El Papa Francisco
continuó con su nutrida agenda del sábado por la mañana y recibió a una amplia
representación de miembros de la Unión
Católica Italiana de Profesores, Dirigentes, Educadores y formadores medios.
Una asociación que cumple 70 años a quienes el Pontífice aconsejó vivamente
sobre la formación de los escolares.
Al iniciar su discurso en el Aula Pablo VI ante miles de maestros, el Santo Padre pidió permiso para llamarles “colegas” ya que “también yo fui profesor como ustedes y conservo un bonito recuerdo de las jornadas vividas en el aula con los estudiantes”.
El Santo Padre pidió a los profesores actualizar las propias competencias didácticas, también a la luz de las nuevas tecnologías, porque “ser profesor no es solo un trabajo: es una relación en la que cada maestro debe sentirse enteramente implicado como persona, para dar sentido a la tarea educativa hacia los propios alumnos”.
“Los animo a renovar su pasión por el hombre en su proceso de formación y ser testimonios de vida y de esperanza”, dijo.
Como buen conocedor de esta profesión, Francisco recalcó que es “un trabajo precioso porque permite ver crecer día a día a las personas que han sido confiadas a nuestro cuidado” y “es un poco como ser padres, al menos espiritualmente”.
El Papa también comentó que “es una gran responsabilidad” así como un trabajo “serio que solo una persona madura y equilibrada puede realizar”. Y, a su juicio, una buena cosa es que “se comparte siempre el propio trabajo con otros colegas y con toda la comunidad educativa a la que pertenece”.
El Pontífice recordó los inicios de la Asociación, fundada por el profesor de religión Gesualdo Nosengo, “que sintió la necesidad de recoger a los maestros de secundaria de entonces, que se reconocían en la fe católica y que con esta inspiración trabajaban en la escuela”.
Francisco hizo un repaso de esta asociación, con la que “han contribuido a hacer crecer el país, reformar la escuela y sobre todo a educar a generaciones de jóvenes”. A pesar de que desde entonces ha cambiado la sociedad, “siempre hay profesores dispuestos a trabajar en la misma profesión con ese entusiasmo y esa disponibilidad que da la fe en el Señor”.
El Papa recordó que la enseñanza más importante de Jesús es la de “amar al Señor tu Dios y amar al prójimo”. “Nos podemos preguntar: ‘¿Quién es el prójimo para un profesor?’.¡El ‘prójimo’ son los estudiantes!, exclamó. “Y aquellos con los que transcurre sus jornadas. Son los que por él tienen un guía, una dirección, una respuesta y, todavía antes, buenas preguntas”.
El Papa pidió que iluminen y motiven una “justa idea de escuela”, que “es oscurecida por discusiones y posiciones reductivas” y recordó que “la escuela está hecha en verdad de una válida y cualificada instrucción, pero también de relaciones humanas, que de parte nuestra son relaciones de acogida, de benevolencia, de reservar a todos indistintamente”.
Como Obispo de Roma y antiguo maestro dio algunos consejos sobre cómo enseñar de la mejor manera, por ejemplo “amar con mayor intensidad a sus estudiantes más difíciles, más débiles, más desfavorecidos”.
Este fue uno de los asuntos que más quiso subrayar y animó a “amar más a los estudiantes que no quieren estudiar, aquellos que se encuentran en condiciones de privación, los discapacitados y los extranjeros, que hoy son un gran desafío para la escuela”.
Al tratarse de una asociación católica, el Papa indicó que si quieren testimoniar la propia inspiración de esta sociedad deben “empeñarse en las periferias de las escuelas, que no pueden ser abandonadas a la marginación, la ignorancia, a la mala vida”.
En este sentido, “en una sociedad que cansa de encontrar puntos de referencia es necesario que los jóvenes encuentren en la escuela una referencia positiva”. Esto se consigue con profesores que den “un sentido a la escuela, al estudio y a la cultura, sin reducir todo a la sola transmisión de conciencias técnicas, sino apuntando a construir una relación educativa con cada alumno, que debe sentirse acogido y amado por aquello que es, con todas sus limitaciones y sus potenciales”.
El Papa también habló sobre la cantidad de buenos educadores que la comunidad cristiana ha tenido siempre. Ellos “se han dedicado a suplir las carencias de la formación en la escuela, o a fundar colegios algunas veces”.
Por ejemplo, “San Juan Bosco del que este año se celebra el bicentenario”. Se trata, aseguró el Santo Padre, de un modelo “que pueden mirar también ustedes, profesores cristianos, para animar desde el interior una escuela que, independientemente de que su gestión sea estatal o no, tiene necesidad de educadores creíbles y de testimonios de una humanidad madura y completa”.
