viernes, 7 de octubre de 2016

UNA EXPLICACIÓN CRISTIANA SOBRE LAS ‘ALMAS EN PENA’ QUE VAGAN POR LA TIERRA


La creencia en fantasmas parece haber sido universal desde el comienzo de la historia.
Y se basa, al menos en parte, en  informes de encuentros, inclusive de Papas y Santos. 
Algunos podrían burlarse diciendo que es una idea supersticiosa.
Y los extremadamente rígidos, dirán que es una herejía.
Pero nada de eso.
Los exorcistas y la historia de la Iglesia dan cuenta de estas almas.
El apasionante el capítulo IV de la Summa Daemoniaca del exorcista y demonólogo Padre Antonio Fortea, éste habla de los espíritus perdidos.
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De almas que no son ni demonios ni almas condenadas, al menos no condenadas aún.
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Y que buscan en medio de una gran tristeza y angustia, la luz y la paz.
Almas perdidas que rezan, cantan y alaban a Dios voluntariamente, sin necesidad de conjuros por parte del exorcista.
Almas que no blasfeman, que murieron al parecer sin pedir perdón, pero sin rechazar ni odiar a Dios.
Algunos de estos espíritus no saben nada de Dios ni de Jesucristo ni de la Iglesia, pues nadie les predicó.
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Almas que vagan de lado a lado, fantasmas en pena, destinadas – al menos algunas de ellas – a estar así hasta el fin del mundo.
¿EXISTEN LOS FANTASMAS?
Para responder a esta pregunta tenemos que definir “fantasma”.
Según el diccionario Webster, la palabra significa “el alma de una persona muerta, un espíritu sin cuerpo”.
Eso parece encajar con el uso popular del término, por lo que tendremos que aceptarla como definición de trabajo.
Debemos tener en cuenta, entonces, que en la presente discusión, “fantasma” no se refiere a un ángel o un demonio, un poltergeist o incluso un extraterrestre. 
Más bien, es esa parte de un ser humano que no es corpórea (corporal), y que ha sido separada del cuerpo en la muerte.
Con esta definición, los católicos deberían poder afirmar fácilmente que realmente existen los fantasmas.
Después de todo, es una parte fundamental de la creencia católica de que el ser humano es una unión de alma y cuerpo.
Que en la muerte, el alma y el cuerpo se separan.
Y que después de la muerte, el cuerpo en general se desintegra, y el alma sobrevive, a la espera del Juicio Final, cuando el cuerpo al fin se levante y se reunirá con el alma.
Desde una perspectiva católica, entonces, no sólo a las almas en el infierno y en el purgatorio, sino también a los santos en el cielo pueden llamárseles fantasmas.
Con la excepción de Nuestra Señora, que no es un espíritu sin cuerpo, porque su cuerpo fue asunto con su alma al cielo.
La pregunta para los católicos, entonces, no es si realmente existen los fantasmas.
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Ellos existen.
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Y la cuestión más apremiante es si las almas humanas sin cuerpo, en el tiempo presente antes del Juicio Final, son capaces de manifestarse a los que siguen vivos en la tierra.
EVIDENCIA DE LA ESCRITURA
¿Pueden los muertos aparecer a los vivos?
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La Escritura muestra que pueden.
El ejemplo bíblico más claro de una aparición fantasmal es el relato evangélico de la Transfiguración de Nuestro Señor en el monte.
Cuando Moisés (que había muerto siglos antes) apareció a Jesús y tres de sus apóstoles, conversando con él. (Ver Mt 17:1-3.
No incluimos a Elías en este pasaje como un “fantasma”, porque la Escritura parece indicar que él no había muerto, sino que su cuerpo fue tomado cuando dejó la tierra. Ver 2 Reyes 2:11-12).
En el Antiguo Testamento, un ejemplo de debate de un visitante fantasmal es la del fallecido profeta Samuel, que apareció al rey Saúl (ver 1 Sam 28:3-20). 
Algunos han llegado a la conclusión de que la aparición era en realidad una falsificación diabólica, ya que tuvo lugar por pedido de un nigromante (lo que hoy se llamaría un “canalizador”) fuera de la ley por Dios.
Sin embargo, como el propio texto de la Escritura se refiere al espíritu repetidamente como Samuel, San Agustín y otros intérpretes autorizados han insistido en que se trataba efectivamente de su fantasma y no un demonio.
Si tenemos en cuenta las visitas fantasmales en sueños o visiones, entonces también podemos citar la historia bíblica de Judas Macabeo. 
Él tuvo una visión de Onías, sumo sacerdote fallecido, orando por los judíos.
Esto es, por cierto, también un ejemplo bíblico de la intercesión de los santos por los vivos. 
