¿Cómo se debe leer Amoris Laetitia? Pues con una lectura benigna.
El Papa es nuestro padre espiritual. Somos una familia. Esto no es una empresa.
Esto no es un juicio contra alguien o contra algo que se presenta a nuestro
veredicto. Hay que leer con paz y desde la paz. Hacerlo así genera paz. Paz en
la persona y en la Iglesia. Debemos hacer así con todos, y más con el Papa.
Los grandes teólogos esos sí que
pueden hacer un estudio profundo y presentarlo filialmente a los pastores de
los pastores (los obispos). A ellos, porque en la Iglesia no debe existir la
presión como modo para conseguir las cosas.
Un gran estudio, profundo,
meticuloso, erudito, lo hace el que puede, no el que quiere. Vuelvo a insistir
en lo que me gustaron mucho los artículos del padre Iraburu. Pero él mismo
tejió sus argumentaciones desde un impecable sentido eclesial. Sus palabras no
eran un mitin contra nadie. Destilaban amor a la verdad y deseos de construir.
Otros, que sabían mil veces menos, croaron desde sus blogs, creyendo que
estaban escribiendo el De Trinitate de Tertuliano. Algunos hasta ladraron.
Creo que un pobre sacerdote como
yo (mi posición en la Iglesia es mínima) debe recordar como pastor que debemos
tener humildad. No debemos creernos más de lo que somos. Se ha hablado mucho,
muchísimo, de esa exhortación. Pero creo que también es un buen momento para
hablar de la humildad.
No oiréis ni una palabra mala
respecto a los cardenales que se han mostrado críticos contra la exhortación.
¿Por qué? Pues porque no debemos usar Amoris
Laetitia como un campo de piedras
para liarnos a pedradas entre los seguidores de Jesús. Lo repito, debemos
construir.
El amor a la verdad en nada se
resiente de leer benignamente los textos de los pastores: mi obispo, el Papa,
otros cardenales... Soy benigno con el Papa y con los cardenales críticos a la
exhortación. ¿Qué haría San Francisco en una situación así? ¿Qué haría Santa
Teresa de Liseaux? ¿No encontramos una luz para esta situación en el espíritu
de estos santos?
Amo la verdad tanto ahora como
cuando era un joven seminarista abrumado por la grandeza de la Summa Theologica. La única diferencia es que
los años me han hecho más sereno, más comprensivo. Defender la ortodoxia desde
la serenidad. He necesitado años para eso.
Es cierto que desde mi pequeña
posición como capellán me dedico a escribir libros. Pero hago lo posible por no
creerme más de lo que soy: miro con respeto a los grandes teólogos, admiro a
los grandes expertos de las universidades; incluso a varios que conozco en San
Dámaso. No quiero saber de todo, aunque lo que aprendo os lo comunico aquí,
aunque os comparta mis reflexiones en mis posts. Pero soy consciente de mis limitaciones.
No tengo la última palabra de todo.
Puedo hablar de un modo jocoso muchas veces. Pero me tomo a mí mismo con
ese mismo sentido del humor. Por favor, paz, paz. Amar a la verdad y no dañar a
la Iglesia son realidades no contradictorias, aunque algunos prediquen lo
contrario. Pero incluso para ellos, sólo tengo amor y comprensión.
P. FORTEA
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