lunes, 20 de junio de 2016

LA ENSEÑANZA QUE NOS DEJA LA PERSECUCIÓN DEL PADRE PÍO DENTRO DE LA IGLESIA


¿Que nos dejan de enseñanza los oscuros años en que el Padre Pío fue tratado como malhechor dentro de la Iglesia?

Mas de cinco décadas han pasado desde cuando el Padre Pío fue rehabilitado por el Papa Pablo VI de las restricciones injustas y severas a su ministerio, y que el Santo había tomado con profunda obediencia.

Este relato nos da una preciosa enseñanza del talante de obediencia de un Santo cuando la Iglesia decide una serie de restricciones; y de la presencia de fuertes pecadores en cargos importantes dentro de la Iglesia.

El humilde fraile italiano había sido bendecido con dones sobrenaturales como la lectura de las almas, los corazones y las mentes, y también fenomenales poderes intercesores por los enfermos para curaciones milagrosas de Dios. Pero en 1960 el ministerio del Padre Pío se vio seriamente limitado después de una extraña serie de acontecimientos.

LA PRIMERA PERSECUCIÓN

La primera persecución contra el padre Pío se vincula a la experiencia de los estigmas visibles, que había recibido el 20 de septiembre de 1918 (desde comienzos de esa década los tenía, pero invisibles). Los estigmas le dieron gran fama.

El provincial de los capuchinos de Foggia, primero, y la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma, después, le enviaron médicos famosos para estudiar sus heridas. Ambos galenos dieron veredictos favorables. Para el profesor Romanelli, director de un hospital, no cabía duda que los estigmas eran sobrenaturales, para el doctor Jorge Festa, estos “tenían un origen que los conocimientos científicos estaban lejos de explicar”. El hecho de poseer los estigmas, y la atestiguación médica en su favor, acreció la fama del padre.

Miles de personas fueron a ver al Padre Pío a San Giovanni Rotondo para besarle las manos, confesarse con él o ir a sus misas. Hasta los periódicos informaron que un sacerdote de Pietrelcina tenía los estigmas de la pasión de Cristo.

La Santa Sede quiso investigar. Uno de sus más importantes allegados se hizo presente. Se trataba del sacerdote y doctor en medicina Agostino Gemelli –cuyo nombre lleva hoy el policlínico en donde fue hospitalizado san Juan Pablo II tras el atentado de la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981-.

El padre Gemelli también era franciscano, y una autoridad en psicología experimental, fundador de la Universidad Católica de Milán y gran amigo del papa Pío XI.

Gemelli viajó a San Giovanni Rotondo para ver al padre Pío. Y una vez ante él le pidió que le mostrase los estigmas. El padre le preguntó si tenía una autorización escrita, lo cual era necesario. Como Gemelli dijo que no, Pío se negó a mostrárselos. El padre Gemelli se sintió desairado y se fue del convento con la idea de que los estigmas, que no había revisado, eran falsos.

De este modo Gemelli publicó un artículo de negativa publicidad para el padre Pio afirmando la falsedad de los estigmas y su carácter neurótico. El Tribunal del Santo Oficio, apoyado en esta opinión emitió un decreto declarando que no constaba que los estigmas fuesen de carácter sobrenatural.

En los años siguientes se emitieron tres decretos más de carácter restrictivo. El último formalmente sancionaba al padre Pio: le prohibía recibir visitas, o que los fieles mantuviesen con él correspondencia epistolar. No podía pues, ni confesar ni dar dirección espiritual. Incluso su propio confesor fue apartado de él. No podía mostrar las llagas, ni hablar de ellas, ni permitir que se las besaran, La Misa debía celebrarla en privado, sin fieles, sin los muchos hijos de carácter espiritual que para entonces ya tenía.

Entre 1923 a 1933, el padre Pío pasó diez años aislado del mundo exterior, en esta confinación impuesta por la autoridad eclesial. El sufría y sus hijos espirituales también. Pero se mostró siempre obediente.

La opinión de Gemelli no fue la única herida infligida contra su fama. Nada menos que el arzobispo de Manfredonia, Pasquale Gagliardi (en cuya diócesis se encuentra situado el convento) le acusó de estafador. Hombre de proceder pecaminoso, miraba con cierta envidia que aquel humilde convento se convirtiese en fuente de peregrinación, y que recogiese en limosnas y donaciones el aporte de los fieles agradecidos llegados de afuera. Eso excitó su codicia. Además que le resultaba un reproche que en el aquel lugar hubiese un hombre santo, cuya vida era una denuncia de la suya propia, que navegaba por aguas impuras (el santo, que leía las conciencias, le descubrió que mantenía una amante, cosa que excitó su odio contra él). De hecho monseñor Gagliardi tenía mala reputación aún antes del caso del padre Pío. Había fieles que le acusaban de simonía y conducta depravada, pero él siempre había logrado eludir las acusaciones.

