"Les decía Jesús:
– El Hijo del
hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los
jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al
tercer día resucitará.
Después dijo a
todos:
– El que quiera ser
mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque
el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa
mía, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde
o se destruye a sí mismo?"
El evangelio de hoy
nos deja frente a frente con la dureza de ser cristianos auténticos.
Primero, Jesús dice
lo que será su vida: será rechazado por las autoridades, las personas
"importantes", y lo matarán. A continuación nos dice las condiciones
para ser su discípulo: olvidarse de sí mismo y cargar con la cruz de cada día.
Olvidarse de sí
mismo es precisamente lo contrario de lo que la sociedad nos dice. Todo nos
empuja a tener más, a ser más importantes, a vigilar lo nuestro y pensar en
nosotros mismos. La sociedad nos predica que debemos esquivar las dificultades,
los sufrimientos y buscar el máximo placer. Para conseguir esas cosas, no
importa si hemos de hacerlo, y casi siempre es así, pasando por encima de los
demás.
Ser cristiano es
seguir a Jesús. Parecerse lo más posible a Él. Y Él entregó su vida por los
demás, tras emplearla en curar y ayudar a los demás. Cargar la cruz de cada
día, es ser honestos y luchar por un mundo mejor y más justo, aunque esto nos
cueste sufrir.
El relato que Jesús
hace de lo que será su vida acaba en la resurrección, en la vida. A nosotros
nos dice, que entregar la vida es ganarla, es obtener la verdadera vida.
Entregar la vida por Él, que es entregarla por el que sufre, por el perseguido,
por el que no tiene nada.
¿De verdad somos cristianos?
Enviat per Joan Josep Tamburini
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