miércoles, 5 de agosto de 2015

EL PÁJARO QUE AGUANTABA EL CIELO


Existe una fábula muy antigua en la que se cuenta que un pájaro yacía de espaldas en el suelo y tenía sus patas tiesas hacia el cielo. Pasó otro pájaro por allí y le preguntó asombrado:
Por qué estás tumbado y yaces de esa forma en el suelo? ¿Por qué tienes tus patas tan tiesas hacia arriba?" Respondió el pájaro tumbado en el suelo:
Soporto el cielo con ambas patas. Si las retirara, el cielo se derrumbaría, todo se vendría abajo".
Apenas había dicho esto, se soltó de una encina, una pequeña hoja seca que cayó al suelo, crujiendo, cerca del pájaro.
El pajarillo se asustó tanto, que preso de pánico, se puso instintivamente de pie y batiendo las alas, con poderoso vuelo, abandonó su actitud prepotente...
No obstante, el cielo... permaneció como siempre... en su lugar.
¡Por una hoja! ¡Por el ruido de una pequeña hoja de encina que le cayó muy cerca... el pajarillo abandonó, de golpe, todas sus teorías, todos sus discursos, todos sus argumentos y sus pretendidas seguridades que tantas veces había proclamado!
Cuando llega la hora de la verdad, el tiempo de prueba, de una enfermedad grave e irreversible, una desgracia familiar, la muerte de una ser querido – como escribía J. M. de Segarra en la obra teatral “La herida luminosa” en la que el médico- cardiólogo presencia, impotente, la muerte de su hijo, jesuita por un fallo del corazón y dice-: “Es la hora de los golpes”.
Quiérase o no, hay momentos en la vida, en los que, instintivamente, nos impulsan a mover, a usar de nuevo, el poderío de nuestras alas: la fe y la esperanza. Y las alas no suelen fallar nunca para remontar el vuelo... cielo arriba.
Es la fuerza de la verdadera humildad.

José María Alimbau

No hay comentarios:

Publicar un comentario