El sacramento que tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad y vejez.
6.1 NOCIÓN
La unción de los enfermos es el
sacramento que "tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano
que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad y
vejez" (Catecismo, n. 1527).
Tal como deseaba el Concilio
Vaticano II (cfr. Sacrosanctum concilium, n. 73), en lugar del nombre de
Extremaunción se usa ahora el de unción de los enfermos, intentando hacer
patente que no es sólo un sacramento para quienes se encuentran en el último
momento de su vida, sino para aquellos cristianos que empiezan a estar en
peligro de muerte, por enfermedad o vejez.
Se llama ‘unción’ porque al sujeto
se le unge con óleo sagrado.
6.2 LA
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS COMO SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY
La Iglesia cree y confiesa que,
entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a
reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos:
Esta unción santa de los enfermos
fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo
Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (cfr. Mc. 6,
13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano
del Señor (Catecismo, n. 1511).
EL TEXTO
DE MC. 6, 13 ES:
"Saliendo a predicar,
exhortaban a que hiciesen penitencia, y lanzaban a muchos demonios, y ungían a
muchos enfermos con óleo y los sanaban. En este texto se encontraría una
insinuación o una preparación para la futura institución del sacramento"
(Catecismo Romano, p. 2, cap. 6, n. 8).
El segundo texto -Sant. 5, 14-15-
es citado por el Concilio como el momento de la promulgación del sacramento:
"¿Alguno de vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia
y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor, y la oración de la
fe salvará al enfermo y el Señor le aliviará, y los pecados que hubiere
cometido le serán perdonados".
Varios datos del texto merecen
consideración. Primeramente se trata de una enfermedad de relativa importancia,
que impide al enfermo salir de casa, pues hace llamar a los presbíteros. Los
presbíteros acuden, oran sobre el enfermo (tal vez con una imposición de manos
sugerida por la preposición ‘sobre’) y lo ungen en nombre del Señor. Esa
oración y esa unción tienen como efectos un alivio del enfermo y un perdón de
sus pecados. Nos hallamos claramente con todas las características de un
sacramento: signo sensible (materia: unción; forma: oración) y efectos espirituales
(perdón de los pecados) sin que se desdeñen en ese caso los corporales
(alivio).
Con estas palabras, Santiago pone
de relieve la eficacia sacramental del rito: el perdón de los pecados y la
salud corporal son producidos por un acto que en sí mismo no tendría eficacia
ni para una ni para otra cosa, si Dios no se la hubiera dado.
6.3 EL
SIGNO EXTERNO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
La unción de los enfermos,
"con la que la Iglesia encomienda a los fieles gravemente enfermos al
Señor doliente y glorificado, para que los alivie y salve, se administra
ungiéndolos con óleo, y diciendo las palabras prescritas en los libros
litúrgicos" (CIC, c. 998).
El Código, con palabras de la
Const. Lumen gentium (n. 11), indica la finalidad del sacramento, a la vez que
precisa la materia y la forma, reguladas definitivamente por Paulo VI en la
Const. Sacram Unctionem Infirmorum del 30-XI-1972.
6.3.1 La
materia
La materia remota es el aceite de
oliva bendecido por el obispo en la Misa Crismal del Jueves Santo (cfr. CIC, c.
1000).
En caso necesario, es materia
apta cualquier otro aceite vegetal, sobre todo porque en algunas regiones falta
o es difícil de conseguir el aceite de oliva.
Aunque el obispo es quien
habitualmente bendice el óleo que se emplea en la unción, pueden también
hacerlo los que jurídicamente se equiparan a él, o en caso de necesidad
cualquier presbítero, pero dentro de la celebración del Sacramento (cfr. CIC,
c. 999 & 1).
La materia próxima es la unción
con el óleo santo.
Están previstas por las normas
litúrgicas unciones en la frente y en las manos, y por tanto, estas unciones
son las exigidas para la licitud.
En caso de necesidad, para la
validez basta una sola unción en la frente o en otra parte del cuerpo.
El Catecismo Romano señala
razones de conveniencia sobre el uso del aceite en este sacramento:
"así como el aceite sirve
mucho para aplacar los dolores del cuerpo, así también la virtud de este
sacramento disminuye la tristeza y el dolor del alma. El aceite además
restituye la salud, causa dulce sensación y sirve como de alimento a la luz; y,
por otra parte, es muy a propósito para reparar las fuerzas del cuerpo
fatigado. Todo lo cual da a entender los efectos que se producen en el enfermo
por virtud divina cuando se administra este sacramento" (p. 2, cap. 6, n.
5).
6.3.2 La
forma
La forma del sacramento son las
siguientes palabras, prescritas por el ritual y pronunciadas por el sacerdote:
"Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor
con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la
salvación y te conforte en tu enfermedad" (cfr. Catecismo, n. 1513).
