viernes, 1 de julio de 2016

MALAS COMPAÑÍAS


"Al salir Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:

– Sígueme.

Mateo se levantó y le siguió.

Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa, y muchos cobradores de impuestos, y otra gente de mala fama, llegaron y se sentaron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos:

– ¿Cómo es que vuestro maestro come con los cobradores de impuestos y los pecadores?

Jesús los oyó y les dijo:

– Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos. Id y aprended qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

 A Mateo hoy lo calificaríamos como corrupto. Los judíos lo odiaban porque cobraba los impuestos de Roma. Sin embargo Jesús lo llama y lo hace uno de sus discípulos.
Para los fariseos la pureza era algo capital. Comer con un pecador era convertirse en impuro. Y Jesús no sólo come con uno, sino que lo hace con muchos compañeros de profesión de Mateo y otras personas de mala fama. No comprenden que todos somos hijos de Dios y todos estamos llamados a seguirle. Y Jesús les dice que el amor es lo que Dios quiere, no las ceremonias, los ritos, las purificaciones de los fariseos. Por eso cita al profeta Amós. Dios quiere misericordia y no sacrificios.

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