miércoles, 17 de agosto de 2016

LA JUSTICIA DE DIOS


"El reino de los cielos se puede comparar al dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar trabajadores para su viña. Acordó con ellos pagarles el salario de un día y los mandó a trabajar a su viña. Volvió a salir sobre las nueve de la mañana y vio a otros que estaban en la plaza, desocupados. Les dijo:
- Id también vosotros a trabajar a mi viña. Os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. El dueño salió de nuevo hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Alrededor de las cinco de la tarde volvió a la plaza y encontró a otros desocupados. Les preguntó:
- ¿Por qué estáis aquí todo el día, sin trabajar? Le contestaron:
- Porque nadie nos ha contratado. Entonces les dijo:
- Id también vosotros a trabajar a mi viña.
Cuando llegó la noche, el dueño dijo al encargado del trabajo: 
- Llama a los trabajadores, y págales empezando por los últimos y terminando por los primeros. Se presentaron, pues, los que habían entrado a trabajar alrededor de las cinco de la tarde, y cada uno recibió el salario completo de un día. Cuando les tocó el turno a los que habían entrado primero, pensaron que recibirían más; pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día. Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño. Decían: 
- A estos, que llegaron al final y trabajaron solamente una hora, les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el trabajo y el calor de todo el día. Pero el dueño contestó a uno de ellos: 
- Amigo, no te estoy tratando injustamente. ¿Acaso no acordaste conmigo recibir el salario de un día? Pues toma tu paga y vete. Si a mí me parece bien dar a este que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O quizá te da envidia el que yo sea bondadoso?
De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos."

Esta parábola les hace exclamar a algunos: ¡Qué injusticia! Todos nos parecemos un poco al ermitaño del "Condenado por desconfiado", que no acepta llevar toda una vida de penitencia y tener el mismo destino que un bandido. Nuestra justicia está ligado a los méritos. Y para Dios lo que importa es lo que amamos. 
Aquellos predicadores y artistas de hace años, que hablaban o pintaban la justicia de Dios, con voz atronadora, mostrando a Dios lanzando a los hombres al infierno, "por un solo pecado mortal". No habían entendido esta parábola. Dios nos espera hasta el último suspiro. Es el buen pastor que se alegra por la oveja perdida, que prefiere uno que se convierte a mil que ya son creyentes. Está claro que su justicia no es nuestra justicia. No es una justicia de leyes, sino de amor. Él quiere que todos se salven. Su Hijo no se encarnó en vano. Lo hizo para mostrarnos que Dios es Padre, Abba. Su justicia es la justicia de un padre-madre. De quien nos ama de verdad. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario