VATICANO, 15 Jun. 16 / 04:24 am (ACI).-Este miércoles en la Plaza de
San Pedro tuvo lugar una nueva Audiencia General con el Papa Francisco, quien
dedicó su catequesis
a la parábola del ciego de Jericó y explicó que cuando pasa Jesús “siempre hay liberación, siempre hay salvación”.
“El Evangelista Lucas cuenta que el ciego
estaba sentado en el borde del camino mientras mendigaba. Un ciego en aquel
tiempo –pero también hasta hace poco– sólo podía vivir gracias a las limosnas”,
explicó.
Francisco dijo que “la figura de este ciego
representa a muchas personas que, también hoy, se encuentran marginadas a causa
de una desventaja física o de otro tipo”.
El ciego del Evangelio “está separado de la
gente, está allí sentado mientras la gente pasa metida en sus pensamientos… y
en tantas otras cosas; y la calle, que puede ser un lugar de encuentro, para él
sin embargo es lugar de soledad”.
“Es triste imaginar a un marginado, sobre todo en
el contexto de la ciudad de Jericó, la espléndida y exuberante como un oasis en
el desierto”, manifestó el Papa.
“Esa ciudad representa la puerta de entrada en la
tierra prometida” porque "es donde el pueblo de Israel terminó el
éxodo", aclaró después.
Volviendo al ciego, el Santo Padre recordó que “grita
llamando a Jesús” pero “la gente lo regañaba
para que estuviera en silencio”. “No tienen compasión por él, es más, les
parece molesto sus gritos. La indiferencia y la hostilidad hace ciegos y
sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor”.
El Pontífice comentó cómo alguien de la muchedumbre –según el relato– le
dice al ciego que está “pasando Jesús”. Sobre
esto, el Papa señaló que “el paso de Jesús es
indicado con el mismo verbo que en el Libro del Éxodo donde se habla del paso
del ángel exterminador que salva a los Israelitas en Egipto”.
Para el ciego cuando pasa Jesús “es como si
viniese anunciada su pascua.
Sin dejarse intimidar, el ciego grita más veces hacia Jesús reconociéndolo como
el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, abriría los
ojos a los cielos”.
“A diferencia de la gente, este ciego ve con los
ojos de la fe” y “gracias
a ella su súplica tiene una potente eficacia”, añadió.
Jesús al oírlo se para y hace que el centro de atención sea el ciego. “Se realiza aquí un doble paso: por un lado, la gente
había anunciado una buena noticia al ciego, pero no quería tener nada que ver
con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia de que el buen anuncio
implica poner en el centro de la propia calle a aquel que estaba excluido”.
Por otro lado, “el ciego no veía, pero su fe
le abre la vía de la salvación y él se encuentra en medio de cuantos han bajado
a la calle a ver a Jesús”.
Por tanto, “el paso del Señor es un
encuentro de misericordia que une a todos en torno a Él para permitir reconocer
quien tiene necesidad de ayuda y de consuelo”.
El Papa comentó que las palabras que Jesús dirige al ciego “¿qué puedo hacer por ti?” son “impresionantes”: “El Hijo de Dios ahora está frente al
ciego como un humilde siervo”. “Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el
ciego responde a Jesús no llamándolo más ‘Hijo de David’ sino ‘Señor’, el
título que la Iglesia
desde los inicios aplica a Jesús Resucitado”.
Entonces, “el ciego pide poder ver de nuevo
y su deseo viene cumplido: ‘¡Que puedas ver de nuevo!, tú fe te ha salvado’”.
“Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se
siente amado por Jesús”, afirmó el Papa. “Por eso el relato termina diciendo que el ciego comenzó
a seguirlo glorificando a Dios: se hace discípulo, de mendigo a discípulo”.
Pero “se da otro milagro: lo que le ocurre
al ciego hace que la gente también vea. La misma luz ilumina a todos aunándolos
en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia a todos aquellos
con los que se encuentra: los llama, los atrae hacia sí, los reúne, los sana y
los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor
misericordioso”.
Por Alvaro de Juana
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