Por lo que respecta al padre Pío, monseñor Gagliardi tejió una conspiración en su contra. Contaba con un grupo de canónigos que le apoyaban y calumniaban al santo. Pero él mismo procedió aún con más audacia. Personalmente, monseñor Gagliardi se trasladó a Roma para entrevistarse con el papa Pío XI. Tal reunión se realizó el 2 de julio de 1922. Y agregó el perjurio a sus calumnias. “Yo mismo lo he visto, lo juro, descubrí un frasco de ácido con el que se provoca las heridas y colonia para perfumárselas. El Padre Pío es un poseso del demonio y los monjes de su convento unos estafadores…”. El 16 de mayo de 1923, el Santo Oficio procedió a su condena formal, negando el carácter sobrenatural de los carismas del padre Pío y aislándole.

Pero también amigos del padre Pío, como Emmanuele Brunatto, exigieron una investigación. Así se descubrió la verdad sobre estos farsantes. Los canónigos amigos de Gagliardi que habían infamado al padre Pío fueron descubiertos paulatinamente y sancionados. Pero también hubo testigos con numerosas pruebas que demostraron los escándalos de monseñor Gagliardi, de modo que en octubre de 1929, por fin, el arzobispo de Manfredonia fue destituido. Despojado de sus insignias episcopales e incluso de los derechos del estado clerical se retiró miserablemente a la vida privada.

No obstante el Santo Oficio mantuvo sus presiones sobre el padre Pío. Pesaba aún la opinión del padre Gemelli y entre 1931 y 1933 se le aisló aún más.

Pero finalmente, en 1933 el papa Pio XI envió a monseñor Paretto para obtener información de primera mano y fidedigna sobre la personalidad y los fenómenos en torno al padre Pío. Esta opinión fue favorable. En julio de 1933, por voluntad expresa de Pío XI el Santo Oficio rehabilita al Padre Pío.

Pasarán casi 30 años hasta que vuelva a ser perseguido por el Santo Oficio, siendo pontífice Juan XXIII.

LAS REALES RAZONES DE LA PERSECUCIÓN AL PADRE PÍO

Resulta intrincada la manera en que sus compañeros frailes intentaron manipularlo. Un tema muy divisivo era el dinero invertido en el hospital, que el Padre Pío había fundado, la Casa Alivio del Sufrimiento.

Cientos de miles de dólares fueron donados para la construcción del hospital. Entusiasmados por la idea de hacer dinero rápido, los superiores del Padre Pío le preguntaron si podían utilizar las donaciones para otros fines, aparentemente también para un esquema para hacerse rico rápidamente. El Padre Pío se negó porque el dinero no le pertenecía. Cuando perdieron grandes sumas de dinero en el esquema, le ordenaron a él, por obediencia, darles las donaciones del hospital. Para su disgusto, se negó de nuevo. Esto le valió su descontento, y con el fin de buscar pruebas contra él, espiaban lo que pasaba en su confesionario.

Un informe detallado sobre del Padre Pío alegando males acciones fue enviado al Papa Juan XXIII. Incluía acusaciones de que el Padre Pío tenía contacto sexualizado con algunas mujeres que iban a la confesión.

El libro de Stefano Campanella“Obedientia et pax. La verdadera historia de una persecución falsa”. – es una clase magistral para la comprensión de los acontecimientos que condujeron a la información falsa dada a San Juan XXIII, y las consecuencias para el Padre Pío.

LA SEGUNDA PERSECUCIÓN

Al principio de la llamada “segunda persecución” del padre Pío, sucedida entre 1960 y el 1961, estuvo Umberto Terenzi, párroco romano del Divino Amor, que quería proteger al fraile y a su Casa de Alivio del Sufrimiento, de las injerencias de los que mostraban demasiado interés por el dinero.

Terenzi obtuvo del Santo Oficio el encargo verbal de investigar, pero presentándose a San Giovanni Rotondo como representante papal, ciertamente exageró: dejó que se creyese (pero no era así) que se tenían que referir los hechos al Pontífice.

Se pusieron micrófonos y una grabadora en el lugar donde el padre Pío – fuera del confesionario – se reunía con los fieles, y en una charla con una tal Cleonice Morcaldi, los que escuchaban creyeron oír “un beso”.

Las grabaciones fueron enviadas al Santo Oficio. La iniciativa enfadó al Papa que, por esto, ordenó quitar los micrófonos. No sólo esto, sino que desde ese momento evitó todo encuentro con Terenzi. Fue nombrado por tanto, Carlo Maccari como visitador apostólico.

