martes, 20 de octubre de 2015

SI LEES LA HISTORIA DEL CURA BROCHERO COMPRENDERÁ POR QUÉ LO CANONIZÁN


Su Santidad el Papa Juan Pablo II lo llamó “el Cura de Ars de la Argentina”. Cada piedra, yuyo o matorral durante años lo vieron pasar, incansable en su mula. No lo detenía el frío, la nieve, el calor o el cansancio. No lo paraba un río crecido o desbordado. Debía llevar a los hombres a Dios y no le tocó una tarea fácil. Lo llamaban el cura gaucho.

El Padre José Gabriel del Rosario Brochero, fue un sacerdote que vivió entre 1840 y 1914 y evangelizó a lomo de mula las sierras cordobesas. Fue incansable en el rescate de las almas de una población serrana muy pobre, aislada y olvidada, y librada al estrago del alcoholismo y la violencia. Murió en 1914, leproso y ciego.

Ese fue el final. Pero vamos a comenzar por el principio.

UNA VOCACIÓN, UN LLAMADO

Como si Dios lo hubiera marcado para un destino de serranía, José Gabriel del Rosario Brochero nació el 16 de marzo de del año 1840 en Carreta Quemada (Santa Rosa de Río Primero), en las llamadas Sierras Chicas de la provincia de Córdoba. Era el cuarto de diez hermanos, que fueron naciendo en un hogar que vivía de las tareas rurales de su padre. Un día después de su nacimiento, fue bautizado en la antigua capilla de Santa Rosa.

Su familia era de una profunda vida cristiana y en ese ambiente devoto en el que creció José Gabriel, no fue extraño que dos de sus hermanas escogieran ser religiosas del Huerto.

Criado en ese entorno de amor y extrema sencillez, el niño Brochero creció rodeado de buenos ejemplos, que fueron moldeando su carácter. El Padre Cevallos, por entonces el cura de Santa Rosa, lo impresionó profundamente con sus hechos y obras. Este sacerdote tuvo mucha influencia en el actuar posterior de José Gabriel, debido a su bondad e interés por la educación en zonas tan agrestes y pobres como el oeste cordobés.

Dios iba haciendo Su trabajo en el alma del muchacho, que en el año 1856, cuando sólo contaba 16 años, guiado por la ayuda y los consejos del nuevo párroco de Santa Rosa, el padre Adolfo José Villafañe, ingresó al Colegio Seminario de Córdoba Ntra. Sra. de Loreto. Al regresar del exilio en el año 1860 los jesuitas expulsados casi un siglo antes por el rey Carlos III, Brochero se “enganchó” con los métodos ignacianos, especialmente con los Ejercicios Espirituales.

POR FIN EL SACERDOCIO – POR FIN LA ENTREGA

Fue ordenado presbítero diez años después, el 4 de noviembre de 1866, a los 26 años de edad, por el obispo José Vicente Ramírez de Arellano. El 10 de diciembre del mismo año ofició su primera misa.

La epidemia de cólera que devastó a la ciudad de Córdoba en 1867, lo encontró desempeñando su ministerio como teniente cura en la Catedral. Este fue uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigosos y heroicos de su vida.

El flamante padre Brochero estrenó su vida sacerdotal socorriendo a enfermos y moribundos y tanto en la población como en la campaña se le veía correr de enfermo en enfermo, llegando muchas veces a tiempo sólo para recoger la última palabra de los moribundos y prodigarles los santos sacramentos, al tiempo de ofrecer un cristiano consuelo al dolor de los deudos.

Sus cualidades intelectuales lo llevaron a ser nombrado Prefecto de Estudios del Seminario Mayor, donde obtuvo el título de Maestro en Filosofía por la Universidad de Córdoba. Fueron compañeros suyos Miguel Juárez Celman (futuro Gobernador de Córdoba y Presidente de la Nación), Eleazar Garzón (futuro vicegobernador de Córdoba y agrimensor) y Martín Yañis (futuro obispo de Santiago del Estero), a los cuales recurriría – muchas veces infructuosamente – para solicitar “gauchadas” para su gente.

