada. Yo quise arriesgar y vivir
el límite de mis posibilidades, pero… la moto rodó por el asfalto y me golpeé
contra el suelo. Mi columna se partió en cien pedazos. Meses de hospital,
recuperaciones, futuro incierto. Nunca me prepararon para esto. Se olvidaron de
mí y me olvidé de mi alma.
Díselo tú
a la gente. A mí no me van a creer. Simplemente descríbeme y mi imagen es la
más clara necesidad de Dios.
***
Para ser
un triunfador en la vida, hay que empezar, seguir y terminar en Dios. Sólo así,
con un espíritu fortalecido en la fe, podrás sentirte un hombre triunfador.
Amigo
lector, quise contarte retazos de un cuadro de la vida, tú serás ahora quien le
dé color, luz e imagen. Las fuerzas están en tus manos. De ellas sacarás la
imagen que tú quieras y que, por supuesto, más necesites.
Uno hace
una casa para construir un hogar y, cuando llueva, si llegara a llover, tener
dónde resguardarnos. Uno no tiene a Dios en su alma para cuando sufras un
accidente, o te dé cáncer, o te despidan del trabajo… No. Tienes a Dios para
ser feliz, Él te resguardará del peligro y, si te pasa algo, Él te dará
consuelo.
Gracias
por llegar hasta aquí. ¡Que Dios nos bendiga!
Padre Pablo Larrán García
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