Queridos amigos y hermanos de
ReL: la luz, la alegría y la fe, son los temas del pasaje del Evangelio de san
Marcos, capítulo 10, versículos 46 al 52, que leemos en este 30º Domingo
durante el año, en el ciclo litúrgico B.
Jesús sale de Jericó, cuando
Bartimeo, que mendiga sentado a la vera del camino, le grita: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”. Quieren
hacerlo callar, pero él grita más, porque, ciego en el cuerpo pero vidente en
el espíritu, reconoce en Jesús al Mesías, al “Hijo de David”. La fe no le deja callar, está
seguro de que encontrará en Jesús la salvación.
Y es tal su tensión hacia él, que
apenas el Maestro lo llama, arroja el manto, salta en pie y se le pone delante.
El Señor le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”, y él le responde: “Maestro, que pueda
ver”.
Diálogo conciso pero esencial,
revelador por una parte de la omnipotencia de Jesús y por otra de la fe del
ciego. El encuentro de estas dos fuerzas produce el milagro, porque “al momento recobró la vista”.
Los ojos apagados del ciego se
iluminan y ven a Jesús, verlo y seguirlo es todo uno. A la luz exterior le
corresponde otra interior, y Bartimeo resuelve seguirlo al Señor. Como él, todo
cristiano es un “iluminado” por Cristo.
La fe le ha abierto los ojos, le
ha dado a conocer a Dios y al Hijo de Dios hecho hombre. Pero esta fe, ¿es en
él lo bastante viva como para comprometerlo en el servicio de Dios y en el
seguimiento de Cristo?
La misma ceguera de Bartimeo y su
pobreza fueron el motivo del encuentro con Jesús, que compensó ampliamente
todos sus anteriores pesares. La vida de este ciego desde el encuentro con
Cristo fue completamente distinta. Ahora, es un discípulo que sigue a su
Maestro.
Nuestras dolencias, nuestra
oscuridad quizás, puedan ser ocasión de un nuevo encuentro con Jesús, de un
seguirle de un modo nuevo –más humilde, más purificado-, por el camino de la
vida, de convertirnos en discípulos que caminan más cerca de Él.
Hoy Cristo pasa ante nosotros,
digámosle sin miedo: “Señor, que pueda ver”, que
vea lo que quieres de mí. Sólo en Él está la fuente de la vida, sólo en su luz
veremos la luz que nos marca e ilumina el camino de la salvación. Que Jesús
ponga sus manos en nuestros ojos, para que comencemos a ver las cosas que no se
ven con los ojos carnales, porque “sólo se ve con
el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.
Madre María Amantísima, que
veamos lo que tu Hijo nos pide ahora y se lo entreguemos, sin reservas, con
todo el corazón.
Con mi bendición.
Padre José Medina
Padre José Medina
“Intimidad divina” es
un libro de meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año,
todo un clásico, cuyo autor es el P. Gabriel de Santa María Magdalena,
carmelita descalzo, (1893-1953). Es uno de los grandes maestros del siglo XX,
estas meditaciones en texto y en audio, síntesis y readaptación de las suyas,
las presento como un sentido homenaje y con el sincero empeño, de darlo a
conocer a las nuevas generaciones de cristianos.
Padre José Medina
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