REDACCIÓN CENTRAL, 25 Mar. 16 / 12:10 am (ACI).- El Buen
Ladrón, conocido como San Dimas, fue el primer santo de la historia de la Iglesia. Este fue
crucificado a la derecha de Jesucristo, al cual reconoció como Hijo de Dios
diciendo: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu
Reino”, y Cristo le prometió algo que a nadie más: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23,
39-43).
Poco se conoce sobre San Dimas debido a que solo aparece en el relato de
la crucifixión de San Lucas.
No obstante, el texto
apócrifo denominado Evangelio de Nicodemo,
llama Dimas al ‘buen ladrón’ crucificado a la derecha de Cristo y Gestas al ‘mal ladrón’ crucificado a su izquierda.
En otro evangelio apócrifo, el Protoevangelio de Santiago, José de
Arimatea explica que “El segundo […] se
llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos,
pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobías, pues
solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los
judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de
Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el
depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías”.
Además, el documento apócrifo ‘Evangelio Árabe de la Infancia de
Jesús’ llama a ambos ladrones Tito y Dumaco, y añade una historia
sobre cómo Tito (el bueno) impidió que otros ladrones le robaran a la Sagrada Familia
cuando huía a Egipto.
Se narra que después de escapar, Jesús le
promete a Dimas que sus acciones serán recompensadas. Le anuncia que volverán a
verse en otra ocasión, en peores condiciones, pero esta vez será Él quien lo
ayudará.
En la narración de la crucifixión en los evangelios
de San Lucas y San Mateo, Jesús se encontraba clavado en la Cruz siendo insultado por
la multitud y retado por los romanos y maestros de la ley judía para que se
salve a Sí mismo, demostrando su divinidad. A penas acompañaban a Jesús un
discípulo suyo, la Virgen María y algunas mujeres piadosas.
La escena es descrita por San Lucas: “Uno de los
malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ‘¿No eres tú el Mesías?
Sálvate a ti mismo y a nosotros’. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo,
le decía: ‘¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros,
en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que
hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo’. Y decía: ‘Jesús, acuérdate de
mí cuando llegues a tu reino’. Jesús le dijo: ‘En verdad te digo: hoy estarás
conmigo en el paraíso’” (Lc 23, 39-43).
San Dimas, el buen ladrón, se humilla y reconoce
en un acto de fe al Hijo de Dios. Y el Padre, por la Sangre de su Hijo que
estaba a punto de derramarse, premió lo bueno que había hecho Dimas y le
perdonó lo malo. En su amor insondable le concedió las gracias suficientes y
necesarias para aquel acto profundo de fe.
A pesar de que su canonización no fue realizada
oficialmente por la Iglesia, San Dimas ha sido la única persona reconocida como
santo por el mismo Jesucristo. Está inscrito en el Martirologio Romano, aún
sin citar su nombre, el día 25 de marzo junto a la Solemnidad de
la Anunciación.
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