Onías fue seguido en la visión por el fallecido profeta Jeremías, quien habló a Judas y le dio una espada de oro (ver 2 Mc 15:11-16).
EVIDENCIA DE LA TRADICIÓN
Más allá de los ejemplos en la Escritura, numerosos relatos de apariciones fantasmales han llegado hasta nosotros en la tradición católica desde los tiempos bíblicos.
En el siglo VI el Papa San Gregorio Magno, por ejemplo, relata varios de estos casos en sus famosos Diálogos.
Para Gregorio como San Agustín y otros doctores de la Iglesia, las apariciones fantasmales, sin duda tenían su lugar en una visión católica del mundo.
Según estos informes, a veces la figura fallecida que apareció fue un santo reconocido.
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En otras ocasiones, la aparición era de un hombre santo recientemente fallecido o una mujer que vino a ayudar a los vivos.
Todavía en otros cuentos, almas atormentadas, presumiblemente en proceso purgatorio, llegan a pedir la ayuda de los que siguen en la tierra.
Sin duda, muchas de estas historias pueden ser vistas como leyendas piadosas o superstición, engaño o alucinación.
Pero algunas de ellas son difíciles de descartar.
Los cuentos más convincentes vienen a nosotros de múltiples testigos de carácter impecable.
Y que a menudo se remontan a tiempos muy recientes, cuentos de primera mano sin posibilidad de adiciones legendarias.
Entre éstas habría alguna de las apariciones post mortem conocidas de San Pío de Pietrelcina (Padre Pío, 1887-1968).
Una historia bien autentificada viene de San Juan Bosco (1815-1888).
Cuando seminarista, San Juan había acordado con un compañero de estudios llamado Comollo que cualquiera de los dos que muriera primero daría al otro alguna indicación sobre el estado de su propia alma. 
Comollo murió 2 de abril 1839, y en la noche después del funeral, llegó la “indicación”.
Junto con otros veinte estudiantes de teología que se reunieron en la misma sala, Juan oyó de pronto un rugido poderoso y sostenido que sacudió el edificio. 
Entonces vieron cómo la puerta se abrió violentamente.
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Apareció una luz tenue con cambio de color, y se oyó una voz clara:
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“Bosco, Bosco, Bosco, estoy salvado…”
“Durante mucho tiempo después que San Juan concluyó su rememoración, no había otro tema de conversación en el seminario.”
¿POR QUÉ APARECEN?
A finales del siglo XIX y XX, una serie de estudiosos católicos respetados recogieron muchos testimonios fidedignos de fenómenos fantasmales, obtenidos de testigos contemporáneos y oficiales de policías y documentos médicos.
Intentaron colocar estos cuentos junto con informes de otros fenómenos ocultos, dentro de un marco de la teología católica tradicional (generalmente tomista) y los hallazgos de la psicología moderna y la parapsicología.
Tal vez los más conocidos de estos teólogos investigadores fueron los sacerdotes jesuitas Herbert Thurston y FX Schouppe, y el abad trapense Alois Wiesinger.
Surge un patrón en muchos de los relatos recogidos por estos eruditos.
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Cuando el difunto hace una aparición, a menudo viene ya sea para ayudar a los vivos o para solicitar ayuda a los vivos.
Pueden solicitar, por ejemplo, que se digan oraciones y misas para ellos.
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O pueden pedir que se destruyan algunos documentos de carácter confidencial.
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A veces, un familiar fallecido de una persona en necesidad de los sacramentos viene a informar a un sacerdote de la situación y le mostrará donde se encuentra el necesitado.
Historias como éstas sugieren una respuesta a los desafíos comunes planteados por los cristianos que son escépticos, que la posibilidad de visitas fantasmales pudiera encajar en una perspectiva de fe.
¿Cómo, se suelen preguntar, el muerto puede obtener el poder para visitar a los vivos? 
San Agustín respondió simplemente: “A través de la orden secreta de Dios”.
Sucede con el permiso de Dios y con el poder divino.
¿Y por qué Dios podría permitir la visita de fantasmas?
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Al parecer, para llevar a cabo misiones espirituales para sí mismos o para otros.
CUATRO POSIBLES INTERPRETACIONES DEL PADRE FORTEA SOBRE QUIENES SON
El Padre Fortea considera en su libro que hay cuatro posibles interpretaciones ante esos hechos reales y objetivos con los que se han encontrado él y otros sacerdotes en los exorcismos.