SAN ALBERTO: UNA PARROQUIA ENTRE LAS ALTAS CUMBRES

A fines de 1869, y con sólo 29 años, el joven Padre Brochero fue nombrado Párroco del extensísimo curato de San Alberto, en el oeste cordobés, al otro lado de las Sierras Grandes. El departamento tenía una superficie de 4.336 kilómetros cuadrados de sierras escarpadas y caminos inhóspitos. San Pedro era la cabecera del departamento y allí llegó el joven sacerdote, después de tres días de viaje en mula a través de las sierras.

Después de un tiempo y por voluntad personal, se radicó definitivamente en Villa del Tránsito (llamada hoy villa Cura Brochero en su honor).

En San Alberto había más de 10.000 almas que vivían en lugares distantes sin caminos y sin escuelas, en pequeños poblados junto a los cerros, incomunicados unos de otros por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de altura, donde la naturaleza se mostraba bravía.

Era tal la miseria material y moral de sus habitantes, que el compasivo corazón del joven Padre Brochero sintió que el mismo dolor de Jesús lo llamaba en ellos.

Sin dudar un minuto, tomó sobre sí mismo esa llamada de Cristo y desde ese momento dedicaría toda su vida a llevar el Evangelio a todas esas ovejas sin pastor. Eso significó para él educar, realizar obras y promover a todas esas pobres gentes que desde el primer momento le fueron amadas.

ELEVANDO ALMAS Y LEVANTANDO PAREDES

Sabedor que para rescatar esas almas de su pobreza moral lo primero era devolverles la conciencia de su dignidad como hijos de Dios, al año siguiente de su llegada a la Parroquia, comenzó a llevar tanto a hombres como a mujeres a la ciudad de Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales. Era una empresa descomunal, ya que recorrer los 200 kilómetros requería tres días a lomo de mula. Sin embargo, con la Gracia de Dios, él lograba juntar caravanas que muchas veces superaron las quinientas personas. Su Fe y su convicción eran tan fuertes que no dudaba. Escribiría más tarde en una de sus cartas: “yo espero en Dios y en la Virgen Purísima . . .”

Resulta inexplicable a nuestra visión moderna el hecho de que el Padre Brochero pueda haber logrado convencer a “sus almas” de hacer esas travesías, en las que más de una vez fueron sorprendidos por fuertes tormentas de nieve, grandes heladas y bajas temperaturas, para luego participar de “ocho días de retiro”. El último día de los Ejercicios, el cura los despedía con un asado de carne con cuero y las siguientes palabras:

“Bueno, vayan no más y guárdense de ofender a Dios volviendo a las andadas. Ya el cura ha hecho lo que estaba de su parte para que se salven si quieren. Pero si alguno se empeña en condenarse, que se lo lleven mil diablos...”

Al regresar, luego de días de silencio, oración y penitencia, además de la exhortación final, sus fieles iban cambiando de vida, siguiendo el Evangelio. Sintiéndose con otra dignidad, no fue extraño que también comenzaran a pensar en buscar el desarrollo económico de la zona.

Años después, y viendo la respuesta de sus fieles, el padre Brochero decidió que era hora de construir una Casa de Ejercicios en la entonces Villa del Tránsito (hoy Villa Cura Brochero).

Fueron muchas jornadas de acarreo de maderas y palos a lomos de mula, pero, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción, en la que hasta las mujeres colaboraron amasando ladrillos y formando hornos que después de apagados se desarmarían para levantar las paredes.

EJERCITANDO EL ALMA

La Casa fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma, durante el ministerio parroquial del bendito Padre, más de 40.000 personas.

Deseoso de cumplir un viejo sueño, también construyó una casa para las religiosas, un Colegio de Niñas y una Residencia para los Sacerdotes. Y con la ayuda de aquellos a los que había dignificado, construyó caminos, escuelas, capillas, oficinas de correos y por fin terminó la Casa de Ejercicios Espirituales.

Una vez firme en su mente, el plan de traer una comunidad religiosa para que atendiera la Casa de Ejercicios y el Colegio de Niñas, el padre Brochero se puso en contacto con las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, que llegaron a Villa del Tránsito en febrero de 1880.

