MADRID, 04 May. 16 / 10:12
am (ACI/Actuall).- El vientre de alquiler es un
negocio a la alza, una industria muy poco regulada donde los médicos ilegales,
políticos sobornados, abortos forzados y batallas legales por la custodia de
los bebés son algo habitual.
Aunque el tráfico infantil de niños gestados por vientre de alquiler se
está intentado parar, países como México se han encontrado con muchas
dificultades para lograrlo porque el negocio se ha asentado en los barrios más
pobres de las periferias, donde reina el ‘boca
oído’ y donde todo el mundo calla.
La localidad de Tabasco es famosa por ser ‘la
fábrica de bebés extranjeros’, dinero fácil para las mujeres y bebés
capricho para extranjeros de todo el mundo. De esto saben muy bien las hermanas
Hernández, mexicanas de nacimiento y, de profesión, alquiladoras de su vientre.
Su vida gira en torno a la
puesta a disposición de sus cuerpos para, nueves meses después y una cantidad
de dinero mediante, entregar a los bebés a parejas homosexuales
europeas.
Milagros, tiene 32 años; Martha, 30; María, cuenta 27 primaveras y
Paulina, ha cumplido los 22. Entre todas han dado a luz un total de 10 hijos a
los que han vendido por dinero, según ha publicado Daily Mail,
que ha entrevistado a las cuatro hermanas. Cobran hasta 14.000 dólares (12.169
euros) por cada nacimiento.
La hermana mayor, Milagros, fue quien tropezó primero con el negocio
gracias al boca oído. “Aquí todo se hace así. Te
avisa alguien que conoce a alguien… No se firman papeles de ningún tipo, es todo
de palabra”, asegura.
Milagros aceptó alquilar su vientre por una cuestión meramente práctica:
no tenía recursos suficientes para mantener a sus hermanas ni a sus tres hijos,
cada uno de un padre diferente. “La diversión del
sexo es lo único que le falta a la experiencia de ser madre de alquiler, pero
el dinero es el dinero”, añade.
“Siendo una joven madre soltera en un ambiente
pobre, las opciones de trabajo son o de camarera o prostituta, así que prefiero
ganar dinero quedándome embarazada”, se jacta
con una frialdad reseñable Milagros.
Después de entregar al primer bebé, recibió 11.000 dólares en mano
(dinero negro) y volvió a su casa creyéndose una “empresaria
de éxito”. Así fue como sus hermanas decidieron seguir sus pasos.
La siguiente fue María que con otros tres hijos biológicos que mantener,
se embolsó 10.000 dólares vendiendo un niño a un soltero homosexual de
nacionalidad francesa.
Un mexicano medio de Tabasco trata en ganar ese salario 10 años, pero
para las hermanas Hernández fue fácil incrementar sus ingresos por diez gracias
a la venta de bebés. En ningún momento tuvieron ningún tipo de remordimiento.
María, de 27 años, que está embarazada de siete meses de un “cliente” americano, ya está en contacto con los
próximos, una pareja holandesa. “Ellos me han
asegurado que me mantendrán durante la gestación, pero no quieren que mi nombre
aparezca en ningún certificado clínico. Así que ya lo hemos arreglado todo.
Cuando hayan pasado cinco meses de dar a luz al que llevo dentro, me
inseminarán los holandeses, esto es así, un negocio”.
La abuela: “Que
acumulen todos los posibles”
La matriarca de la familia,
su abuela Lourdes de 81 años, está encantada con la forma de vida que se han
planteado sus nietas. “Si yo pudiera alquilar mi
propio vientre, lo haría también. Solo espero que mis nietas acumulen todos los
embarazos que sea posible antes de que sea tarde”. “No sabía que una mujer
pudiera hacer una fortuna con un embarazo”, sentencia la abuela de la
familia.
Ninguna de las hermanas ha compartido ningún lazo genético con los
bebés, sin embargo, hay sentimientos que en un embarazo no se pueden ocultar.
Aún más cuando las hermanas Hernández han amamantado a los bebés durante los
primeros 10 o incluso 15 días, haciendo su lazo mucho más fuerte y más difícil
de romper.
Paulina, la hermana menor es la que más ha sufrido por el negocio. “A las siete semanas de mi primer vientre de alquiler
entregué al bebé en el aeropuerto para que viajara a Europa. El trayecto en
coche fue horrible. Nunca pensé que podía sentir amor por un bebé que sabía que
no era mío”.
Pero su hermana mayor Milagros no tarda en ejercer presión sobre ella. “Tienes que silenciar tu conciencia, es lo mejor que
puedes hacer para no sufrir”. De este consejo ha aprendido ella también.
“Mi primer vientre de alquiler también fue
horrible, entregué a un niño a una pareja estéril mexicana después de
amamantarlo los 10 primeros días y cuando se lo di, me exigieron cortar toda
comunicación, me prohibieron acercarme al bebé, sabía que no lo volvería a ver.
Esa es la parte más difícil”.
“Aún me despierto por la noche preguntándome donde
están todos los bebés que he dado pensando en sus vidas, donde estarán, si
están bien…” añade Milagros, quien ha sufrido
también un aborto
forzoso cuando en uno de sus contratos, los padres se echaron atrás con la
venta y exigieron que abortara al bebé. Milagros, por contrato, estuvo obligada
a cumplir con las demandas de sus clientes.
“Separarse emocionalmente de la gestación”
Por su parte, Martha condena la emoción de sus hermanas: “Hay que separarse emocionalmente de la gestación”,
aunque parece que le cuesta seguir su propio consejo, porque durante su
entrevista enseña las fotos de su primer bebé de alquiler.
“Su padre adoptivo me envía fotos de la niña a
través de Facebook y espero que siga siendo así”. Al contrario de sus hermanas que tenían hijos biológicos antes de
empezar a vender bebés, Martha no había sido madre hasta que le contrató este
padre soltero.
“Sentía que Sara era mi primera hija, cuando di a
luz la niña era muy blanca, rubia y con los ojos claros, nada que ver conmigo,
pero aún así sentía que se parecía a mí, era una sensación muy extraña, mi
corazón y mi mente estaban enfrentadas”, agrega.
Sin embargo, ese sentimiento empeoró cuando pasó con la niña su primera
semana de vida: “Los días que pasé con ella me
hicieron sentir mucho amor y cuando vino su padre a llevársela, sentí muchos
celos y aunque mi mente me decía que sólo eran clientes, sabía que tenía una
conexión con la niña”.
Todavía recuerda el día en que se la llevaron: “Le
di un último beso y desapareció, el primer mes estuve muy triste e incluso
ahora me despierto por la noche pensando en ella”. Pero Martha tiene la capacidad
de esconder su conciencia: “También pienso que es
dinero, es el negocio y ya está, la primera vez se pasa mal, las siguientes es
el mismo procedimiento”.
Estas mujeres están inmersas en un negocio que aporta a México 90
millones de dólares al año (casi 100 millones de euros). La gran mayoría del
dinero llega a las agencias quienes pueden ganar hasta 48.000 dólares (más de
52.000 euros) por servicio y sólo pagar a las mujeres 10.000 dólares (10.856
euros).
El resto del dinero se desconoce a donde va a parar.
Publicado originalmente en Actuall.
Por Beatriz De la
Rosa
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