viernes, 9 de septiembre de 2016

ESTAS SON LAS ENSEÑANZAS CATÓLICAS SOBRE EL FINAL DE LOS TIEMPOS


Por estos días hay una ‘sed de la segunda venida del Señor’ porque los católicos ven que “esto no da para más”.
El avance del mal en el mundo, el descreimiento de Dios y pensar en un mundo maravilloso sólo con los recursos humanos, y la apostasía generalizándose en la Iglesia, llevan muchos católicos a pensar que la Segunda Venida del Señor está cercana.
Es buen momento para ver lo que dice formalmente la Iglesia al respecto en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Estos 5 puntos que trataremos no son una escatología completa, sino sólo un esbozo de los principios básicos de la doctrina católica.
Si bien no podemos saber la hora exacta de su venida, hay señales que podemos ver si tenemos ojos para verlas.
Estas señales dan sólo indicaciones pero nos pueden permitir estar alertas porque Él vendrá “de repente” y muchos serán tomados por sorpresa.
Veamos 5 puntos centrales compartidos por todos a partir de lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica.
A partir de estos 5 puntos hay una serie de variantes que los teólogos han desarrollado, y se expresan en diferentes corrientes, que no trataremos aquí.
 RÁPIDO Y REPENTINO
Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente aun cuando a nosotros no nos “toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad”.
Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento, aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén “retenidos” en las manos de Dios. (CIC #673).
Este punto del Catecismo establece el tono del equilibrio que debe mantenerse.
Por un lado, Cristo dice que Él viene pronto y que su venida podría ser a la vez súbita y sin aviso.
Pero esta verdad debe ser mantenida en tensión con otras verdades que exponen ciertas cosas que se deben lograr y ciertos signos que deben aparecer antes de entonces.
Y estas cosas no son fácilmente o rápidamente logradas.
SUSPENDIDO HASTA QUE…
La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia, se vincula al reconocimiento del Mesías por “todo Israel” del que “una parte está endurecida” en “la incredulidad” respecto a Jesús.
San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: “Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas” (Hch 3, 19-21).
Y san Pablo le hace eco: “si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?” (Rm 11, 5).
La entrada de “la plenitud de los judíos” en la salvación mesiánica, a continuación de “la plenitud de los gentiles, hará al pueblo de Dios “llegar a la plenitud de Cristo”  en la cual “Dios será todo en nosotros”. (CIC # 674).
Esta mención del Evangelio a todas las naciones, y la aceptación de Cristo por los Judíos parecerían ser asuntos que tomarían algún tiempo.
¿El “endurecimiento” del pueblo de Israel ha cedido?
Esto es discutible. A pesar de ciertos movimientos de “judíos mesiánicos” no parece que el endurecimiento que llegó a Israel se haya levantado en forma amplia o que Jesús haya sido reconocido por “todo Israel”.
¿Ha alcanzado realmente el Evangelio a todas las naciones? ¿Es suficiente el número de gentiles que están sirviendo a Dios y se arrepintieron?
Quizá sea así, se podría argumentar. Hay muy pocos lugares en el mundo donde no hay presencia de los cristianos, y sin embargo en un planeta de siete mil millones de personas menos de un tercio son cristianos nominalmente y aún menos cristianos en la realidad.
¿Y qué se quiere decir con “la totalidad” de los gentiles? Ese número está oculto para nosotros y sin duda puede ser objeto de debate.
SUFRIMIENTO Y SEDICIÓN
Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes.
La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.
La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne. (CIC # 675).
Es evidente que muchos de estos problemas han afectado a la Iglesia en todos los tiempos.
Siempre ha habido persecución. Muchos se han alejado; algunos por el cisma y algunos por incredulidad.
También ha habido momentos en los que el amor de muchos se ha enfriado.
Es evidente que estos son problemas graves y que han crecido hasta involucrar a la mayor parte del mundo hoy en día.
Sólo Dios sabe cuándo estos síntomas estarán presentes en su totalidad o sea hasta donde va llegar la prueba y la apostasía.
RECHAZO DE LA UTOPÍA SECULAR
Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico.
Incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo, sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso” (CIC # 676).
Muchos en la historia humana, y especialmente en los tiempos modernos, han avanzado sobre la idea de que puede presentarse una utopía secular basada en el esfuerzo humano, y operada bajo la acción de un gobierno o poder terrenal o una figura carismática.
Regímenes y movimientos represivos (a menudo dirigidas por líderes poderosos o carismáticos) del siglo pasado demandaban el poder para usarlo en la construcción de esa utopía; mencionemos sólo dos: el nazismo y el comunismo.
El triste legado del siglo XX muestra cuan trágicos y sangrientos han sido tales intentos.
También hay formas religiosas de esta utopía. La Iglesia rechaza las formas religiosas de esta idea, que sostienen que antes de la segunda venida de Cristo habrá un período de mil años durante el cual Cristo reinará en la tierra o durante el cual la Iglesia logrará de alguna manera una victoria total antes de su Segunda venida.
Sin embargo este punto da para mucha discusión y muchos matices.
UN ÚLTIMO DESENCADENAMIENTO DEL MAL
La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección.
El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa.
El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio Final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa. (CIC # 677).
Se prevé por la Escritura y la Iglesia un último desencadenamiento intenso del mal, y este conflicto cósmico marcará el comienzo del gran triunfo y el juicio final.
Este desencadenamiento en toda la potencia del diablo en el final es misterioso y difícil de entender, pero está claramente establecido en la Escritura, tal vez como una prueba final para la Iglesia, tal vez como una demostración definitiva del poder de Dios.
MANTENER EL EQUILIBRIO
Cada uno de los cinco puntos debe estar sujeto a equilibrio, porque todos estos signos han estado presentes en la historia de la Iglesia, pero no en el sentido definitivo y final.
Podemos y debemos estar atentos a estos signos, pero exactamente cuándo y cómo llegarán a un nivel definitivo no puede ser conocido por nosotros.
Cristo dijo que vendrá a la hora que no esperamos (Mat. 24:44) y que nadie sabe el día ni la hora (Mt 24:36).
El punto clave es que debemos mantener el equilibrio en estos cinco principios que marca el Catecismo, y debemos aceptar la tensión de conocer los signos pero no el calendario definitivo.
La mayoría de los errores en la escatología proceden de una falta de equilibrio y una falta de apreciación de que la época final en el que vivimos está llena de misterios y significados conocidos solamente por Dios.
El tiempo mismo es misterioso como son los significados más profundos de los acontecimientos y la historia humana.
El Señor, mientras que nos da un marco que nos recuerda de su venida de manera misericordiosa, ha insistido en que no está en nosotros saber el tiempo fijado por el Padre, y mucho menos el día y la hora.
La humildad, la vigilancia en oración, la disposición a la obediencia, el don de la santidad, y un anhelo ardiente del Reino en todo su esplendor, representan nuestra mejor postura.
Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, vengo pronto.” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap. 22: 20).
Fuentes:
Foros de la Virgen María


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