jueves, 21 de abril de 2016

UN NUEVA TEORÍA SOBRE COMO LUCIRÁ NUESTRO CUERPO FÍSICO EN LA VIDA ETERNA…


El padre Dwight Longenecker dice que la promesa de la resurrección de la carne qué rezamos en el Credo todos los domingos es poco entendida por los católicos.

Es así que surgen las preguntas sobre que fisonomía de mí va a resucitar ¿cuando tenía 15 años? ¿Cuando tenía 30 Años? ¿Cuando tenía 50 o mi cuerpo cuando muera? ¿Y qué pasa con aquellos qué fueron volados por bombas, por ejemplo los mártires del estado islámico en este momento? ¿Y los que fueron comidos por animales como peces, leones, osos?

Hay algunos que simplistamente dicen que vamos a resucitar con nuestra apariencia a los 33 años, que es la edad de cuando Jesús murió, pero esto no tiene asidero porque el cuerpo resucitado de Jesús no era el mismo que cuando murió.

Los médicos dicen que nuestros cuerpos cambian cada 7 años, por lo tanto cada 7 años tendremos un cuerpo diferente; estamos siempre cambiando.

Pero más allá de que podemos ser reconocibles físicamente por nuestros rasgos aún a diversas edades, hay algo que es muy reconocible siempre, que es el alma.

El cristianismo cree que las personas humanas son un cuerpo con un alma, y que el alma está en cada parte de mí; el alma no está en mi cerebro, o en el corazón, o en los vasos sanguíneos, sino que está en cada célula nuestra, por lo tanto mi cuerpo y mi alma se entremezclan.

Es así que podemos hablar de un “alma celular” que es mi verdadero cuerpo de la resurrección física. Ese es el cuerpo glorioso.

El alma celular estructurada físicamente es la que será resucitada un día como cuerpo físico y es lo que dura para siempre, no mi apariencia física que tengo en cada momento de la vida.

Y por eso que cuándo Jesús resucitó a sus discípulos no lo reconocieron porque tenía un aspecto físico diferente. No era el aspecto físico qué tenía cuando estaba entre ellos vivo, sino un aspecto físico que no les permitía reconocerlo y que lo reconocieron recién cuando el habló y cuando hizo gestos como partir el pan, qué hacía habitualmente entre ellos.

Este cuerpo físico es mucho más real que el cuerpo físico que nosotros tenemos en cada momento de nuestra vida y que lo podemos ver en la secuencia de las fotos de nuestro álbum familiar.

Cuando vemos fotos de distintos períodos de nuestra vida y nos atenemos solamente a ellas, nos podemos preguntar quién soy yo, cuál de estos personas en distintas etapas de la vida encaran a mi verdadero yo.

El punto de vista judeocristiano es que el alma está arraigada y es inseparable del cuerpo.

Y por eso es que creemos que el mundo físico es importante y no somos gnósticos que creemos que el mundo físico es irrelevante y lo único que importa es el reino espiritual o sea el del alma.

Como están unidos el cuerpo y el alma, entonces lo que hago con mi cuerpo afecta inmediatamente a mi alma y viceversa.

En cambio la reencarnación sostenida por algunas religiones orientales simplemente considera el cuerpo como un contenedor del alma, un envase del alma.

Afortunadamente gracias a Dios, tenemos una prueba de que nuestra teoría es correcta, porque cuando Jesucristo se levantó de entre los muertos las personas que lo vieron se dieron cuenta que era físicamente distinto, pero lo tocaron, comieron y hablaron con Él, y se dieron cuenta que era Él, y esta verdadera resurrección nos recuerda que la misma realidad será la nuestra un día.

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