EL CURA Y EL HOMBRE

Conocedor del Evangelio, desde el primer momento el Padre Brochero salió a los caminos a invitar a los pueblos al convite, a la fiesta de bodas prometida por el Padre. Sabedor también de que no estaban prontas las almas para presentarse con su traje de bodas ante Nuestro Señor, se propuso prepararlos adecuadamente. Es que su parroquia era verdaderamente, la Galilea de los gentiles.

Antes del año, ya conocía a todos sus feligreses. Podemos imaginar algún diálogo de los miles que tuvo:

“Ave María Purísima”, y la respuesta “Sin pecado concebida, ¿qué se le ofrece, forastero? “Soy el nuevo cura de Villa del Tránsito y he pasado a conocerles y a invitarles el domingo a la misa . . . ”

Eso, repetido en cientos, en miles de ranchos, a lo largo de 200 kilómetros a la redonda. Es fácil de contar.

Pero qué difícil de realizar. Por treinta años, el cura Brochero recorrió a lomo de mula los escarpados caminos, sintiéndose responsable del alma de cada uno de sus hijos espirituales, los que el Cielo le había confiado.

Padres, madres, abuelos, hijos, nietos. Despidió a las viejas generaciones y recibió a las nuevas, prodigando los sacramentos que los “ataban” a Dios. En esos treinta años, celebró matrimonios, bautizos, liberó almas del pecado con miles de confesiones, acompañó dolores y soledades. Y mientras tanto, su andar sobre la mula era momento de oración, horas de oración, días de oración.

Un diálogo de esos años podía haber sido: “Ave María Purísima padrecito, dichosos los ojos, pase a tomar un mate con nosotros”. Y la respuesta podía haber sido: “Gracias, pero sólo uno, tengo que llegar a...”

Siempre tenía que llegar a...  Su sed de almas era puro Cristo.

El “cura” Brochero, dejó una huella imborrable en el bello y duro paisaje de Traslasierra. Tenía muy claro que Dios lo quería “contemplativo en la acción”5 y precisamente, fue en la acción apostólica donde él desarrolló su camino de unión con Cristo y de transformación espiritual.

TESTIMONIOS SOBRE SU VIDA Y OBRA

El Padre Guillermo Ortiz, jesuita, que tuvo a su cargo las catequesis brocherianas durante el proceso de beatificación, diría de él:

“Para saber quién fue el cura Brochero, [hay que] subirse al cerro Champaquí que es lo más alto tras las Sierras Grandes de Córdoba, a 2800 metros de altura, y desde allí contemplar la extensión hasta los llanos de La Rioja, porque el corazón del cura Brochero, sacerdote abnegado y evangelizador incansable, recorrió todo ese territorio a lomo de mula.

Brochero era un cura pobre de cosas, pero muy rico de cariño por la gente, como Jesús. Las sierras son muy duras para sus habitantes y, como ahora, había mucha miseria material y espiritual.

Aunque no tenían caminos, el cura los hizo con su mula malacara, visitando a todos lo que vivían en su inmensa parroquia. Les enseñaba el catecismo, acompañaba a los enfermos y animaba a todos al trabajo y a la vida cristiana.

Junto con los callos que le levantó la montura, también se levantaban firmes las escuelas, las iglesias y las familias cristianas, en el camino del cura Brochero, como pedazos queridos de su corazón de pastor. (…)”

Tal como nos lo describe el padre Ortiz, él había encontrado en esos tiempos en Traslasierra al paisano y a su familia: prisioneros de los vicios, el alcoholismo, las peleas y las pasiones desordenadas. Estaban atados, encadenados, condenados a la miseria y a la desgracia. Como dice el Evangelio, ‘Jesús se conmovió porque estaban errantes como ovejas sin pastor’. Y como Jesús, el Cura Brochero también sintió compasión. Con su sacerdocio, por la reconciliación y la comunión de Vida en el amor que Jesús ofrece, Brochero liberó a muchos paisanos y formó una comunidad que trabajaba unida por el bien de todos. (…)”

EVANGELIZACIÓN PRIMERO, PROMOCIÓN DESPUÉS

Con sus feligreses construyó más de 200 kilómetros de caminos – uno de ellos el hoy ya viejo “Camino de las Altas Cumbres” y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Su celo por sus pobres feligreses, lo llevó a construir un Acueducto para llevar agua a la Villa del Tránsito. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas.

