jueves, 8 de septiembre de 2016

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE EL SILENCIO EN NUESTRAS VIDAS? [Y TAMBIÉN EN LAS MISAS]


El ruido está en todas partes: música, radio, cuando viajamos, en el trabajo, en nuestros hogares, en la televisión. Y no nos damos cuenta de ello porque nos engulle.
En cambio el silencio es una palabra a la vez atractiva y aterradora. Puede connotar paz y calma, o aislamiento aterrador.
Si bien algunos podrían encontrar la idea de silencio atractiva, la verdad es que la mayoría de nosotros no nos sentimos muy bien en total silencio.
¿Alguna vez te sentaste solo en una habitación, sólo para oír sonidos de los que nunca antes te habías dado cuenta? El tic-tac de un reloj. El soplido de aire que se mueve a través de los conductos. Todo es un poco desconcertante.
Pero quizás lo que más tememos sobre el silencio es estar a solas con nuestros propios pensamientos.
Cuando somos confrontados con un silencio absoluto, comenzamos a escuchar la loca y caótica carrera de los pensamientos que llenan nuestra mente.
Las ansiedades, los anhelos profundos, las preguntas dolorosas todas parecen burbujear hasta la superficie de nuestra conciencia y nos hacen sentir incómodos.
Tenemos miedo de esta confrontación con nuestro fuero interno, la lucha con la complejidad de nuestro corazón.
Así que nuestra tendencia natural es la de ahogar el silencio con ruido constante. En el coche, encendemos la radio. En el hogar los televisores funcionan constantemente no para que podamos verlos, sino como un reconfortante “ruido de fondo”.
El tiempo libre es llenado con comprobaciones compulsivas de nuestros smartphones. De todo excepto silencio.
EL SILENCIO Y LOS SANTOS
Innumerables santos lo han aconsejado como una práctica necesaria e indispensable para crecer en verdadera santidad.
“En el silencio y la tranquilidad el alma devota avanza en la virtud y aprende las verdades ocultas de la Escritura”, dice Tomás de Kempis.
“Guárdate contra el mucho hablar“, aconseja San Doroteo de Gaza, “porque pone a volar los pensamientos devotos y de recogimiento en Dios.”
San Maximiliano Kolbe declara que, “El silencio es necesario, e incluso absolutamente necesario. Si el silencio es deficiente, entonces la gracia es insuficiente“.
A través de los siglos, muchas órdenes religiosas han puesto en práctica este consejo, con no pocos prescribiendo el silencio en diversos grados en sus reglas.
Quizás la más famosa y estricta de estas órdenes es la de los Cistercienses.
¿QUÉ TIENE DE ESPECIAL EL SILENCIO PARA LOS SERES HUMANOS?
Sin lugar a dudas, todos los grandes santos, místicos y maestros espirituales prescriben el silencio como un medio seguro a la santidad. ¿Pero por qué?
Es importante entender que el silencio, al igual que todas las herramientas de la vida espiritual, no es un fin en sí mismo. Es un medio, un método para llegar a conocer a Jesucristo.
El silencio es necesario porque nuestros intelectos están heridos y fracturados por la Caída.
La comunión con Dios nuestro Creador se daba de forma natural y sencilla, de modo parecido a como vemos u oímos ahora. Estábamos constantemente conscientes de su presencia.
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Pero ahora, el pecado ha roto esta comunión y dañado nuestra capacidad de conocer a Dios en el nivel más profundo de nuestro ser.
Nuestro intelecto fracturado, una vez perfectamente en control, es ahora una tormenta caótica de pensamientos, sentimientos y emociones, como una nube de mosquitos inquietos en una cálida noche de verano.
Calmar la tormenta espiritual y emocional es increíblemente difícil, y la única manera de lograrlo es encarándola de frente.
Esto sólo se puede hacer cuando estamos lo suficientemente tranquilos para escuchar cuán caóticas son nuestras almas en realidad.
