miércoles, 19 de agosto de 2015

PROHIBE COMUNIÓN EN LA MANO



Recientemente el Obispo de la Diócesis de Oruro, Bolivia, Monseñor Cristóbal Bialasik, en su habitual celebración dominical del Santo Sacrificio de la Misa, este pasado domingo 16 de agosto, ha expresado que en la Iglesia diocesana a él confiada no se continuará administrando el Cuerpo del Señor -la Hostia Consagrada- en la mano a los fieles (es decir a quienes no somos sacerdotes).

 

El Prelado con justa razón desautoriza la administración de la Eucaristía de esa forma, ya que él mismo señaló, que se ha notado últimamente que hay personas que no consumen la Sagrada Forma al momento de recibirla, y se la quieren llevar fuera del templo con fines desconocidos.

Los sacerdotes celosos, de antaño, querían tener la seguridad de que quien recibiera la Hostia, fuera un feligrés conocido, a fin de evitar irreverencias, ya que habían judíos y miembros de otros grupos e ideologías que concurrían a las Misas para recibir el Cuerpo de Jesús, para luego profanarlo, arrojándolo al piso, escupiéndolo y pisoteándolo.

Como nos lo recuerda Mons. Athanasius Schneider, la práctica que hoy conocemos de la comunión en la mano nació en el siglo XVII entre los calvinistas, que no creían en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. “Ni Lutero lo habría hecho”, dijo el obispo: “De hecho, hasta hace relativamente poco los luteranos comulgaban de rodillas y en la boca, y todavía hoy algunos lo hacen así en los países escandinavos”.

Santo Tomás de Aquino, en su gran Summa Teológica, así lo confirma y explica:

«La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones.

«Primera, porque él consagra en la persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Ultima) Cena, así también Él lo dio a otros para ser compartido con ellos. En consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él.

«Segunda, porque el sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto corresponde a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él distribuir al pueblo los dones consagrados.

«Tercera, porque por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo si hubiera caído en tierra o también el algún otro caso de urgencia».1

A causa de la pérdida del sentido de pecado, advertida por el Papa Pío XII, hoy en día muchos fieles han perdido la fe en la Eucaristía, en la que Jesús se hace presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, así, de la manera en que los comulgantes reciben la Santa Comunión y asisten a la Misa, se ve claramente cuál es el grado de fe en la Presencia Verdadera.

Las profanaciones más graves se dan por la administración o recepción de los Sacramentos, o en el caso de la Santa Eucaristía, por la celebración indigna, es decir en pecado mortal, de ahí que la irreverencia deliberada y notable hacia la Santísima Eucaristía es el peor de los sacrilegios.

Recuerdo muy bien, un domingo en Chile, cuando con un colaborador apostólico visitábamos una parroquia rural. Ya en el pueblo, asistimos a la Misa. El párroco -un buen y santo sacerdote- tenía una visible invalidez que ciertamente no le permitía desplazarse. Llegado el momento de la comunión, la religiosa que actuaba de ministra de la comunión sostenía en una mano el copón, mientras que a su vez partía las sagradas formas para administrarlas. En acercarnos a recibir el Cuerpo del Señor, se veía que ésta, partía las hostias, y al hacerlo se veían caer al piso fragmentos no tan pequeños, hecho del cual la religiosa parecía no percatarse. Terminada la Santa Misa, los dos foráneos, sin habernos puesto de acuerdo, rápidamente fuimos a arrodillarnos ante los muchos fragmentos visibles esparcidos, y humedeciendo los dedos los consumimos.

Por hechos similares frecuentemente repetidos, en muchos países han surgido grupos de laicos cuya única responsabilidad es la de recoger fragmentos de las Hostias Consagradas que se han caído después de dar la comunión en la mano. 2

Sería largo mencionar todas las profanaciones en contra de Jesús Eucaristía, pero apuntemos las siguientes:

Recibir la Comunión con pecados graves en el alma, sin haberse confesado antes con un sacerdote.

Delante de Jesús Eucarístico se toma la postura de estar de pie y sentado.

Después de la Comunión eucarística pocos se quedan en íntima adoración con Jesús y casi todos salen inmediatamente terminada la Santa Misa.

Durante la comunión y después los fieles se quedan sentados, y muchas veces conversando.

Los cánticos, la manera de vestir, de hablar y el comportamiento general de la gente, no se diferencia en mucho, de lo que ocurre en otro tipo de reuniones.

Los cánticos y los instrumentos que se usan, el golpear las manos, dan a la Misa, un sentido de carnaval más que el de una función religiosa.

El olvido de Jesús presente en el Sagrario por parte de los fieles y de incluso muchos consagrados es casi total.

El Príncipe de la Teología afirma: «La Comunión la reciben los buenos y los malos pero con suerte muy desigual: de vida o muerte. Es muerte para los que la reciben sacrílegamente, es vida para los que dignamente la reciban».3

Germán Mazuelo-Leytón

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