Con el objetivo de promocionar el oeste cordobés, Brochero proyectó y peleó la construcción del ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a sus queridos serranos de la pobreza. Para su gran dolor, el proyecto lamentablemente quedo trunco.

José Gabriel del Rosario Brochero predicó el Evangelio asumiendo el lenguaje de sus feligreses para hacerlo comprensible a sus oyentes, celebrando siempre los sacramentos y ningún enfermo quedaba sin ellos, para lo cual ni la lluvia ni el frío lo detenían, “Ya el diablo me va a robar un alma”, decía. Se entregó por entero a todos, especialmente a los pobres y alejados, a quienes buscó solícitamente para acercarlos a Dios y sacarlos de la pobreza, tanto espiritual como material.

COMPARTIENDO LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR

Durante su intensa vida apostólica conoció también el dolor de las pruebas: las inmerecidas críticas e incomprensiones de otros sacerdotes unidas a la indiferencia de las autoridades acompañaron su camino y su duro trajinar a favor de sus pequeños.

Finalmente, diagnosticado con el terrible mal de la lepra, adquirida por atender y acompañar a un enfermo de ese mal, con el que hasta tomaba mate, pudo ver cómo muchos de aquellos en los que confiaba, se apartaban de él asustados por la espantosa enfermedad, siendo su hermana Aurora su única compañía.

El 2 de febrero de 1908, a los 68 años de edad, casi ciego y sordo, renunció a su parroquia, imposibilitado de atenderla. Con admirable resignación abrazó la pesada cruz con que Dios quiso probar su trabajosa ancianidad y sus últimos años fueron cátedra elocuente de probada virtud. Tanto la lepra como la angustiosa soledad, descubrieron de manera impensada la fecundidad de su entrega como sacerdote.

Dos meses antes de cumplir sus 74 años, el 26 de enero de 1914, entregó piadosamente su alma a Dios en su amada Villa del Tránsito. Sus restos, por deseo suyo, fueron enterrados en la Capilla de la Casa de Ejercicios Espirituales para que los ejercitantes rezaran por él. En 1994 fueron trasladados a la Catedral de Córdoba.

EL PRIMER MILAGRO

El proceso de canonización se inició en la década de 1960. Fue declarado venerable por el papa Juan Pablo II en 2004. El 10 de mayo de 2012, una Junta Médica declaró que la recuperación del niño Nicolás Flores carecía de explicación científica. La historia es la siguiente:

Era el anochecer del 29 de septiembre del año 2000 cuando Osvaldo Flores y su esposa Sandra Violino viajaban en su auto con los padres de ella y con su pequeño hijito de 11 meses desde Córdoba hacia el Valle de Traslasierra para visitar a familiares.

De repente, una camioneta sin luces apareció en el camino y embistió de frente al automóvil familiar. El accidente fue gravísimo. Perdió la vida el padre de Sandra, su madre se fracturó ambos brazos, ella sufrió heridas muy graves en sus piernas y su hijito de apenas 11 meses recibió un golpe extremadamente fuerte que le provocó un traumatismo cráneoencefálico.

Osvaldo retiró a su pequeño bebé de entre los hierros retorcidos del coche; lo recostó a la vera del camino y comenzó a insuflarle aire, porque advertía que el niño tenía muchas dificultades para respirar.

Trasladado de urgencia en ambulancia con un paro cardiorespiratorio al Hospital de Niños de la ciudad de Córdoba, el pequeño Nico no reaccionaba a las maniobras de reanimación. Los médicos insistieron aún cuando todas las esperanzas se desvanecían. Finalmente, estabilizaron al bebé.

Pero, en la sala de tomografía, Nicolás sufrió otro paro cardiorespiratorio. Después de intentar reanimarlo sin éxito, los esfuerzos de los médicos se suspendieron porque no obtenían respuesta. En ese mismo instante, ingresó a la sala el neurocirujano Vicente Montenegro, quien providencialmente insistió en que debían continuar con las maniobras de reanimación. Después de 15 minutos lograron recuperarlo.