Esto puede ser aterrador, y preferiríamos no hacerlo, pero es absolutamente esencial para el progreso espiritual.
Por otra parte, el silencio es necesario para escuchar los susurros del Espíritu Santo y para recibir y conservar la gracia.
Dios no grita. Habla en voz baja, suave y calmadamente (1 Reyes 19: 11-12). Los impulsos del Espíritu Santo nunca se escuchan en el ajetreo y en ansiosa actividad, sino más bien en la quietud y en el silencio del corazón.
El silencio también nos ayuda a preservar las gracias que Dios nos envía.
Los buzos son cuidadosos y lentos con sus movimientos a fin de no malgastar innecesariamente sus preciosas reservas de oxígeno.
Del mismo modo, las almas santas hablan con cuidado y prudencia para preservar su reservorio de gracia.
TESTIMONIO IMPRESIONANTE SOBRE UNA SEMANA DE RETIRO EN SILENCIO TOTAL
Cuando nos hablan de experiencias como la que vamos a contar, empezamos a darnos cuenta que nuestra cultura está obsesionada con silenciar al silencio, al punto que muchas personas dicen que tienen  el televisor encendido todo el día para estar acompañadas.
El blogger Alan Scott cuenta una experiencia maravillosa. En el 2008 fue a un retiro de silencio durante una semana en una casa de retiro católica, un poco coaccionado, porque no tenía ganas de ir, pero lo comprometieron.
El primer recuerdo que le viene a la mente es lo nervioso que estaba en el viaje de ida, a pesar que se define como una persona introvertida, pero la idea de ningún sonido durante toda una semana la encontraba aterradora.
Al llegar debió entregar su teléfono celular, su ordenador portátil. No se permitía siquiera tener un libro excepto el que les dieron para leer: “La Imitación de Cristo”.
Durante el retiro oraban en silencio, comían en silencio y sólo se podían comunicar a través de gestos con las manos y las notas escritas.
Él cuenta lo siguiente de esa experiencia:
El primer día quería mirar para todos lados.
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El segundo día me encontré con la desaceleración mental, y aun así luchando contra las distracciones en mi mente.
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El tercer día sentí como el desorden en mi mente estaba realmente empezando a disolverse.
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El cuarto día no quería hablar de nuevo.
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Al final de esa semana había desarrollado un profundo respeto y agradecimiento por el silencio, y la gracia que puede venir de él.
¿CUALES SON LAS ENSEÑANZAS QUE LE DEJÓ EL SILENCIO?
1 – Aprendió durante esa semana que el silencio puede ser bello, poderoso y curativo.
2 – Que cuando sólo se puede ‘hablar’ escribiendo una nota, se dice lo que es importante y uno se da cuenta que antes del retiro hablaba a menudo pero dijo poco.
3 – El silencio nos obliga a salir de nuestras zonas de confort y podemos ir dentro de nosotros mismos. Y ¿qué encontramos allí? A menudo son cosas que no queremos encontrar.
Pero es ahí donde comienza. Sólo cuando descubrimos cosas sobre nosotros mismos que necesitan mejorar o cambiar, podemos empezar a dejar que Dios haga su obra en nosotros.
Muy a menudo el ruido es un medio por el que huimos de nosotros mismos.
4 – El silencio nos permite avanzar dentro de nosotros mismos y encontrar un remedio para el estrés y la ansiedad. Nos podemos relajar más fácilmente si las cosas están tranquilas.
Podemos apartarnos de la confusión y el caos del mundo y descubrir muchas cosas en nuestras vidas por las que podemos estar agradecidos.
5 – El silencio también nos ayuda a centrarnos en lo importante. Sólo cuando podemos encontrar silencio es que podemos estar más en sintonía con la voz de Dios que habla dentro de nosotros y nos guía con la forma de responder a las situaciones que se presentan en nuestras vidas.