Al iniciar su discurso en el Aula Pablo VI ante miles de maestros, el Santo Padre pidió permiso para llamarles “colegas” ya que “también yo fui profesor como ustedes y conservo un bonito recuerdo de las jornadas vividas en el aula con los estudiantes”.
El Santo Padre pidió a los profesores actualizar las propias competencias didácticas, también a la luz de las nuevas tecnologías, porque “ser profesor no es solo un trabajo: es una relación en la que cada maestro debe sentirse enteramente implicado como persona, para dar sentido a la tarea educativa hacia los propios alumnos”.
“Los animo a renovar su pasión por el hombre en su proceso de formación y ser testimonios de vida y de esperanza”, dijo.
Como buen conocedor de esta profesión, Francisco recalcó que es “un trabajo precioso porque permite ver crecer día a día a las personas que han sido confiadas a nuestro cuidado” y “es un poco como ser padres, al menos espiritualmente”.
El Papa también comentó que “es una gran responsabilidad” así como un trabajo “serio que solo una persona madura y equilibrada puede realizar”. Y, a su juicio, una buena cosa es que “se comparte siempre el propio trabajo con otros colegas y con toda la comunidad educativa a la que pertenece”.
El Pontífice recordó los inicios de la Asociación, fundada por el profesor de religión Gesualdo Nosengo, “que sintió la necesidad de recoger a los maestros de secundaria de entonces, que se reconocían en la fe católica y que con esta inspiración trabajaban en la escuela”.
Francisco hizo un repaso de esta asociación, con la que “han contribuido a hacer crecer el país, reformar la escuela y sobre todo a educar a generaciones de jóvenes”. A pesar de que desde entonces ha cambiado la sociedad, “siempre hay profesores dispuestos a trabajar en la misma profesión con ese entusiasmo y esa disponibilidad que da la fe en el Señor”.
El Papa recordó que la enseñanza más importante de Jesús es la de “amar al Señor tu Dios y amar al prójimo”. “Nos podemos preguntar: ‘¿Quién es el prójimo para un profesor?’.¡El ‘prójimo’ son los estudiantes!, exclamó. “Y aquellos con los que transcurre sus jornadas. Son los que por él tienen un guía, una dirección, una respuesta y, todavía antes, buenas preguntas”.
El Papa pidió que iluminen y motiven una “justa idea de escuela”, que “es oscurecida por discusiones y posiciones reductivas” y recordó que “la escuela está hecha en verdad de una válida y cualificada instrucción, pero también de relaciones humanas, que de parte nuestra son relaciones de acogida, de benevolencia, de reservar a todos indistintamente”.
Como Obispo de Roma y antiguo maestro dio algunos consejos sobre cómo enseñar de la mejor manera, por ejemplo “amar con mayor intensidad a sus estudiantes más difíciles, más débiles, más desfavorecidos”.
Este fue uno de los asuntos que más quiso subrayar y animó a “amar más a los estudiantes que no quieren estudiar, aquellos que se encuentran en condiciones de privación, los discapacitados y los extranjeros, que hoy son un gran desafío para la escuela”.
Al tratarse de una asociación católica, el Papa indicó que si quieren testimoniar la propia inspiración de esta sociedad deben “empeñarse en las periferias de las escuelas, que no pueden ser abandonadas a la marginación, la ignorancia, a la mala vida”.
En este sentido, “en una sociedad que cansa de encontrar puntos de referencia es necesario que los jóvenes encuentren en la escuela una referencia positiva”. Esto se consigue con profesores que den “un sentido a la escuela, al estudio y a la cultura, sin reducir todo a la sola transmisión de conciencias técnicas, sino apuntando a construir una relación educativa con cada alumno, que debe sentirse acogido y amado por aquello que es, con todas sus limitaciones y sus potenciales”.
El Papa también habló sobre la cantidad de buenos educadores que la comunidad cristiana ha tenido siempre. Ellos “se han dedicado a suplir las carencias de la formación en la escuela, o a fundar colegios algunas veces”.
Por ejemplo, “San Juan Bosco del que este año se celebra el bicentenario”. Se trata, aseguró el Santo Padre, de un modelo “que pueden mirar también ustedes, profesores cristianos, para animar desde el interior una escuela que, independientemente de que su gestión sea estatal o no, tiene necesidad de educadores creíbles y de testimonios de una humanidad madura y completa”.
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