Estas palabras determinan el
sentido de lo que se hace para que, junto con la unción, se expresa el
significado del rito, se realice el signo sacramental y se produzca la gracia.
6.4
EFECTOS DEL SACRAMENTO
Enseña Santo Tomás de Aquino que
la unción de los enfermos es "como una inmediata preparación para la
entrada en la gloria" (S. Th., III, q. 65, a. 1, ad. 4).
El enfermo, abandonado a sus solas
fuerzas, estaría tentado a desesperar; pero, en ese momento supremo, viene
Cristo, El mismo, a reconfortar a sus fieles con su omnipotencia redentora y
con la proximidad de su presencia. El ha instituido, para la hora de los
últimos combates, un sacramento especial para acabar en nosotros su obra de
purificación, para sostener a los ‘suyos’ hasta el fin, para arrancarlos de la
influencia invisible del demonio e introducirlos sin tardanza en la casa del
Padre. La unción es el sacramento de la partida. Allí está el sacerdote, in
persona Christi, a la cabecera del enfermo para perdonarle sus faltas y
conducir su alma al paraíso.
LOS
EFECTOS QUE PRODUCE ESTE SACRAMENTO SON:
- aumento de gracia santificante;
- gracia sacramental específica;
- la salud corporal, cuando
conviene a la salvación del alma;
- el perdón de los pecados
veniales y la desaparición de las reliquias del pecado.
- Secundariamente, puede producir
el efecto de remitir los pecados mortales.
6.4.1
Aumento de gracia santificante
Como todo sacramento de vivos, la
unción de enfermos produce un incremento de la gracia santificante en el alma
del que lo recibe. Como veremos después (cfr. 6.4.5), secundariamente o per
accidens, puede causar la infusión de la gracia al alma en pecado mortal.
6.4.2
Concesión de la gracia sacramental
La gracia sacramental específica
de la unción de los enfermos es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para
vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la
fragilidad de la vejez.
Esta gracia es un don del
Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las
tentaciones del maligno, especialmente la tentación de desaliento y de angustia
ante la muerte (Catecismo, n. 1520).
6.4.3 La
salud corporal, cuando conviene a la salvación del alma
La gracia sacramental propia de
la unción tiene como efecto la curación, si ésta conviene a la salud del
cuerpo. "Esta asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere
conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si
tal es la voluntad de Dios" (Catecismo, n. 1520).
La unción de los enfermos no
produce la salud corporal en virtud de las propiedades naturales de su materia,
sino por el poder de Dios, que actúa de modo razonable; y como un agente dotado
de inteligencia nunca induce un efecto secundario sino en cuanto ordenado al
efecto principal, de ahí que no siempre se consiga la salud del cuerpo, sino
sólo cuando conviene para la salud espiritual (S. Th., Supp., q. 30, a. 2).
También por este motivo no se
debe esperar el último momento para administrar este sacramento, porque
equivaldría a poner un óbice a este aspecto de su eficacia, ya que los
sacramentos no existen para causar milagros.
6.4.4 El
perdón de los pecados veniales y la remisión de las penas del purgatorio
Ambas cosas son obstáculos para
la inmediata entrada del alma en el cielo; aunque este efecto depende de la
debida disposición, es decir, del sincero dolor por los pecados veniales.
La indulgencia plenaria, que
suele acompañar al sacramento, perdona la pena temporal (cfr. 5.9).
6.4.5
Indirectamente puede perdonar los pecados mortales
La unción de los enfermos es un
sacramento de vivos y, por tanto, no ha sido instituido para devolver al alma
la gracia perdida. Su finalidad no es, pues, perdonar los pecados mortales,
para lo que ya está el sacramento de la penitencia. Sin embargo, si no es
posible recibir la confesión y la persona está arrepentida, aunque sólo sea con
contrición imperfecta, la unción también perdona los pecados mortales:
- así lo enseña el Magisterio de
la Iglesia (cfr. Concilio de Trento, Dz. 909);
- así lo insinúan la Sagrada
Escritura (cfr. el texto ya citado de Sant. 5, 16, donde la expresión griega
amartía traducido como pecados, se usa habitualmente en la Escritura para
designar los pecados graves) y la Tradición, atestiguada por diversos textos de
los Padres.
Se puede, por tanto, decir que la
unción es primariamente un sacramento de vivos, pero que consecuentemente, por
su específica razón de ser, es también un sacramento de muertos.
Si más adelante se supera la
imposibilidad de acudir a la confesión, el enfermo está obligado a confesar
íntegramente los pecados.