6 – El silencio también nos enseña que la sencillez y la alegría son compañeros cercanos. Cuanto más silencio tiene una persona en su vida, más pueden darse cuenta y disfrutar de los placeres simples de la vida, sin todas las distracciones del mundo.
7 – El silencio nos ayuda a darnos cuenta de que unas simples palabras pronunciadas desde un alma que está en sintonía con Dios tienen mucho más poder que horas de charla.
8 – A medida que creas silencio sustrayendo el ruido, no llenas el espacio vacío con un tipo diferente de distracción o desorden.
CÓMO PRACTICAR EL SILENCIO EN NUESTRA VIDA DIARIA
Te puedes preguntar ahora cómo sería posible para un lego con un empleo y tal vez una familia el practicar la virtud del silencio en la vida diaria.
¡Sé que mi esposa no apreciaría que comenzara hacerle señales monásticas con la mano en lugar de hablar con ella!
Pero aunque la práctica del silencio por un laico pueda parecer diferente de la monástica, aún es posible e incluso recomendable.
El blogger Alan Scott recomienda que en nuestra vida diaria hagamos la prueba de pasar en silencio sólo por un momento.
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Que a continuación lo intentemos de nuevo, pero más largo. Y otra vez y otra vez.
Pero en lugar de dejar que tu mente se llene con desorden, tratar de centrarse en Dios dentro del espacio tranquilo que resulta del silencio.
Esto nos permite hablar con Él, escucharlo, reunidos allí en el silencio. Es probable que Dios no hable con palabras reales, pero sabrás cuando Él ha hablado a través de pensamientos, inspiraciones, impresiones, etc.
Te sorprenderá lo mucho que realmente hay allí en el silencio mismo si sólo das el primer paso.
Aquí están algunas otras sugerencias prácticas.
Primero: el modo de practicar el silencio es abstenerse de discursos frívolos, darse cuenta de que “cuando las palabras son muchas, no faltan las transgresiones” (Proverbios 10:19).
Es decir, no hablar por hablar. Los medios sociales alientan a decir lo que sea.
En Facebook se ve gente quejándose de uñas encarnadas, discutiendo sobre sus problemas digestivos, o publicando declaraciones crípticas que demandan su atención; cuando no, agrediendo directa y descaradamente ¿vale la pena?.
Si estás tentado a participar en este tipo de discurso, no lo hagas. Habla sólo cuando tengas algo importante que decir.
En segundo lugar, podemos practicar el silencio mediante la restricción de la lengua cuando deseamos quejarnos.
El quejarse es lo contrario de gratitud, y de hecho es un pecado.
Es muy fácil quejarse de una comida, una persona grosera, o el clima. Pero ¿contribuye esto al bienestar de alguien?
Cerrar la boca a menos que se tenga algo loable que decir.
En tercer lugar, podemos practicar el silencio, absteniéndonos de compartir nuestra opinión sobre cualquier tema imaginable.
Cada vez que surge una crisis en el escenario nacional o mundial, parece que todo el mundo en todas partes declara inmediatamente su opinión infalible sobre el asunto.
Pero la verdad es que muchos de nosotros no entendemos muy bien estos eventos, y el mundo no está en necesidad de más comentarios.
Guarda tu opinión para ti mismo y serás considerado el más prudente.
Por último, podemos guardar silencio cuando deseemos criticar a los demás. ¡Qué fácil es hacer notar los defectos de los demás!
Y es aún más fácil repetir estos errores, ciertos o falsos, a los demás, desgarrando a las personas y perjudicando su reputación aunque sólo sea para hacernos sentir mejor.
Es difícil mantener el silencio cuando sentimos el impulso de criticar, pero también es vivificante
“La lengua esta puesta entre nuestros miembros, como un mundo de maldad“, dice Santiago.
Las palabras tienen poder, aunque sea invisible, y lo que decimos hará eco en la eternidad.