Al solicitar el Dr. Montenegro autorización al padre para intervenir quirúrgicamente al niñito, su padre volvió a invocar al padre Brochero, tal como lo había hecho en el momento del accidente.

La intervención fue exitosa y el bebé comenzó a mejorar paulatinamente, hasta que el peligro de muerte y de invalidez, logrando que Nico creciera como s un niño alegre y juguetón, capaz de saltar y correr.

En el marco de las investigaciones que lleva adelante la Iglesia Católica para reconocer un presunto milagro, se solicitó a la familia Flores-Violino la realización de varios estudios médicos. Entre ellos, Nicolás fue sometido a una resonancia magnética. El estudio mostró algo que, para los médicos y los técnicos que intervinieron, resultó increíble desde el punto de vista científico:

Nico demostró hablar, caminar y ver utilizando apenas una porción del hemisferio derecho del cerebro, porque había perdido completamente el hemisferio izquierdo, que es donde se alojan las funciones del lenguaje.

Hoy, ya con 14 años, Nico es un maravilloso muchachito. Alegre, fresco, capaz de dialogar y bromear como cualquier chico de su edad. Le gusta ayudar en la misa como monaguillo, rezar el rosario, escuchar Radio María y tomar mate. Agradece cada día al Cura Brochero el milagro que lo salvó.

POR FIN, BEATO JOSÉ GABRIEL DEL ROSARIO BROCHERO

El 7 de julio de 2012 se reunió una Comisión de Teólogos para observar el caso del supuesto milagro atribuido a la intercesión del venerable cura Brochero. Los integrantes se expidieron positivamente en forma unánime. En octubre se reunió en sesión ordinaria una comisión integrada por obispos y cardenales que estudiaron todo el proceso canónico y las conclusiones fueron elevadas al papa Benedicto XVI, por el prefecto de la Congregación Pontificia para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato.

El 20 de diciembre de 2012, Benedicto XVI firmó el decreto de beatificación que validaba el milagro de Brochero. La ceremonia de beatificación tuvo lugar en la pequeña localidad cordobesa de Villa Cura Brochero el 14 de septiembre de 2013.

El Padre Brochero “atravesó” la vida de la familia Flores-Violino, que se definen “brocherianos de la primera hora”. La pareja ofreció su matrimonio y embarazo al sacerdote, además de bautizar al niño al pie de las reliquias del venerable.

Osvaldo Flores confiesa: Desde nuestros bisabuelos, Brochero ha estado presente de diversas maneras en ambas familias y tanto a mi esposa como a mí nos infundieron desde niños la devoción a Brochero y esa devoción nos llevó a vivir los Ejercicios Espirituales, a casarnos en la Iglesia de Brochero, entregando nuestro matrimonio a la protección del Curita y de igual manera le encomendamos a Dios por su intercesión el cuidado de nuestro hijo ni bien nos enteramos del embarazo; y Nicolás recibió el Bautismo y su Primera Comunión en la misma iglesia.

Para graficar nuestros sentimientos podríamos decir que Brochero es un miembro más de la familia, así sentimos su presencia en nuestras vidas. En lo personal mi relación con Brochero es intensa, con un sentimiento de gratitud infinita por la vida de mi hijo y reafirmando de manera concreta que él, que fue y es un hombre santo, está en un lugar privilegiado para ayudar al que lo necesite.

EL SEGUNDO MILAGRO: EL DE LA POSIBLE CANONIZACIÓN

El certificado del segundo milagro atribuido al Padre Brochero, se refiere a la curación de, una niña de 9 años de edad, que estuvo en coma durante 45 días debido a una de las tantas palizas de su madre y su padrastro, con los que la niña vivía.

El 30 de octubre de 2013 se convirtió en un momento crucial para la vida de la pequeña Camila. Había sido llevada a la guardia del Cimyn con pocos signos de vida, golpeada, con lesiones graves e inconscientes. Llegó en brazos de su madre, Alejandra Ríos quien le insistía a los médicos que “la nena se había caído del caballo” y por eso su estado crítico.

