"...dijo: todo está cumplido. E,
inclinando la cabeza, entregó su espíritu."
La muerte de Jesús en la cruz, es su entrega total.
Una entrega que nos salva y que nos hace salvadores. Muriendo en la cruz, Dios
se hace Uno con los sufrimientos del hombre. Muriendo en la cruz, Jesús nos
indica el camino para seguirle: entregarse totalmente a los demás, hasta la
muerte. No una muerte fanática como la de los que se auto-inmolan, sino una
muerte de entrega día a día, momento a momento. Una muerte de amor.
Jesús murió en la cruz hace dos mil años, pero
Jesús sigue muriendo en todas las personas que sufren hoy. En los que mueren de
hambre y de miseria. En los que mueren víctimas de la guerra. En los refugiados
en campos llenos de hambre, faltos de todos y abandonados por Europa. Jesús
muere en aquel enfermo que agoniza cerca de nosotros.
Una muerte que acaba en resurrección. Una muerte
que es esperanza. Jesús es nuestra esperanza. Nosotros debemos ser esperanza
para aquellos que son la muerte de Jesús en nuestros días. El cristianismo no
es cristianismo, si no ponemos esa esperanza por encima de todos, si nosotros
no somos esperanza. De nada sirven nuestras ceremonias, rezos y ritos, si no
nos llevan a entregarnos a los demás. A ser Jesús resucitado para los demás. A
ser Amor.
Hoy en la celebración se lee la pasión según san
Juan (Jn 18,1-19,42). Deberíamos leerla nosotros, lentamente, reflexionándola,
para hacerla nuestra. El vídeo de las Hermanas Benedictinas del Monasterio de
Sant Benet de Montserrat os ayudará a hacerlo.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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