Un
joven abogado, acabado de graduar del colegio de leyes y comenzando su primer
día en el trabajo, se sentó en la comodidad de su nueva oficina dando un gran
suspiro de satisfacción.
Había
trabajado duro por mucho tiempo para saborear ese momento.
Entonces,
notando un posible cliente que se acercaba a su puerta, comenzó a parecer
ocupado y enérgico.
Abrió
su libreta tamaño legal y con su pluma de escribir en mano, tomó el teléfono,
lo sujetó con su barbilla, y comenzó a escribir con rapidez mientas fingía que
hablaba con alguien importante diciendo:
-Mira Larry, en cuanto a ese trato de fusión, pienso que
mejor me llegó a la factoría y lo manejo en persona. Sí. No. No pienso que 3
millones de dólares lo logren.
Mejor hagamos que Smith, de Los Ángeles, se reúna con nosotros allí.
Está bien. Te llamo más tarde.
Mejor hagamos que Smith, de Los Ángeles, se reúna con nosotros allí.
Está bien. Te llamo más tarde.
Colgando el teléfono, colocó la pluma en el escritorio,
levantó la mirada a su visitante, se puso de pie, le extendió su mano y le dijo
con la voz más cortés y llena de confianza que tenía como abogado:
-Buenos días. ¿Cómo puedo ayudarlo?
El posible cliente respondió:
-En realidad, solo estoy aquí para conectar su teléfono.
-En realidad, solo estoy aquí para conectar su teléfono.
Hay un viejo adagio que dice, “En boca cerrada,
no entran moscas”. Es ocasiones lo mejor es, ¡mantener tu boca cerrada!
Proverbios
10:19
En las muchas palabras, la transgresión es
inevitable, más el que refrena sus labios es prudente. (LBLA)
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