LA VISITA APOSTÓLICA DE MONSEÑOR MACCARI

La CDF, entonces conocida como el Santo Oficio, dio el rol de visitador apostólico a Mons. Maccari. En el verano de 1960, el solemne Mons. Maccari visitó al Padre Pío, en el 50 aniversario de la ordenación del santo, y luego hizo una lista de sanciones. Una difusión del P. Apostoli, Padre Pio: Los años posteriores, aborda el tema de la visita de Mons. Maccari.

Este Monseñor tenía el simple cometido de recoger información para referirla a su superior, y se sintió tan apoyado por el Papa que se atrevió a hablar en su nombre.

Y acabó acreditando las acusaciones falsas contra el padre Pío, el fraile que puede decirse hermanado con Roncalli “no sólo por la coincidencia de las misma fecha de ordenación sacerdotal -explicó Campanella- sino sobre todo por la concepción idéntica de la misión y papel del sacerdote y del mismo modo de posicionarse en el interior de la Iglesia, es decir encontrar la paz interior en la obediencia”.

Al Padre Pío se le prohibió celebrar bodas y bautizos, sólo se le concedió un espacio estricto de 30 minutos para la misa, que fue ajustada si tenemos en cuenta que el Padre Pío pasaba cuatro horas celebrando la misa en un día de fiesta.
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A algunos individuos se les prohibió ir con él para confesarse, y cuando oía confesiones, él sólo tenía tres minutos para cada penitente. No se le permitió hablar con las mujeres a solas.
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Además, los monjes en el monasterio que eran sus amigos fueron trasladados, entre ellos algunos que actuaban en calidad de enfermeros de San Pio porque estaba muy enfermo. Además, el padre Pío tuvo que cederles el título de la Casa Alivio del Sufrimiento.

Lo más irritante, es que el superior del Padre Pío, el padre Rosario, fue más allá de la CDF. Puso carteles embarazosos diciéndole a la gente que no se acercarse al Padre Pío, prohibió a los otros frailes mostrar bondad hacia el Padre Pío, como ayudarlo a subir las escaleras o llevarle un vaso de cerveza cuando había calor extremo.

Durante un tiempo pareció que el Padre Pío viviría sus últimos años tratado como un bellaco. Para un relato maravillosamente detallado de este período en la vida de San Pio, es recomendable el libro de Renzo Allegri, El Padre Pío: El hombre de la Esperanza.

LA VISITA APOSTÓLICA DEL PADRE PHILIPPE

Lo verdaderamente inédito, relatado por Campanella, es la visita apostólica de un solo día, hecha en febrero de 1961 por el padre dominico Paolo Philippe. Llegado a la localidad de Garganica, el futuro cardenal y consultor del Santo Oficio, interrogó al padre Pío. El informe de este suceso no deja espacio a otras interpretaciones.

“El padre Pío me pareció un hombre de inteligencia limitada -escribió el padre Paolo Philippe,- pero muy astuto y obstinado, un agricultor astuto que camina por sus caminos sin enfrentar a sus Superiores de frente, pero sin ninguna voluntad de cambiar”, “él no es ni puede ser un santo (…) y ni siquiera un sacerdote digno”.

“El padre Pío ha pasado insensiblemente de manifestaciones menores de afecto a actos cada vez más graves, hasta el acto carnal. Y ahora, después de tantos años de vida sacrílega, quizás no se da cuenta de la gravedad del mal. Esta es la historia de todos los místicos falsos que han caído en el erotismo”.

“El padre Pío no es sólo un falso místico, que es consciente de que sus estigmas no son de Dios, y a pesar de esto, deja que se construya toda su fama sanctitatis sobre sí, sino que peor todavía, es un desgraciado sacerdote, que se aprovecha de su reputación de santo para engañar a sus víctimas”.

En fin, el padre Pío era para el dominico

“el mayor fraude que se pueda encontrar en la historia de la Iglesia”.

Y pensar que le bastó un solo día de investigación, construida exclusivamente en rumores, para poner en papel tanta animosidad.

LA POSICIÓN DE JUAN XXIII Y DE PABLO VI

El Papa, titubeante, llamó a consultas al arzobispo de Manfredonia. De la charla, que Campanella cuenta en su libro, se evidencia que Juan XXIII entendió que las acusaciones dirigidas al padre Pío se habían construido artificialmente y por esto ordenó al Santo Oficio que no aumentara las sanciones al fraile estigmatizado. Por tanto, aunque la persecución existió, no fue Roncalli el que la dirigía.

Pablo VI cambió las cosas rápidamente. El Papa no era reacio a San Pío. Como cardenal de Milán, Pablo VI había enviado una solicitud de oraciones al Padre Pío en 1959. En 1964, el Papa Pablo intervino con la CDF y ordenó que al Padre Pío se le permitiera practicar su ministerio “en completa libertad” y que no fuera limitado “como un criminal”.

