"No te ruego solamente por
estos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de
ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí
y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me
enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola
cosa como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que
lleguen a ser perfectamente uno y así el mundo sepa que tú me enviaste y que
los amas como me amas a mí. Padre, tú me los confiaste, y quiero que estén
conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has
dado; porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo,
los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y estos también
saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer tu nombre, y seguiré
haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en
ellos."
Acabamos hoy la oración de Jesús que nos dejó
Juan en su evangelio. Como ayer, sigue pidiendo para nosotros la unidad. No
una unidad cualquiera, sino la unidad de todos los hombres entre sí y con
Dios. Para ello Jesús dice, que nos ha dado a conocer el nombre de Dios.
En la Biblia, el nombre representa la esencia de
la persona, lo que ella es realmente. Jesús nos ha dado y nos da a conocer el
"nombre de Dios". Es decir, es a
través de Él que podemos conocer a Dios. Un Dios que es amor. Todas nuestras
reflexiones, si no parten de las enseñanzas de Jesús, no conducen a Dios.
Enseñanzas de Jesús que encontramos en su Palabra, pero que también
encontramos en el hermano necesitado, perseguido, hambriento, desnudo...que
también es Jesús. Sólo entonces alcanzaremos la unidad total. Cuando sepamos
ver en el otro a Jesús, sabremos ver a Dios en todas partes y nos sentiremos
todos Uno con Él.
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