El ruido está en todas partes:
música, radio, cuando viajamos, en el trabajo, en nuestros hogares, en la
televisión. Y no nos damos cuenta de ello porque nos engulle.
En cambio el silencio es una
palabra a la vez atractiva y aterradora. Puede connotar paz y calma, o
aislamiento aterrador.
Si bien algunos podrían encontrar la idea de
silencio atractiva, la verdad es que la mayoría de
nosotros no nos sentimos muy bien en total silencio.
¿Alguna vez te sentaste solo en una habitación,
sólo para oír sonidos de los que nunca antes te habías dado cuenta? El tic-tac de un reloj. El soplido de aire
que se mueve a través de los conductos. Todo es un poco desconcertante.
Pero quizás lo que más tememos sobre el silencio es
estar a solas con nuestros propios
pensamientos.
Cuando somos confrontados con un silencio absoluto,
comenzamos a escuchar la loca y caótica
carrera de los pensamientos que llenan nuestra mente.
Las ansiedades, los anhelos
profundos, las preguntas dolorosas todas parecen burbujear hasta la superficie
de nuestra conciencia y nos hacen sentir incómodos.
Tenemos
miedo de esta confrontación con nuestro fuero interno, la lucha con
la complejidad de nuestro corazón.
Así
que nuestra tendencia natural es la de ahogar el silencio con ruido constante. En el coche,
encendemos la radio. En el hogar los televisores funcionan constantemente no
para que podamos verlos, sino como un reconfortante “ruido de
fondo”.
El tiempo libre es llenado con comprobaciones
compulsivas de nuestros smartphones. De
todo excepto silencio.
EL SILENCIO Y LOS SANTOS
Innumerables santos lo han
aconsejado como una práctica necesaria e indispensable para crecer en verdadera
santidad.
“En el
silencio y la tranquilidad el alma devota avanza en la virtud y aprende
las verdades ocultas de la Escritura”, dice Tomás de Kempis.
“Guárdate
contra el mucho hablar“, aconseja San Doroteo de Gaza, “porque pone a
volar los pensamientos devotos y de recogimiento en Dios.”
San Maximiliano Kolbe declara que, “El silencio
es necesario, e incluso absolutamente
necesario. Si el silencio es
deficiente, entonces la gracia es insuficiente“.
A través de los siglos, muchas órdenes religiosas han puesto en práctica este consejo, con
no pocos prescribiendo el silencio en diversos grados en sus reglas.
Quizás la más famosa y estricta de estas órdenes es
la de los Cistercienses.
¿QUÉ TIENE DE ESPECIAL EL
SILENCIO PARA LOS SERES HUMANOS?
Sin lugar a dudas, todos los grandes santos, místicos y maestros espirituales
prescriben el silencio como un medio seguro a la santidad. ¿Pero por
qué?
Es importante entender que el silencio, al igual
que todas las herramientas de la vida espiritual, no es un fin en sí mismo. Es un medio, un método para llegar a conocer a
Jesucristo.
El silencio es necesario porque nuestros intelectos están heridos y
fracturados por la Caída.
La comunión con Dios nuestro
Creador se daba de forma natural y sencilla, de modo parecido a como vemos u
oímos ahora. Estábamos constantemente conscientes de su presencia.
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Pero ahora, el pecado ha roto esta comunión y dañado nuestra capacidad de conocer a Dios en el nivel más profundo de nuestro ser.
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Pero ahora, el pecado ha roto esta comunión y dañado nuestra capacidad de conocer a Dios en el nivel más profundo de nuestro ser.
Nuestro intelecto fracturado, una vez perfectamente
en control, es ahora una tormenta
caótica de pensamientos, sentimientos y emociones, como una nube de
mosquitos inquietos en una cálida noche de verano.
Calmar
la tormenta espiritual y emocional es increíblemente difícil, y la única manera de
lograrlo es encarándola de frente.
Esto sólo
se puede hacer cuando estamos lo suficientemente tranquilos para
escuchar cuán caóticas son nuestras almas en realidad.
Esto puede
ser aterrador, y preferiríamos no hacerlo, pero es absolutamente
esencial para el progreso espiritual.