Ahora han pasado medio siglo desde que el buen nombre de Padre Pío fue restaurado en 1964. Este es un motivo de celebración en sí misma, pero hay aún más razones para la alegría. El hecho de que sucedió en 1964 significa que el Padre Pío tuvo cuatro años enteros antes de su muerte en 1968, para ejercer su ministerio y establecer su reputación como santo.

LA RESPUESTA DEL PADRE PÍO A LA PERSECUCIÓN DESDE DENTRO DE LA IGLESIA

En el libro de Padre Pio: La Verdadera Historia de Bernard Ruffin, relata que después de las vísperas del 11 de junio de 1931, el Padre Raffaele convocó a la sala convento al Padre Pío para leerle el decreto recibido:

“El Padre Pío es despojado de todas las facultades de su ministerio sacerdotal, excepto la facultad de celebrar la Santa Misa, a la que puede seguir haciéndolo siempre que lo haga en privado, dentro de las paredes del convento, en la capilla interior, y no publicitada en la iglesia”.

Respuesta del Padre Pio:

“Que se haga la voluntad de Dios”… entonces él se cubrió los ojos con las manos, bajó la cabeza y murmuró, ‘La voluntad de los superiores es la voluntad de Dios’”

Esto causó un inmenso sufrimiento a Pío, que lo confió en privado a su amigo y ex profesor, el padre Agostino, él no se quejó o hizo objeciones, sobre todo de una manera pública.

El Padre Agostino le preguntó cómo pasó su tiempo y Pio respondió:

“Rezo y estudio tanto cuanto pueda, y luego molesto a mis hermanos”. Pio pasó a hacer bromas con sus hermanos. En lo que respecta a estudiar, pasó mucho tiempo leyendo la Sagrada Escritura, y estudió sobre todo los Padres de la Iglesia.

Dios permitió que estas cosas le sucedieran a él y él optó por tratar con esto de la forma en que la Escritura nos dice que manejamos el ayuno, en privado. Padre Pío no permitió que su “ayuno” fuera “visto”.

Dos años más tarde, el 14 de marzo de 1933, el Papa Pío XI, envió representantes personales para ver al Padre Pío (Monseñor Luca Pasetto y Monseñor Felice Bevilaqua), que había sido “encarcelado” (como se refirió a él) , sin la posibilidad de celebrar la Misa públicamente desde junio de 1931.

Bernard Ruffin continúa en su libro:

No encontraron no fanático de ojos salvajes, ni neurótico, ni un rebelde amargado enloquecido, sino un hombre agradable, de buen humor. Según [el Padre] Raffaele, Pasetto estaba muy impresionado con la humildad de Pío, su docilidad, y el conjunto de su conducta. Reconoció Pío como un hombre de oración y totalmente divino”.

El Postulador de la causa de San Pio, el Padre Florio Tessari, en un inteview en L’Osservatore Romano dijo esto acerca de él en un junio de 2009:

El Padre Pío fue “un fraile que observó profundamente los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) en su vida. Él sufrió las dificultades en silencio como un auténtico Cirineo y al mismo tiempo fue crucificado sin cruz…”

Luego pasó a señalar dos elementos fundamentales que llevaron a la canonización del Padre Pío:

“La fe hasta el final y la obediencia también hasta el final, a pesar de las dificultades que encontró en su vida…”

Por supuesto, que la fe y la obediencia hasta el final fue dentro de la Institución de la Iglesia, en comunión con sus superiores, obispos y otras autoridades que trabajan en nombre del Santo Padre. No tiró la toalla, y se abandonó en la senda en que Dios permitió que sufriera.

Hay algo que aprender del gran santo en la manera en que manejó una situación particular que involucró a sus partidarios.

San Pio se enteró que algunos hombres iban a ir tan lejos como para exponer información escandalosa sobre los miembros de alto rango de la jerarquía en un libro. El esfuerzo estaba dirigido a liberarlo de su “prisión”.

Ruffin explica la respuesta de Pío. Cuando el Padre Pío, sin embargo, se enteró del próximo libro, tomó a Morcaldi por la garganta.

“¡Tu diablo!” rugió. “¡Quítate y échate a los pies de la Iglesia en vez de escribir esta basura! ¡No te configures en contra de su madre!”

Incluso después de que se enteró más tarde por Bevilacqua durante esa visita que las acusaciones eran ciertas, San Pío continuó tratando de disuadir los esfuerzos para poner fin a su “prisión” a través de la utilización de lo que equivalía a un chantaje.

Él no quería exponer escándalos, incluso si fueran verdad, por el daño que vendría a la Santa Madre Iglesia, y cómo afectaría a la unidad. Pio sabía que incluso obispos no son inmunes a los efectos del pecado original, y que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia.

Fuentes:


Foros de la Virgen María

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