Un
valor fundamental para las personas, las familias y las naciones ¿Cómo puede
cultivarse este valor desde nuestro interior?
Vivir la
fraternidad y la armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que más
se predican, en contraposición al desastre, la guerra y a todo género de
conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende
de las decisiones de altos funcionarios sino de lo que llevamos en el interior.
La paz es
un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra en
conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia
los problemas o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el valor que
tiene la paz.
La paz
puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier
perspectiva debemos entender que no surge como producto de un “no meterse con nadie”, con un dejar hacer a los demás
para que me dejen “vivir en paz”. La calma y
tranquilidad tampoco se da, necesariamente, como producto de convivir con
personas afines.
LAS DIFICULTADES ENTRE
LOS SERES HUMANOS SUELE SER ALGO COMÚN. QUIEN NO SABE VIVIR EN PAZ GENERALMENTE
LO IDENTIFICAMOS COMO UNA PERSONA CONFLICTIVA PORQUE:
– Es
imposible llegar a un acuerdo, aunque sea pequeño y de poca importancia.
– Tiene
una marcada tendencia a buscar en las palabras y actitudes un doble propósito,
normalmente negativo.
– Se
siente aludido y agredido ante cualquier circunstancia, y más si esta en contra
de sus intereses.
– Busca
por todos los medios “salirse con la suya” aunque este equivocado.
– En el
trabajo o los negocios crea dificultades inexistentes.
– Discute
con facilidad.
Vivimos
en una época en la que se habla mucho de armonía y paz interior. Sin embargo
pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar estos ideales es
mediante el espíritu de servicio hacia los demás. La paz es el fruto de saber
escuchar, de entender las necesidades ajenas antes de las propias.
Mucho de
la paz que podamos vivir con los demás radica en nuestra forma de expresarnos.
En algunos momentos tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros
interlocutores sin saber todo lo que tienen que decir, provocando discusiones y
resentimientos. Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno,
facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de superar las
dificultades, pues ambas partes se sienten escuchadas.
Del mismo
modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto
nos mueve a reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos.
¿Cuántas veces nos hemos arrepentido por la excesiva dureza que tuvimos con
nuestros subalternos, hijos o compañeros? La pérdida de la paz interior consecuente,
se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando una imagen
negativa y tal vez altanera de nuestra persona. Por eso es importante pensar
con serenidad antes de tomar cartas en el asunto.
Una de
las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está en la familia. Los esposos
deben ser conscientes que al crear el vínculo conyugal, se comienza a dar la
fusión de distintas costumbres y formas de pensar. El arte de convivir,
olvidarse del afán de dominio y buscar el justo medio entre las diferencias,
trae la armonía como consecuencia. En otras palabras: es necesario aprender a
conversar y obtener propósitos de mejora concretos que beneficien a todos en la
familia.
EN CUANTO A LA PAZ
FAMILIAR, NO OLVIDEMOS QUE TODAS LAS ACTITUDES DE LOS PADRES SE REFLEJAN EN LOS
HIJOS, POR ESO ES IMPORTANTE:
– No
discutir o quejarse de los demás delante de ellos;
– Saber
sonreír aún en las dificultades;
– Evitar
que todos sufran las consecuencias de nuestro mal humor;
– Enseñar
a disculpar;
– Crear
las condiciones para hacer agradables todos los momentos de convivencia.
De igual
manera, en las relaciones de amistad debe procurarse la buena convivencia. En
una reunión de amigos que ven un partido de fútbol es fácil ver discusiones que
comienzan sobre la decisión que tuvo el árbitro en alguna jugada. En pocos
minutos puede crecer la molestia, la palabrería descuidada y al cabo de pocos
minutos: fin de la reunión. A veces la paz es así de frágil.
Como en
todos los valores, se requiere la iniciativa personal para lograr vivirlos. La
paz interior surge como un producto del conocimiento propio: aprender a dominar
nuestro egoísmo y el deseo de tener siempre la razón; saber escuchar y
comprender las debilidades propias y ajenas. Pero sobre todo: pensar en los
demás siempre. Cuando esto ocurre conciliamos la paz con nosotros mismos y con
nuestros semejantes.
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