Es imposible conocer a fondo a Jesús y no amarlo,
si se hace con un corazón bien intencionado.
Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
¿Nunca te ha pasado que te formas un preconcepto sobre alguien, y cuando lo llegas a conocer a fondo te sorprendes de lo absolutamente distinta que es en realidad esa persona? A veces lo que sientes es mejor que lo que esperabas, y otras veces te decepcionas, porque habías generado mayores expectativas. Pero en cualquier caso lo que sientes ahora es a una persona distinta, totalmente distante de la imagen que te habías figurado.
Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
¿Nunca te ha pasado que te formas un preconcepto sobre alguien, y cuando lo llegas a conocer a fondo te sorprendes de lo absolutamente distinta que es en realidad esa persona? A veces lo que sientes es mejor que lo que esperabas, y otras veces te decepcionas, porque habías generado mayores expectativas. Pero en cualquier caso lo que sientes ahora es a una persona distinta, totalmente distante de la imagen que te habías figurado.
Imagínate ahora que hablamos de Jesús, nuestro Dios. ¿Cuán a fondo lo
conoces? ¿Te atreves a decir que tienes una cercanía con Él que te permita
sentirlo vivo, presente, familiar, como Él realmente es?
¿Cómo podemos amar a Cristo, si no nos esforzamos en conocerlo? Cristo
es la fuente del amor infinito, imagínate cuanto más podrás amarlo si lo
conoces a fondo, como El realmente es.
Enamorarse de Jesús
es la consecuencia lógica de conocerlo, de interesarse por Él.
Para llegar a conocer a Cristo en profundidad puedes elegir varios
caminos, pero la manera más perfecta y directa es a través de la lectura de los
Evangelios. Su Vida entre nosotros es Su mayor testimonio de amor. Pero también
estudiando la vida de muchos santos se llega a conocer a Cristo. ¿Por qué?
Simple: cuando uno entiende que Jesús se dio de forma abierta y amorosa a las
almas que se abrieron humildemente a Él, comprende también que ese amor está
disponible para cualquiera que quiera ir a gozarlo. Y cuando el Señor da, da a
mano abierta. Se manifiesta como un enamorado de Sus hermanos aquí, se brinda
sin límites. Es entonces que uno toma conciencia que Jesús nos mira, y nos
espera todo el tiempo. Siempre atento a un gesto nuestro, a un saludo, a un
pensamiento. Un eterno enamorado de nuestra alma, que espera pacientemente ser reconocido,
¡Y es nuestro Dios!
Es imposible conocer a fondo a Jesús y no
amarlo, si se hace con un corazón bien intencionado. El amor crecerá entonces
como consecuencia lógica de entender que Él
está allí, esperando que lo descubramos y le abramos nuestras puertas a Su
amor.
¡Leemos y nos interesamos por tantas cosas
intrascendentes en nuestra vida!. Busquemos, por una vez, en el lugar correcto.
Jesús nos está esperando, quiere que nos hagamos
primero Sus amigos, para luego enamorarnos perdidamente de Él, nuestro Dios.
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