6.5
NECESIDAD DE RECIBIR ESTE SACRAMENTO
Este sacramento no es necesario
por sí mismo para la salvación del alma, pero a nadie le es lícito desdeñar su
recepción, y por tanto ha de procurarse con esmero y diligencia que los
enfermos lo reciban cuando están en plenitud de sus facultades mentales.
Esta obligación se considera leve
ya que no hay ninguna indicación en contrario en la Sagrada Escritura, en la
Tradición o en el derecho de la Iglesia; sin embargo, si se rechazara con
peligro de escándalo o con desprecio se puede llegar a cometer un pecado grave.
Es obligación de todo cristiano
prepararse del mejor modo para la muerte, y los que rodean a un enfermo tienen
el deber -que es grave- de darle a conocer su situación peligrosa y de
sugerirle la conveniencia de recibir el sacramento. Ha de administrarse en un
momento prudente: ni demasiado pronto, ni demasiado tarde, obrando con sentido
común y caridad cristiana.
El temor a asustar, que puede
proceder de una visión poco cristiana de la muerte, se demuestra además
infundado, porque la experiencia hace ver que los únicos que se asustan son los
que rodean al enfermo, el cual recibe con gran serenidad la noticia y que con
el auxilio del sacramento, obtiene una mayor paz.
El cristiano debe recordar, y
hacer ver a los demás, que "en la unción de los enfermos. . . asistimos a
una amorosa preparación para el viaje, que terminar en la casa del Padre"
(Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 80).
DE LO
ANTERIOR SE SIGUE QUE NO DEBE AGUARDARSE AL ÚLTIMO MOMENTO PARA RECIBIR LA
UNCIÓN:
1) Porque en la inminencia de la
muerte las facultades están debilitadas, y no se obtiene el mismo fruto, pues
faltan las disposiciones ex opere operantis que aumentan la eficacia del
sacramento: el Ordo Unctionis Infirmorum insiste que no se retrase para que el
enfermo con plena fe y devoción de espíritu pueda robustecerse con la fuerza
del sacramento en plena lucidez (n. 13; cfr. n. 27).
2) Porque la curación corporal no
se hace por milagro, sino que el fortalecimiento del espíritu estimula el
proceso corporal de curación o Dios favorece tal proceso mediante una ayuda
especial. Por tanto, el estado del enfermo ha de ser tal que aún sea posible la
curación naturalmente (SCHMAUS, M., Teología dogmática, VI, p. 655). El
Catecismo Mayor de San Pío X dice que no ha de aguardarse a que el enfermo está
desahuciado (n. 812).
Por último, "a los que van a
dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la
Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la
Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una
importancia particulares".
Es semilla de vida eterna y poder
de resurrección, según las palabras del Señor: ‘El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitar‚ el último día’ (Jn. 6, 54).
Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí
sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Catecismo,
n. 1524).
6.5.1
Reiteración del sacramento
La unción de los enfermos no
imprime carácter, y por lo tanto puede repetirse, teniendo en cuenta lo
siguiente
Si un enfermo que recibió la
unción recupera la salud, puede, en caso de una nueva enfermedad grave, recibir
de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento
puede ser reiterado si la enfermedad se agrava (Catecismo, n. 1515).
6.6
MINISTRO DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
"Todo sacerdote, y sólo él,
administra válidamente la unción de los enfermos" (CIC, c. 1003).
Consta así tanto por las palabras
de la Epístola de Santiago, como por las definiciones que citan e interpretan
este texto de los Concilios de Florencia (Dz. 700) y de Trento (Dz. 910 y 919).
Ordinariamente son los sacerdotes
con cura de almas quienes tienen la obligación y el derecho de administrarlo a
los fieles que tienen encomendados.
Sin embargo, por una causa razonable
cualquier otro sacerdote puede dar la unción, con el consentimiento al menos
presunto del sacerdote que tiene la cura de esa alma.
Para facilitar la administración
del sacramento, todo sacerdote puede llevar consigo el óleo bendito.
6.7
SUJETO DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
"Se puede administrar la
unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de razón, comienza
a estar en peligro por enfermedad o vejez" (CIC, c. 1004 & 1;
Catecismo, n. 1514).
Ha habido una cierta evolución en
la praxis de este sacramento, porque ahora basta que un fiel comience a estar
en peligro, no que está a punto de morir. La Constitución Sacram Unctionem
Infirmorum del 30-XII-1972 dice que este sacramento "se confiere a los que
sufren una enfermedad peligrosa".
Para juzgar la gravedad de la
enfermedad, basta con tener un dictamen prudente y probable de peligro de
muerte, aunque no sea necesariamente inminente el desenlace.