Por otra parte, el silencio es
necesario para escuchar los susurros del Espíritu Santo y para recibir y
conservar la gracia.
Dios
no grita.
Habla en voz baja, suave y calmadamente (1 Reyes 19: 11-12). Los impulsos del
Espíritu Santo nunca se escuchan en el ajetreo y en ansiosa actividad, sino más
bien en la quietud y en el silencio del corazón.
El silencio también nos ayuda
a preservar las gracias que Dios nos envía.
Los
buzos son cuidadosos y lentos con sus movimientos a fin de no malgastar
innecesariamente sus preciosas reservas de oxígeno.
Del mismo modo, las almas santas hablan con cuidado y prudencia para preservar su
reservorio de gracia.
TESTIMONIO IMPRESIONANTE SOBRE
UNA SEMANA DE RETIRO EN SILENCIO TOTAL
Cuando
nos hablan de experiencias como la que vamos a contar, empezamos a
darnos cuenta que nuestra cultura está obsesionada con silenciar al silencio,
al punto que muchas personas dicen que tienen el televisor encendido todo
el día para estar acompañadas.
El blogger Alan
Scott cuenta una experiencia maravillosa. En el 2008 fue a un retiro
de silencio durante una semana en una casa de retiro católica, un poco
coaccionado, porque no tenía ganas de ir, pero lo comprometieron.
El primer recuerdo que le viene a la mente es lo
nervioso que estaba en el viaje de ida, a pesar que se define como una persona
introvertida, pero la idea de ningún
sonido durante toda una semana la encontraba aterradora.
Al llegar debió
entregar su teléfono celular, su ordenador portátil. No se permitía siquiera
tener un libro excepto el que les dieron para leer: “La Imitación de
Cristo”.
Durante el retiro oraban en
silencio, comían en silencio y sólo se podían comunicar a través de gestos con
las manos y las notas escritas.
Él cuenta lo siguiente de esa experiencia:
El primer día quería mirar
para todos lados.
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El segundo día me encontré con la desaceleración mental, y aun así luchando contra las distracciones en mi mente.
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El tercer día sentí como el desorden en mi mente estaba realmente empezando a disolverse.
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El cuarto día no quería hablar de nuevo.
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Al final de esa semana había desarrollado un profundo respeto y agradecimiento por el silencio, y la gracia que puede venir de él.
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El segundo día me encontré con la desaceleración mental, y aun así luchando contra las distracciones en mi mente.
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El tercer día sentí como el desorden en mi mente estaba realmente empezando a disolverse.
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El cuarto día no quería hablar de nuevo.
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Al final de esa semana había desarrollado un profundo respeto y agradecimiento por el silencio, y la gracia que puede venir de él.
¿CUALES SON LAS ENSEÑANZAS QUE
LE DEJÓ EL SILENCIO?
1 – Aprendió
durante esa semana que el silencio puede ser bello, poderoso y curativo.
2 – Que
cuando sólo se puede ‘hablar’ escribiendo una nota, se dice lo que es importante
y uno se da cuenta que antes del retiro
hablaba a menudo pero dijo poco.
3 – El
silencio nos obliga a salir de nuestras zonas de confort y podemos ir dentro de nosotros mismos.
Y ¿qué encontramos allí? A menudo son cosas que no queremos encontrar.
Pero es ahí donde comienza. Sólo cuando descubrimos
cosas sobre nosotros mismos que necesitan mejorar o cambiar, podemos empezar a dejar que Dios haga su obra
en nosotros.
Muy a menudo el ruido es un medio por el que huimos de nosotros mismos.
4 – El
silencio nos permite avanzar dentro de nosotros mismos y encontrar un remedio para el estrés y la
ansiedad. Nos podemos relajar más fácilmente si las cosas están
tranquilas.
Podemos
apartarnos de la confusión y el caos del mundo y descubrir muchas cosas en nuestras vidas por las
que podemos estar agradecidos.
5 – El
silencio también nos ayuda a centrarnos
en lo importante. Sólo cuando podemos encontrar silencio es que podemos estar más en sintonía con la voz de Dios que
habla dentro de nosotros y nos guía con la forma de responder a las
situaciones que se presentan en nuestras vidas.