Pero los médicos que asistieron a Camila, no le creyeron y ese día, a las 13.30 hs., un llamado anónimo llegó a la redacción de un periódica de San Juan, alertando sobre lo ocurrido. La situación de gravedad de la pequeña había conmovido a todos y alguien decidió ayudar haciendo trascender el caso.

Mientras tanto, Camila luchaba por su vida. Entrevistada por la prensa, la madre seguía con su versión de la caída del caballo y agregó que ella no la había visto caerse, sino que su pareja Pedro Oris, la trajo en brazos cuando sucedió el supuesto accidente.

Las autoridades policiales ya estaban al tanto de lo ocurrido. Y pese a que comenzó a disiparse con el paso de las horas la versión del presunto abuso sexual, se supo que las lesiones de la menor fueron contundentes: existía una gran posibilidad de que la niña hubiera sufrido una terrible y dolorosa paliza.

Con el correr de las horas, el pronóstico de la nena era cada vez más desalentador. El médico le había dicho al padre que, incluso si se salvaba, la perspectiva de que permaneciera para siempre en un estado de vida vegetativa era muy alta. Angustia, bronca, indignación: en las redes sociales comenzaron las cadenas de oración para pedir por ella.

Hoy, sin embargo, la niña lleva una vida normal.

Resulta muy esclarecedor el testimonio de una de las médicas que la atendió, la Dra. Valeria Pardini, que confesó:

nunca esperamos, desde lo científico, que Camila se recuperara como lo hizoy aseguró que “hoy ella está muy bien, es una nena normal y en eso algo hubo más allá de la ciencia, que produjo este milagro”.

“Todos en el sanatorio pensamos que hubo algo más, ya que era impensable que pudiera recuperarse como lo hizo” declaró Pardini, agregando que “como la familia de Camila es muy creyente, especialmente la abuela, rezaron mucho pidiendo la intercesión del cura Brochero”.

La médica recuerda que: “el momento bisagra del caso, que fue cuando Camila hizo el “clic”, fue cuando su bisabuela entró a la terapia y aunque ella todavía estaba con el respirador, por vez primera Camila se conectó, habló, le contestó. Incluso, la señora le cantó una canción y Camila la siguió, moviendo las manos y abriendo los ojos. Fue un giro de 360 grados”.

Con el tiempo, Camila fue evolucionando favorablemente, y por razones no explicables científicamente. Se le practicó una cirugía para recomponerle el cráneo. Hoy la Iglesia Católica acepta que la curación fue milagrosa y así lo hizo oficial, atribuyéndole el milagro de Camila a la intercesión del Cura Brochero, a quien más se le pidió por la niña.

Dado que tanto su madre como su padrastro están presos por lesiones graves y tentativa de homicidio, la niña hoy vive con su padre Javier Brusotti y su actual esposa, que tiene un hijo de un matrimonio anterior cuya edad ronda la de Camila. Sólo le quedan hoy algunos problemas en el brazo y la pierna, producto del golpe.

Conmovida, la Dra. Pardini relata; ”Si la vieran hoy, está muy bien, le va muy bien en la escuela, se relaciona, tiene amigos y vive feliz con su familia. Fue algo que nos tocó mucho”.

PRÓXIMAMENTE SANTO EN LA TIERRA, GENEROSAMENTE SANTO EN EL CIELO

Tal vez sea bueno recordar una frase que este hombre de Dios, ya leproso, dijo al quedar ciego:

“Yo estoy muy conforme con lo que Dios ha hecho conmigo en relación con mi vista y le doy muchas gracias por ello. Cuando yo pude servir a la humanidad, me conservó íntegros y robustos los sentidos.

Hoy, que ya no puedo, me ha inutilizado uno de ellos. Es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios Nuestro Señor al desocuparme por completo de la vida activa y dejarme la ocupación de buscar mi fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo”.

Y nosotros decimos, Amén, Padre Brochero.


FUENTES:




Escrito por María de los Ángeles Pizzorno
De Uruguay, Escritora, Ex Secretaria retirada

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