Los instrumentos quirúrgicos
que se usan para el aborto tienen una alta simbología, al punto que se ha
creado una cruz con los instrumentos abandonados en dos clínicas abortistas.
Y también traemos el caso de
un médico abortista que se hizo pro vida y entregó al Papa Francisco los
instrumentos con los que hacía sus abortos.
MARCHA POR LA VIDA EN HUNGRÍA CON LA CRUZ DE LOS PECADOS
Cientos de personas de toda
Europa se reunieron en la Plaza de Capistrano y marcharon por el centro de esta
antigua ciudad tañendo campanas en conmemoración de los muertos por aborto,
mientras se detenían para mostrar imágenes de una cruz inusual hecha
enteramente de instrumentos de aborto.
La
Marcha por la Vida en Belgrado se celebró 23 de julio de 2016, el día después
de que el 560º aniversario del fin del cerco de Belgrado y la derrota de los
invasores musulmanes turcos.
La conferencia
llevada a cabo en conjunto con la marcha, se enmarca en
términos marciales como “la Guerra de las Cunas” y se mantuvo en el museo
militar de la ciudad.
Los manifestantes procedentes
de 20 países sonaban constantemente una campana a medida que avanzaban por la
ciudad, tomando turnos para recitar los nombres de los niños no nacidos muertos
por aborto en sus lenguas nativas, de acuerdo con el organizador del evento Imre Teglasy,
un húngaro profesor de idiomas y sobreviviente de aborto. Ver en este video su
historia:
Quince
veces se detuvieron, o sea en cada una de las estaciones de la cruz
que marca los acontecimientos de la pasión de Cristo.
En
cada parada, dijeron juntos oraciones compuestas por la Dra. Kovacs Zita, una líder
pro-vida rumana, que estaban inscriptas
en tablas de piedra que forman parte de una exhibición pro-vida
permanente allí.
Pero en el centro de la marcha
fue una cruz monstruosa, “la Cruz de los Pecados”, creada hace seis años por un
austríaco, el Dr. Josef Presslmayer, totalmente construida de instrumentos de
aborto abandonados por el personal de dos clínicas de aborto de ese país que
cerraron después vigilias pro-vida.
La
cruz se ha mostrado en Fátima y fue utilizada en otras protestas y marchas en
Austria, Hungría y también en contra de la introducción de la RU486 allí. “La
protesta fue un éxito”, dijo Teglasy, “no hay guerra química por RU486
en Hungría ahora”.
Pero la cruz es ahora considerada demasiada frágil,
para viajar y permanece en la casa del
Dr. Presslmayer, donde sirve como un santuario pro-vida que une el
sufrimiento de Cristo con los niños por nacer.
Y agregó sobre la marcha que en realidad es el
Espíritu Santo, el responsable de las “15 estaciones que simbolizan la
tortura y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, llamando la atención sobre la tortura y la muerte de nuestros hijos antes
de nacer“.
Esto nos trae a la mente al fundador de la
Asociación Italiana Ginecología y Obstetras Católicos (AIGOC), Antonio Oriente, que ni bien comenzó el
pontificado de Francisco le entregó a éste los instrumentos con lo que había
realizado sus abortos.
“SANTO PADRE YA NO HAGO MÁS
ABORTOS, ESTOY A FAVOR DE LA VIDA”
Antonio Oriente era un médico
de condición humilde que el aborto le permitía una buena posición económica.
Una esposa que deseaba tener hijos pero no podían. Y luego la culpa y “ángeles”
humanos que le presentaron a Jesús en medio de su tribulación.
Y
lo demás vino por añadidura. Se convirtió, dejó de hacer abortos, fundó la Asociación Italiana de Ginecólogos y Obstetras Católicos
(AIGOC), y Dios le regaló el embarazo de su esposa y dos hijos.
El
doctor Antonio Oriente vivía su cotidianeidad practicando abortos
rutinariamente
pero tuvo un cambio radical que él explicó en un congreso realizado
por la asociación.
“Me llamo Antonio Oriente, soy
ginecólogo y, hasta hace pocos años, yo, con estas manos, mataba a los
hijos de los demás”.
Silencio absoluto. La frase pronunciada es seca,
con la crudeza lógica y la simplicidad de quien ha comprendido y ya ha pagado
las consecuencias. La de quien ha
tenido el tiempo de pedir perdón.
Llaman la atención dos cosas de esta frase y son
dos enormes verdades: la palabra «mataba», que
desvela el engaño del término interrupción voluntaria, y la
palabra «hijos». No
embriones, no agrupaciones de células, sino hijos. Simplemente.
El doctor Oriente consideraba que su práctica
cotidiana de abortos era una forma de
asistencia a las personas que tenían un «problema».
“Venían
a mi estudio y me decían: “Doctor, he tenido una aventura con una mujer,
yo no quería dejar a mi familia, amo a mi esposa. Pero ahora esta mujer está
embarazada, ayúdeme…”.
Y
yo le ayudaba. O a lo mejor llegaba una chica y decía: “Doctor, era la primera
vez que me acostaba con alguien, no es el chico con el que me quiero casar, ha
sido simplemente algo ocasional. Mi padre me matará si se entera…
¡Ayúdeme!”. Y yo la ayudaba. No pensaba que me estaba equivocando”.
AÑOS DE CALVARIO
Pero
la vida continuaba haciéndole pensar: él, como ginecólogo que era, también
traía niños a la vida. Su mujer, como pediatra, atendía a los niños de los
demás.
Pero no conseguían tener hijos propios.
Una esterilidad insidiosa y sin motivo era la respuesta a su vida cotidiana.