Si bien no somos monjes de clausura, podemos aprender a practicar el silencio en el estado en que Dios nos ha llamado, restringiendo nuestras lenguas con sabiduría para que podamos escuchar la voz de Cristo y llegar a mejor conocerlo.
Esto que podemos hacer a nivel personal también debemos hacerlo en la misa.
LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO EN LA LITURGIA
Muchos católicos se quejan con razón de la falta de silencio en la celebración de nuestra liturgia romana.
Es importante, por tanto, recordar el significado del silencio como un valor ascético Cristiano, y por lo tanto una condición necesaria para la oración contemplativa profunda.
Sin olvidar el hecho de que se prescriben oficialmente momentos de silencio durante la celebración de la Santa Eucaristía, con el fin de resaltar la importancia de lo que transcurre.
Los católicos “se quejan con razón” por la falta de silencio en la Misa puesto que el silencio es a la vez una forma de oración en sí misma y también es la apertura que uno necesita para hacer la oración.
EL SILENCIO COMO UN VALOR CRISTIANO ASCÉTICO
De acuerdo con su eminencia el cardenal Robert Sarah, [71 años] el Prefecto del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (una de las oficinas dentro de la Curia Romana) escribió esto en su ensayo, “Silencio en la Liturgia”, publicado en italiano en L’Osservatore Romano el 30 de enero de 2016:
“El ascetismo es un medio indispensable que nos ayuda a eliminar de nuestra vida cualquier cosa que lo agobie, en otras palabras, cualquier cosa que dificulta nuestra vida interior o espiritual y, por tanto, es un obstáculo para la oración.
Sí, es precisamente en la oración que Dios nos comunica su vida a nosotros, en otras palabras, manifiesta su presencia en nuestra alma al irrigarla con las corrientes de su Amor Trinitario: El Padre a través del Hijo en el Espíritu Santo. Y la oración es esencialmente silencio”.
Uno debe practicar para llegar a ese silencio necesario con el fin de ser receptivo a la semilla de la palabra de Dios; que debe encontrar ese lugar de “buena tierra” donde pueda “producir una buena cosecha”.
No importa si esa semilla es como una “semilla de mostaza” porque sabemos que llega a crecer hasta convertirse en uno de los arbustos más grandes.
El silencio personal de este tipo es de vital importancia para aquellos momentos de la liturgia donde el silencio, es una respuesta a la palabra de Dios.
Todos los grandes santos eran grandes en la práctica de la oración o se convirtieron en grandes con la práctica.
No todos comenzaron sus viajes como maestros de oración. Muchos tuvieron problemas con él durante años. Santa Teresa de Ávila y otros escribieron libros al respecto
EL SILENCIO ES UNA CONDICIÓN NECESARIA PARA UNA PROFUNDA ORACIÓN CONTEMPLATIVA
El silencio es necesario como una forma de oración en sí misma. Se trata de una búsqueda y una respuesta al Dios vivo.
¿Si se está en oración, es bueno charlar sin fin, sin nunca callarse para escuchar la respuesta de Dios?
Si uno de los cónyuges de un matrimonio habla sin parar, ¿cómo puede él o ella oír la respuesta del otro?
Lo mismo se dice de la gran “conversación” entre Dios y la persona en la Liturgia.
La adoración del Padre en y a través del Hijo por obra del Espíritu Santo es un acto tan santo que requiere tiempo de silencio – de adoración en silencio, conformidad en silencio, de profunda reverencia en silencio.
El silencio es un acto de amor. Es receptividad total. El individuo – el alma – están hechos para Dios como una maceta está hecha para que plantas crezcan el ella.
Las plantas crecen en silencio y sus orígenes se ocultan profundamente dentro del “vientre” de la tierra fértil. El silencio nos cambia. Necesitamos la “acción” sagrada del silencio.