6 – El
silencio también nos enseña que la
sencillez y la alegría son compañeros cercanos. Cuanto más silencio
tiene una persona en su vida, más pueden darse cuenta y disfrutar de los
placeres simples de la vida, sin todas las distracciones del mundo.
7 – El
silencio nos ayuda a darnos cuenta de que unas simples palabras pronunciadas desde un alma que está en sintonía con
Dios tienen mucho más poder que horas de charla.
8 – A medida
que creas silencio sustrayendo el ruido, no llenas el espacio vacío con un tipo diferente de distracción o
desorden.
CÓMO PRACTICAR EL SILENCIO EN
NUESTRA VIDA DIARIA
Te puedes preguntar ahora cómo sería posible para un lego con un empleo y tal vez una familia el
practicar la virtud del silencio en la vida diaria.
¡Sé que mi
esposa no apreciaría que comenzara hacerle señales monásticas con la
mano en lugar de hablar con ella!
Pero aunque la práctica del silencio por un laico
pueda parecer diferente de la monástica, aún es posible e incluso recomendable.
El blogger Alan
Scott recomienda que en nuestra vida diaria hagamos la prueba de
pasar en silencio sólo por un momento.
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Que a continuación lo intentemos de nuevo, pero más largo. Y otra vez y otra vez.
.
Que a continuación lo intentemos de nuevo, pero más largo. Y otra vez y otra vez.
Pero en lugar de dejar que tu mente se llene con
desorden, tratar de centrarse en Dios
dentro del espacio tranquilo que resulta del silencio.
Esto
nos permite hablar con Él, escucharlo, reunidos allí en el silencio. Es probable
que Dios no hable con palabras reales, pero sabrás cuando Él ha hablado a
través de pensamientos, inspiraciones, impresiones, etc.
Te sorprenderá lo mucho que realmente hay allí en
el silencio mismo si sólo das el primer
paso.
Aquí
están algunas otras sugerencias prácticas.
Primero: el modo de practicar
el silencio es abstenerse de discursos frívolos, darse cuenta de que “cuando
las palabras son muchas, no faltan las transgresiones” (Proverbios 10:19).
Es decir, no
hablar por hablar. Los medios sociales alientan a decir lo que sea.
En
Facebook se ve gente quejándose de uñas encarnadas, discutiendo
sobre sus problemas digestivos, o publicando declaraciones crípticas que
demandan su atención; cuando no, agrediendo directa y descaradamente ¿vale la
pena?.
Si estás tentado a participar en este tipo de
discurso, no lo hagas. Habla sólo
cuando tengas algo importante que decir.
En segundo lugar, podemos
practicar el silencio mediante la restricción de la lengua cuando deseamos
quejarnos.
El
quejarse es lo contrario de gratitud, y de hecho es un pecado.
Es muy fácil quejarse de una comida, una persona
grosera, o el clima. Pero ¿contribuye
esto al bienestar de alguien?
Cerrar
la boca a menos que se tenga algo loable que decir.
En tercer lugar, podemos
practicar el silencio, absteniéndonos de compartir nuestra opinión sobre
cualquier tema imaginable.
Cada
vez que surge una crisis en el escenario nacional o mundial, parece que
todo el mundo en todas partes declara inmediatamente su opinión infalible sobre
el asunto.
Pero la verdad es que muchos de nosotros no
entendemos muy bien estos eventos, y el
mundo no está en necesidad de más comentarios.
Guarda
tu opinión para ti mismo y serás considerado el más prudente.
Por último, podemos guardar
silencio cuando deseemos criticar a los demás. ¡Qué fácil es hacer notar los
defectos de los demás!
Y
es aún más fácil repetir estos errores, ciertos o falsos, a los demás, desgarrando a las
personas y perjudicando su reputación aunque sólo sea para hacernos sentir
mejor.
Es
difícil mantener el silencio cuando sentimos el impulso de criticar, pero
también es vivificante
“La lengua esta puesta entre nuestros miembros,
como un mundo de maldad“, dice Santiago.