“Mi
mujer ha sido siempre una mujer de Dios. Sólo gracias a ella y a su
oración cambió algo. Para ella no tener hijos era un sufrimiento inmenso,
enorme. Todas las noches que volvía a casa la encontraba triste y deprimida. No
podía más. Después de años de calvario, una noche cualquiera no tenía el valor
de volver a casa. Desesperado, apoyé la cabeza en mi escritorio y comencé a
llorar como un niño”.
Y
precisamente allí, en ese momento, la mano de Dios se hizo presente a través de
una pareja
que el doctor Oriente atendía desde hacía tiempo. Vieron la luz encendida tarde
en su estudio, temieron que hubiera pasado algo y subieron.
Encontraron al doctor en este estado que él define
como “de tener compasión” y,
por primera vez, abre su corazón a dos personas que eran solamente pacientes,
prácticamente desconocidos.
Le dijeron:
“Doctor, nosotros no tenemos
una solución a su problema. Sin embargo, le podemos presentar a una
persona que sí puede darle un sentido: Jesucristo”. Y lo invitaron a un
encuentro de oración que él esquivó hábilmente.
Pasó el tiempo y una noche, siempre inseguro sobre
si volver a casa o no, decidió hacerlo a pie y, al pasar junto a un edificio, se sintió atraído por una música. Entró y se
encontró en una sala donde algunas personas (casualmente el grupo de oración de
la pareja que lo había invitado) estaban cantando.
En un momento se encontró de
rodillas llorando y recibió una revelación sobre su propia vida:
“¿Cómo
puedo pedir un hijo al Señor cuando yo mismo mato a los hijos de los demás?”.
EL «NO HACER» SE CONVIERTE EN
UN PROBLEMA
Atrapado por un fervor improvisado, coge un papel y escribe su testamento
espiritual: “Nunca más muerte, hasta la muerte”. Después
llama a su “Amigo” y se lo entrega, advirtiéndolo para que vigile sobre su
constancia y su fe.
Pasan
las semanas y el doctor Oriente comienza a vivir de otra manera. Comienza
también a coleccionar problemas, sobre todo entre los colegas en su ambiente de
trabajo.
En ciertos casos el “no hacer” se convierte también en un problema:
profesional, económico, de
imagen.
Una
noche vuelve a casa y se encuentra a su mujer vomitando. Piensa en
alguna indigestión, pero continúa vomitando en los días siguientes.
Entonces, propone
a su mujer hacer un test de embarazo, pero ella se niega vehementemente. Eran
demasiados los meses en los que ella, silenciosamente, los hacía, y recibía una
puñalada al ver que siempre eran negativos…
Pero después de un mes con este malestar, él le
obliga a hacer un examen de sangre que muestra presencia del BetaHCG: ¡Estaban esperando un hijo!
Han pasado los años. Los dos hijos que la familia Oriente ha recibido como un don son
hoy adolescentes. La vida de este médico ha cambiado totalmente.
Es menos rica, menos famosa,
una “mosca” en un ambiente donde el aborto se considera aún como
una “forma de ayuda” a quien, debido a una vida poco ordenada o de
un engaño, lo solicita.
Pero él
se considera rico, profundamente rico. De alegría familiar, de sus valores, del amor de
Dios, de esa mano que le acaricia cada día haciéndole sentir digno de ser
un “Hijo suyo”.
SU ENCUENTRO CON EL PAPA
FRANCISCO
El
20 de septiembre de 2013 pudo estar cerca del Papa Francisco en la audiencia
privada que el Papa concedió a los participantes de la Conferencia
Internacional Mater Care que se celebró en Roma.
Oriente no formaba parte de la delegación de
ginecólogos que saludaría al Santo Padre. Sin audiencia reservada ni pase
alguno, Oriente decidió viajar a Roma
para unirse al Mater Care.
Horas antes de tomar su vuelo pasó por su
consultorio y “como un robot”, según explica, se dirigió a la silla
de los pacientes para mirar en su base. Encontró
ahí una estampa del año 1999 de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina,
país natal del Papa Francisco.
En ese instante, Oriente comprendió que debía tomar la imagen consigo y volar con
más decisión que nunca hasta Roma.
“Al llegar a la Sede de
Pedro me encontré con un Obispo, le dije que recorrí 800 kilómetros hasta
llegar hasta allí y que traía conmigo las herramientas del aborto para
deponerlas ante el Papa. La Virgen estuvo conmigo”.
El médico atribuye la imagen de la Virgen de Luján a una paciente argentina que hace muchos
años debió dejarla allí. La mujer pedía un aborto, pero él la disuadió y
hoy día “es profundamente feliz junto a su hijo”.
SANTO PADRE, YO YA NO HAGO MÁS
ABORTOS
En su encuentro fugaz con el Papa le dijo:
“Santo Padre yo ya no hago más
abortos, estoy a favor de la vida, quisiera una bendición para los médicos que
quieren formar un equipo sanitario a favor de la vida”.
El ginecólogo le entregó
en ese instante una bolsa con el material quirúrgico, a lo que el Papa le
respondió, según relata Oriente:
“Esta noche haré una oración.
Esto lo tengo que llevar conmigo a mi habitación a Santa Marta”.
Luego le impuso sus manos y le dijo: “Usted está bendecido y luche por la vida”.
Oriente explica que con este gesto, los instrumentos
de la muerte fueron abandonados a los pies del sucesor de Pedro en
la Tierra, tal y como la muerte se pone a los pies de Jesús a favor de la vida.
Foros de la
Virgen María
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