La Primera es la más sencilla y posiblemente la única que algunos teólogos más estrictos con el dogma mejor tolerarían sin problemas.
Sería la de afirmar que el demonio miente y que por tanto se hace pasar por quien quiere.
Y que todo eso de las almas pérdidas que aún buscan la luz es falso y cuentos fantásticos del demonio para mejor engañar.

La segunda es afirmar que se trata de un alma humana condenada.
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Un alma condenada – dice el Padre Fortea – que no sabe que está condenada ya definitivamente, y que nunca encontrará la luz.
Es una explicación poco probable y de pocos visos de autenticidad.
Pues no me imagino a nadie condenado y sin saberlo.
Si el alma o el espíritu de un difunto vaga de lado a lado, haciéndose notar al exterior con ruidos, apariciones fantasmales y otros fenómenos de orden preternatural, es porque algo busca y espera de los vivos.

La tercera es afirmar que se trata de un alma en el purgatorio.
San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, afirma en su Subida al Monte Carmelo que hay almas del purgatorio que no saben que están en el purgatorio.

La cuarta es afirmar que efectivamente hay almas que son verdaderamente espíritus perdidos.
Almas que pueden buscar la luz hasta el Juicio Final y que se podrían beneficiar de nuestras oraciones.
10 HECHOS REALES SOBRE LOS FANTASMAS O ESPÍRITUS PERDIDOS
Expondremos aquí lo que dice el Padre Fortea, exorcista experimentado de renombre internacional, en sus libros: Summa Daemoniaca y Exorcística.
Los hechos son objetivos y verdaderos.

1º Los espíritus perdidos hablan con un tipo de voz distinta a la de los demonios.
No suelen manifestar ni la agresividad, ni la ira de los ángeles caídos.
Lo que suelen manifestar es tristeza, melancolía.

2º Si un espíritu perdido al principio muestra ira, es la ira de un ser humano que se sintió abandonado de Dios.
Pero conforme avanza la sesión de oración o de exorcismo va comprendiendo que quizá la culpa de todo la tuvo él y no Dios o aquellas personas con las que vivió.

3º Y esto es lo importante, lo característico y específico de los espíritus perdidos: Pueden Rezar.
Quizá al principio no lo hagan, pero finalmente sí. Y cuando rezan lo hacen sin odio.
Un demonio sólo repite una alabanza a Dios obligado por el poder de Cristo tras muchísimas oraciones del sacerdote y por una orden de éste en el nombre de Cristo.
Pero los demonios siempre repiten una oración con odio.
4º El espíritu perdido puede pedir perdón del mal cometido.
El demonio no lo hará, ni en broma.

5º Un demonio puede hacerse pasar por cualquiera (ángel, difunto o santo), pero si el exorcista insiste con su poder sacerdotal en ordenarle que diga su nombre, al final lo dice.
Mientras que un espíritu perdido por más que se le insista seguirá manteniendo que fue un ser humano.

6º Si se le dice que bese la cruz, la puede besar sin odio.

7º El agua bendita o cualquier otra cosa sagrada no le produce aversión.

8º No manifiesta ni gritos, ni convulsiones. Si se le habla responde, pero nada más.

9º Los demonios suelen salir tras un terrible alarido o fuertes convulsiones.
Los espíritus perdidos salen de forma silenciosa. Casi siempre por la boca con una larga expiración.