Las
palabras tienen poder, aunque sea invisible, y lo que decimos hará eco
en la eternidad.
Si bien no somos monjes de clausura, podemos
aprender a practicar el silencio en el estado en que Dios nos ha llamado, restringiendo nuestras lenguas con sabiduría
para que podamos escuchar la voz de Cristo y llegar a mejor conocerlo.
Esto
que podemos hacer a nivel personal también debemos hacerlo en la misa.
LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO EN
LA LITURGIA
Muchos católicos se quejan con
razón de la falta de silencio en la celebración de nuestra liturgia romana.
Es importante, por tanto, recordar el significado del silencio como un valor
ascético Cristiano, y por lo tanto una condición necesaria para la oración
contemplativa profunda.
Sin olvidar el hecho de que se prescriben oficialmente momentos de silencio durante la celebración
de la Santa Eucaristía, con el fin de resaltar la importancia de lo que
transcurre.
Los católicos “se quejan con razón” por la falta de
silencio en la Misa puesto que el silencio es a la vez una forma de oración en sí misma y también es la apertura que
uno necesita para hacer la oración.
EL SILENCIO COMO UN VALOR
CRISTIANO ASCÉTICO
De acuerdo con
su eminencia el cardenal Robert Sarah, [71 años] el Prefecto
del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (una de las oficinas dentro
de la Curia Romana) escribió esto en su ensayo, “Silencio en la Liturgia”,
publicado en italiano en L’Osservatore Romano el 30 de enero de 2016:
“El ascetismo es un medio
indispensable que nos ayuda a eliminar de nuestra vida cualquier cosa que lo
agobie, en otras palabras, cualquier cosa que dificulta nuestra vida interior o
espiritual y, por tanto, es un obstáculo para la oración.
Sí, es precisamente en la oración que Dios nos comunica su vida a nosotros, en otras
palabras, manifiesta su presencia en nuestra alma al irrigarla con las
corrientes de su Amor Trinitario: El Padre a través del Hijo en el Espíritu
Santo. Y la oración es esencialmente silencio”.
Uno
debe practicar para llegar a ese silencio necesario con el fin de ser receptivo a la semilla
de la palabra de Dios; que debe encontrar ese lugar de “buena tierra” donde pueda “producir una
buena cosecha”.
No
importa si esa semilla es como una “semilla
de mostaza”
porque
sabemos que llega a crecer hasta convertirse en uno de los arbustos más
grandes.
El
silencio personal de este tipo es de vital importancia para aquellos
momentos de la liturgia donde el silencio, es una respuesta a la palabra de Dios.
Todos los grandes santos eran
grandes en la práctica de la oración o se convirtieron en grandes con la
práctica.
No
todos comenzaron sus viajes como maestros de oración. Muchos
tuvieron problemas con él durante años. Santa Teresa de Ávila y otros escribieron
libros al respecto
EL SILENCIO ES UNA CONDICIÓN
NECESARIA PARA UNA PROFUNDA ORACIÓN CONTEMPLATIVA
El silencio es necesario como
una forma de oración en sí misma. Se trata de una búsqueda y una respuesta al
Dios vivo.
¿Si se está
en oración, es bueno charlar sin fin, sin nunca callarse para escuchar
la respuesta de Dios?
Si
uno de los cónyuges de un matrimonio habla sin parar, ¿cómo puede él
o ella oír la respuesta del otro?
Lo mismo se dice de la gran “conversación” entre
Dios y la persona en la Liturgia.
La adoración del Padre en y a
través del Hijo por obra del Espíritu Santo es un acto tan santo que requiere
tiempo de silencio – de adoración en silencio, conformidad en silencio, de
profunda reverencia en silencio.
El
silencio es un acto de amor. Es receptividad total. El individuo –
el alma – están hechos para Dios como una maceta está hecha para que plantas
crezcan el ella.
Las
plantas crecen en silencio y sus orígenes se ocultan profundamente dentro del
“vientre”
de
la tierra fértil. El silencio nos cambia. Necesitamos la “acción” sagrada del
silencio.
