"Al llegar la
noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban
reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y,
poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y
el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me
envió a mí, también yo os envío a vosotros.
Dicho esto, sopló sobre ellos y
añadió:
– Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los
perdonéis, les quedarán sin perdonar."
Hoy
tenemos la posibilidad de leer dos evangelios, ambos de Juan. El primero es
el que vamos a comentar. El segundo lo encontraréis en el vídeo de las
hermanas del Monestir Sant Benet de Montserrat, que encontraréis al final.
Nos encontramos a los discípulos,
tras la crucifixión de Jesús llenos de miedo. Nos dice el texto que, estaban
con las puertas cerradas. Nosotros también podemos estar con las puertas
cerradas. Encerrados en nosotros mismos, aislados de los demás.
Jesús se hace presente y les dice:
¡paz a vosotros! Jesús nos trae la paz. Todo lo que nos produzca miedo, nerviosismo,
ansiedad, no viene de Jesús. Él nos trae siempre la paz. Se hace presente en
nuestro corazón cerrado, para poner la paz en él.
Y Jesús tras darles la paz, envía a
sus discípulos como Él fue enviado. A curar, sanar, alimentar, hacer
justicia. Jesús no quiere que permanezcamos encerrados en nosotros mismos,
aunque sea con el corazón en paz. Jesús nos envía. Quiere que seamos otros
Cristos. Nosotros hemos de ser la cabeza, las manos, el corazón, el cuerpo de
Jesús para los otros.
Sopla sobre ellos dándoles el
Espíritu Santo. Si quieren realizar la misión de Jesús necesitan el Espíritu.
Si queremos ser sus discípulos, necesitamos el Espíritu. Un cristianismo sin
Espíritu se queda encerrado en sí mismo; es incapaz de avanzar con los
tiempos y no se hace presente en el mundo. El Espíritu nos da la vida. El
Espíritu, es el Amor presente en nosotros. Un Amor que se recibe y que se
reparte. Juan nos lo presenta como un soplo, un aire que lo llena todo. Lucas
como un fuego ardiente. Aire que es Amor que nos rodea y fuego que es Amor
que hace arder nuestros corazones.
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Enviat per Joan Josep Tamburini
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