En el artículo antes mencionado del cardenal Sarah, él dice esto acerca del silencio como una condición para la oración contemplativa:
“Los Evangelios dicen que el mismo Salvador oró en silencio, especialmente de noche, o retirándose a lugares solitarios.
El silencio es típico de la meditación de la Palabra de Dios. Lo volvemos a encontrar sobre todo en la actitud de María hacia el misterio de su Hijo.
La persona más silenciosa en los Evangelios es, por supuesto, San José; ni una sola palabra suya quedo registrada en el Nuevo Testamento para nosotros”.
Tal vez María no estaba en la sinagoga o en algún nivel de oración formal cuando se le apareció el arcángel San Gabriel, pero ella estaba en profunda oración silenciosa.
El que ha sido instruido en los caminos de Dios puede entrar fácilmente en la oración, incluso mientras barre el suelo o hila lana. San Pablo nos exhorta a “Orar sin cesar”.
EL SILENCIO COMO UN COMPONENTE IMPORTANTE DE LA LITURGIA
Todas las parroquias deben permitir el silencio en la Iglesia, tan pronto como se entra en ella; es abrir la puerta misma del cielo.
Pero, por desgracia, muchas iglesias son cada vez más como lugares de chismes y cotilleo antes de la Misa. Y sin embargo, la mayoría de los sacerdotes no tienen en cuenta la cuestión del silencio en sus iglesias.
Hablar – incluso cortésmente – con la gente de la parroquia es encontrarse con el desconcierto y una mirada de perplejidad, así como la típica respuesta de que “la Misa no ha comenzado todavía” o la “Misa ya terminó”.
No son capaces de reconocer que Jesús todavía está presente en la Eucaristía reservada.
Así la Misa se reduce a menudo a algo así como un espectáculo.
En la puerta del Monasterio de las Hermanas de la Preciosa Sangre en Manchester, hay una señal que dice: “Por el amor de Jesús presente en el tabernáculo guarde amablemente silencio en este lugar”.
En el Antiguo Testamento el profeta Habacuc declaró al pueblo del antiguo Israel en su oráculo del mismo nombre: “El Señor está en su santo templo; calle delante de él, toda la tierra”.
Del mismo modo el profeta Sofonías llama al silencio: “¡Silencio en la presencia de Dios el Señor. Sí, el Señor ha preparado un sacrificio”.
Si estos dos profetas llamaron al silencio ante la presencia de Dios cuánto más nosotros, los hombres del Nuevo Testamento, debemos estar en silencio ante Jesús presente en el tabernáculo – Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
En su artículo, “El silencio en la Misa”, David Philppart describe el silencio como “similar al silencio que se gesta entre las personas que se conocen y se aman el uno al otro tan bien que las palabras no siempre son necesarias; el silencio lleno de respeto evocado por un encuentro con la belleza; la quietud que ocurre en aquellos que miran, escuchan o tocan con sus corazones, así como con sus ojos, oídos y manos”.
Además, en el mismo artículo se dice,
“El silencio de la liturgia es comunitario. La asamblea mantiene una comunión de calma.
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Cada uno trata lo mejor posible de permanecer silencioso, es algo más que un grupo de individuos callados e inmóviles por casualidad.
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Es el Cuerpo de Cristo escuchando y atendiendo a la voz de Dios“.
De nuevo
“El silencio en la liturgia es silencio mantenido a propósito. Es deliberado y por lo tanto activo.
No es un interludio, ni un intermedio, ni una interrupción de la acción. En su momento, es la acción: Nosotros mantenemos el silencio. ‘Estén quietos y sepan que yo soy Dios’, canta el salmista.
El silencio en la liturgia es la escucha activa a Dios que Samuel demostró cuando, fue despertado de su sueño por la voz de Dios, y respondió: ‘Aquí estoy, vengo para hacer tu voluntad’, y luego se quedó en silencio ante lo Divino”.


Foros de la Virgen María

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