En el artículo antes mencionado del cardenal Sarah,
él dice esto acerca del silencio como
una condición para la oración contemplativa:
“Los
Evangelios dicen que el mismo Salvador oró en silencio, especialmente de
noche, o retirándose a lugares solitarios.
El
silencio es típico de la meditación de la Palabra de Dios. Lo volvemos a
encontrar sobre todo en la actitud de María hacia el misterio de su Hijo.
La
persona más silenciosa en los Evangelios es, por supuesto, San José; ni una sola
palabra suya quedo registrada en el Nuevo Testamento para nosotros”.
Tal vez María no estaba en la sinagoga o en algún
nivel de oración formal cuando se le apareció el arcángel San Gabriel, pero ella estaba en profunda oración silenciosa.
El
que ha sido instruido en los caminos de Dios puede entrar fácilmente en la
oración,
incluso mientras barre el suelo o hila lana. San Pablo nos exhorta a “Orar sin
cesar”.
EL SILENCIO COMO UN COMPONENTE
IMPORTANTE DE LA LITURGIA
Todas las parroquias deben
permitir el silencio en la Iglesia, tan pronto como se entra en ella; es abrir
la puerta misma del cielo.
Pero, por desgracia, muchas iglesias son cada vez
más como lugares de chismes y cotilleo antes de la Misa. Y sin embargo, la mayoría de los sacerdotes no tienen en
cuenta la cuestión del silencio en sus iglesias.
Hablar – incluso cortésmente – con la gente de la
parroquia es encontrarse con el desconcierto y una mirada de perplejidad, así como la típica respuesta de que “la Misa no ha comenzado todavía” o la “Misa ya
terminó”.
No son capaces de reconocer
que Jesús todavía está presente en la Eucaristía reservada.
Así la Misa se
reduce a menudo a algo así como un espectáculo.
En
la puerta del Monasterio de las Hermanas de la Preciosa Sangre en Manchester,
hay una señal que dice: “Por el amor de Jesús presente en el tabernáculo
guarde amablemente silencio en este lugar”.
En
el Antiguo Testamento el profeta Habacuc declaró al pueblo del antiguo
Israel en su oráculo del mismo nombre: “El Señor está en su santo templo; calle delante de él, toda la tierra”.
Del mismo modo el profeta Sofonías llama al
silencio: “¡Silencio en la presencia
de Dios el Señor. Sí, el Señor ha preparado un sacrificio”.
Si estos dos profetas llamaron al silencio ante la
presencia de Dios cuánto más nosotros, los hombres del Nuevo Testamento, debemos estar en silencio ante Jesús presente
en el tabernáculo – Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
En su artículo, “El silencio en
la Misa”, David Philppart describe el silencio como “similar al silencio que se gesta entre las
personas que se conocen y se aman el uno al otro tan bien que las
palabras no siempre son necesarias; el silencio lleno de respeto evocado por un
encuentro con la belleza; la quietud que ocurre en aquellos que miran, escuchan
o tocan con sus corazones, así como con sus ojos, oídos y manos”.
Además, en el mismo artículo se dice,
“El silencio de la liturgia es
comunitario. La asamblea mantiene una comunión de calma.
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Cada uno trata lo mejor posible de permanecer silencioso, es algo más que un grupo de individuos callados e inmóviles por casualidad.
.
Es el Cuerpo de Cristo escuchando y atendiendo a la voz de Dios“.
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Cada uno trata lo mejor posible de permanecer silencioso, es algo más que un grupo de individuos callados e inmóviles por casualidad.
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Es el Cuerpo de Cristo escuchando y atendiendo a la voz de Dios“.
De nuevo
“El silencio en la liturgia es
silencio mantenido a propósito. Es deliberado y por lo tanto activo.
No es un interludio, ni un intermedio, ni una
interrupción de la acción. En su
momento, es la acción: Nosotros mantenemos el silencio. ‘Estén quietos y
sepan que yo soy Dios’, canta el salmista.
El
silencio en la liturgia es la escucha activa a Dios que Samuel
demostró cuando, fue despertado de su sueño por la voz de Dios, y respondió:
‘Aquí estoy, vengo para hacer tu voluntad’, y luego se quedó en silencio ante
lo Divino”.
Foros de la
Virgen María
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