viernes, 7 de octubre de 2016

ERA LA BRUJA MÁS FAMOSA DE COLOMBIA, LA EXORCIZARON, ABRAZÓ LA FE Y HOY ES APÓSTOL DEL ROSARIO


BOGOTÁ, 01 Abr. 14 / 12:30 am (ACI/EWTN Noticias).- Durante dos décadas fue la bruja más famosa de Colombia. Políticos, artistas y narcotraficantes solicitaban sus servicios, hasta que un día se encontró con una religiosa, recibió un exorcismo y abrazó la fe católica que ahora proclama.
Hace unos días el diario El Tiempo publicó una entrevista en la que la ex bruja  –cuya identidad mantiene en reserva – relató los peligros de la brujería, narró con detalles su exorcismo y su sorprendente conversión.
“La gente piensa que no hay nada malo en que le adivinen la suerte”, advierte y asegura que así permiten que el mal entre en ellos.
Ahora es madre de familia, lidera un grupo de oración, viaja por el país advirtiendo de la brujería y promueve la causa pro-vida ayudando a muchas jóvenes a desistir del aborto. Sus principales armas son la oración del Santo Rosario y la Misa diaria.
Entre los ‘70s y ‘80s fue la bruja más influyente de Colombia y su vida forma parte de un libro del periodista colombiano Germán Castro Caycedo, titulado “La Bruja, coca, política y demonio” que hace 20 años causó gran polémica en el país e incluso sirvió de guión para una telenovela.
La mujer está convencida que “cuando le entregas todo a Cristo y le pides que haga lo que quiera contigo, ríete: el Señor es maravilloso, misericordioso. Yo me la paso pecando, pero Dios le va quitando a uno todo, hasta que lo pule”.
Ella comenzó las prácticas de brujería cuando era muy joven con una persona a la que solía visitar para que le adivine la suerte. Empezó con la lectura de cartas y el cigarrillo hasta convertirse en “experta”.
Cuando una persona practica la brujería así sea por curiosidad “abrimos nuestro cuerpo y nuestro corazón para que entren espíritus del mal. Y aclaro: como existe Dios, existen la brujería y el poder del maligno”, asegura.
Ahora recomienda que “quienes se han metido en estas cosas, acudan a un sacerdote que los oriente y les haga una oración de liberación, o hagan una confesión de todo corazón para que los perdonen de ese atentado contra la fe de Dios. Si el caso es muy grave, tal vez requiera exorcismo. Pero debe ser con un sacerdote autorizado, no con cualquiera”.
Su vida cambió cuando conoció a una religiosa de nombre Alicia. “Tenía una faldita azul oscura y una blusita gris. No sabía quién era. Fue en una iglesia. Yo era dizque católica, iba a misa –pero a misas cortas, porque las largas me daban sueño– pero hacía brujería. Lo único que hice fue cogerla, abrazarla y decirle: ‘Hermana, sálveme, yo hago brujería’. Empezó a orar y me invitó a su convento”.
Recordó que la religiosa “me pidió que rezara el rosario para que Dios nos dejara ver cosas al día siguiente. Estoy segura de que esa noche los cuadros de la casa se cambiaron de lugar. Le dije a mi marido: ‘Ve, los cuadros se están cambiando. Y me dijo: ‘Claro, son los brujos que vinieron por vos’. La noche la pasé muy intranquila”, expresó.
Luego “cuando nos vimos, la madre oró y yo boté gusanos chiquitos por la boca. Eso me aterró. Era una mujer exitosa, amiga de políticos. Creía tener el mundo a mis pies pero me faltaba lo más importante: Dios. La madre me llevó a donde un monseñor. Hice una confesión de toda mi vida, pero cuando llegué a la casa me llamaron a que hiciera un trabajito y dije: ¿Cuál es la bobada mía de irme a rezar en vez de ganar plata? Volví a caer”.
La mujer empezó nuevamente a practicar la brujería y visitaba también a otros brujos, hasta que en una oportunidad “me empieza a picar el cuerpo, como si me clavaran alfileres; empiezo a sentir desasosiego, a no poder dormir. Busqué a un psiquiatra para ver si estaba loca”.
Además empezó a perder peso y se enteró que “me habían hecho un maleficio. No era capaz de tragar y casi ni de hablar. Escuchaba una voz que decía: ‘Mátate’”.
“La madre Alicia y monseñor me hacían oraciones de liberación, hasta que un sacerdote me hizo un exorcismo. Fui con mi marido y con varias personas, entre ellas una amiga mía que era más bruja que yo y que de un momento a otro levantó el comedor con una sola mano, que era pesadísimo, lo elevó y se lo lanzó al sacerdote y lo tumbó. Y de la boca de ella salía puro humo. A otra amiga se le chamuscó el pelo. En el exorcismo vuelvo a vomitar gusanos, cae tierra del techo y escupo alfileres. Sí, alfileres”, describió.
“El sacerdote oraba. Yo empecé a botar esas cosas cuando escuché una voz que decía que matara al cura, que era muy alto y robusto, y no sé qué fuerza tuve y le tiré a la garganta y le clavé las uñas; él siguió orando, me puso la hostia consagrada, caigo al suelo, le pido perdón, le digo que ese ataque no había salido de mí y nos postramos ante el Santísimo. Desde ese momento quedo liberada del maligno y puedo retomar mi vida de la mano de Dios”.
En su nueva vida, la mujer está segura que “para caminar hacia Dios hay que enseñarles a los otros a elegir el camino. Mis charlas parten de una vivencia y lo único que busco es que la gente no caiga en el error en que yo caí y que no cambien al único Dios que existe por una cantidad de dioses que pululan”.
“Cuando hablo de esto me refiero a que no tenemos la confianza plena en el Señor ni la esperanza en Él. No sabemos pedirle y no lo tenemos como padre. Y creemos que una planta, un brebaje o una herradura tienen más poder que Él”.
Para la mujer, la brujería es algo de todas las épocas. “Mire la televisión y sus mensajes, que promueven a personas a las que se puede acudir cuando el marido se va o el novio se desenamora. ¿O no hay avisos que dicen: ‘venga y le hablo sobre el futuro’? ¡Claro! En la calle entregan papelitos que dicen: ‘atamos a su ser querido y si no llega, le devolvemos el dinero’. La brujería es un negocio del maligno donde la persona algunas veces cree que está charlando y en otras sí sabe que con eso se hace el mal”.

“Soy enemiga del I-Ching, de la nueva era, del feng shui, porque todo esto desplaza a Dios y yo quiero llevar a Dios en mi corazón. Hay que pedir fortaleza para no volver a caer. Cuando la gente dice ‘a mí no me entra ningún mal’, yo me río porque para que no te entre nada tienes que estar confesado, comulgado, rezar el rosario. Esas son las armas”, concluyó.

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