10º La mayor parte de las almas perdidas antes de salir afirman que ven una luz y que se dirigen a ella.
Muchos, incluso, se despiden del exorcista y los presentes diciendo: adiós, gracias, voy hacia la luz
NO ENCUENTRAN LA LUZ
El Padre Fortea explica en su libro cómo estas almas, que ahora no encuentran la luz, fueron malos en vida.
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Y murieron sin pedir perdón, pero sin rechazar a Dios.
Algunas de estas almas, que ahora se encuentran perdidas hasta el día del Juicio Final, pudieron morir trágicamente en circunstancias violentas, como guerras, asesinatos o atentados terroristas como los del 11-S y 11-M.
Almas que fueron arrancadas de esta vida antes de su hora límite, almas que murieron sin poder pedir perdón.
Pero sin estar cerradas totalmente a la gracia de Dios, es decir, sin haber agotado todas las gracias que Dios había dispuesto enviarles para su conversión.
Y que ahora – por la imprudencia negligente de un mal conductor o la malicia fanática de un comando terrorista de signo nacionalista o islámico – están destinadas a vagar por la tierra buscando la luz.
¿QUIÉNES SON ESTAS ALMAS?
¿Son almas especiales del Purgatorio? ¿Son almas condenadas? ¿Son realmente almas perdidas?
Un alma perdida que respondía al nombre de Jaislegel, al ser preguntada por el Padre Fortea sobre si buscaba la luz, dijo lo siguiente:
Tuve mi momento. El momento es mientras vives. No hay solución.
Pero esta misma alma, refiriéndose después a otras almas, dijo:
Espíritus perdidos vagan buscando un descanso, pero no lo encuentran.
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Purifican sus pecados.
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Muchos tardan muchos siglos, depende de los pecados y del estado del alma.
Las culpas son nuestras.
Algunas están mejor que nosotros
Nosotros estamos aquí, no salimos de este mundo.
La diferencia con los demonios es que no rechazamos a Dios, fuimos malos, no pedimos perdón en su momento.
Yo mala vida, pecado, vivía sin Dios, como si no existiera
ALMAS PERDIDAS QUE NO ENCUENTRAN LA LUZ Y QUE INCLUSO PUEDEN HABITAR EN PERSONAS
Parece, a juzgar por lo dicho, que los exorcistas se encuentran con muchas de estas almas perdidas que buscan.
Algunas de ellas fueron homicidas, otras suicidas. Algunas de ellas no saben nada sobre Jesús o incluso de Dios.
El exorcista al decirles que pidan perdón a Dios, puede encontrarse con que ese espíritu le pregunta “¿Quién es Dios?”. 
Eso se debe a que hay muchas almas de seres humanos que nacieron en lugares o épocas que no les permitió tener ninguna idea más que las paganas.
Hay testimonios no exorcísticos, sino místicos que afirman que estos espíritus que vagan por la tierra son numerosos.
Son muchas las personas de gran vida de oración que afirman haber sentido sus presencias en cementerios, lugares donde murieron y también en iglesias.
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Especialmente cuando las iglesias se quedan vacías, hay personas que han sentido la presencia de estos espíritus allí en el templo orando.
¿Podríamos afirmar que estos espíritus perdidos están en realidad en un tipo especial de Purgatorio?
Opiniones hay para todos los gustos, pero desde luego afirmarlo sería lo más prudente y lo más acorde con el dogma y la doctrina de siempre enseñada por la Iglesia.
UNA ADVERTENCIA FINAL
Debemos destacar que la Iglesia siempre ha prohibido cualquier intento de buscar la comunicación con los muertos a través de medios tales como “canalizadores”, sesiones de espiritismo o tablas Ouija.
La razón es clara: estos intentos de “evocar a los muertos… encierra una voluntad de poder…, así como un deseo de conciliar los poderes ocultos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2116).
Los peligros abundan aquí: los demonios, conocidos tradicionalmente como “espíritus familiares”, pueden falsificar los espíritus de los difuntos.
Pueden beneficiarse de estas prácticas ocultas para manipular y oprimir a la gente.
En consecuencia, tenemos que tratar con mucha precaución y discernimiento cualquier encuentro que tengamos con fenómenos inexplicables.
Sin embargo, apariciones fantasmales genuinas, no buscadas por los vivos y permitidas por la gracia de Dios, parecen ser extremadamente raras.
Fuentes:

Foros de la Virgen María

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