LAS
CONDICIONES QUE HA DE REUNIR EL SUJETO SON:
a) estar bautizado,
b) haber llegado al uso de razón,
c) tener intención de recibirlo,
y
d) peligro de muerte por
enfermedad o vejez.
a) Quien
vaya a recibir el sacramento, como en el caso de todos los demás, debe estar
bautizado.
Si se hubiera bautizado en aquel
momento, podría recibir inmediatamente la unción pues de esa manera se recibe
un aumento de gracia que es muy necesaria para resistir a las posibles
tentaciones.
b)
También es necesario que el sujeto tenga uso de razón y, por eso, capacidad de
cometer pecado personal.
No se ha de Administrar a los
niños menores de 7 años, pues este sacramento se ordena a robustecer al enfermo
frente a las tentaciones de desesperanza por los pecados pasados, haciendo
desaparecer las reliquias de ellos. Al infante, el bautismo le es suficiente
para que alcance la vida eterna.
En la duda sobre si el enfermo ha
alcanzado el uso de razón, se le debe administrar el sacramento (cfr. CIC, c.
1005).
c) Para
recibirlo válidamente, es necesario en el sujeto la intención. Si se trata de
un enfermo que carece ya del uso de razón, se le debe administrar si, cuando
estaba en posesión de sus facultades, lo pidió al menos de manera implícita
(cfr. CIC, c. 1006).
Aunque ordinariamente es
necesaria la intención habitual, es decir, la que se ha tenido una vez y no ha
sido retractada, en estos casos basta la intención habitual implícita, es
decir, la que se incluye en la práctica de la vida cristiana; por tanto, esta
intención debe siempre presumirse en cualquier bautizado católico, mientras no
se demuestre lo contrario.
En cambio, no se le debe
administrar el sacramento a quienes persisten obstinadamente en un pecado grave
manifiesto, o a quienes rechazaron explícitamente el sacramento antes de perder
la conciencia (cfr. CIC, c. 1007). Si alguno de estos elementos es dudoso, debe
administrársele sub conditione.
d) No
hace falta, como ya dijimos, que el peligro de muerte sea grave y cierto, basta
que comience.
En cambio sí hace falta que ese
peligro se deba a enfermedad o vejez. Podemos precisar un poco más esta idea:
puede darse la santa unción a un
enfermo que va a ser operado, con tal de que una enfermedad grave sea la causa
de la intervención quirúrgica; también a los ancianos, cuyas fuerzas se
debilitan seriamente, aunque no padezcan una enfermedad grave; e igualmente a
los niños, a condición de que comprendan el significado del sacramento.
No es sujeto del sacramento el
hombre sano, aunque esté en inminente peligro de muerte por causa externa, por
ejemplo, el soldado antes de entrar en batalla.
La razón de lo anterior la
clarifica Santo Tomás de Aquino: Aunque haya quien esté en peligro de muerte
sin enfermedad (. . .) este sacramento sólo se ha de administrar al enfermo,
puesto que se administra como una medicina corporal, la cual corresponde
únicamente a quien está corporalmente enfermo, pues es conveniente observar la
significación del sacramento (C.G., 4, q. 73). Vale la pena recordar aquí que
la ‘significación’ de cada sacramento es de institución divina, y como tal,
inalterable (ver 1.1.1.B).
Si se duda que el enfermo aún
viva, o ha sido muy reciente su fallecimiento, se le debe administrar de
cualquier modo la unción.
En estos casos se conferir ‘bajo
condición’, que se expresar en los términos ‘Si vives. . .’
Es praxis comúnmente admitida
conferir este sacramento hasta dos horas después de la muerte aparentemente
sobrevenida.
¿POR QUÉ LAS IGLESIAS UNGEN
CON ACEITE A LOS ENFERMOS?
Los cuidados a los enfermos, las oraciones de intercesión, y las unciones con aceite son alivios para la enfermedad.
JESÚS DE NAZARETH
Jesús
curaba por medio de signos: imponía las manos, mezclaba saliva con tierra, lo
tocaban y salía de Él una fuerza misteriosa que curaba a todos.
Él
continúa tocándonos por medio de los sacramentos.
Se
compadecía y perdonaba: “-Para que vean que el Hijo del hombre tiene en la tierra
poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: ¡Levántate, toma tu camilla
y vete a tu casa!”. Y así sucedió.
No vino a
llamar a los sanos, sino “a los enfermos”.
Jesús se
identificaba con los enfermos: “-Estuve enfermos y me visitaron…”.
Sin
embargo, sus curaciones eran signos. De hecho, no curó a todos. Esa dicha está
preparada para el cuerpo y la psiquis en la escatología final, en el tiempo de
la Resurrección corporal, plenitud de salud y salvación total.
Sus
curaciones eran signos para reconocer en Él al Mesías esperado, al Enviado del
Padre Dios.
Él trae
una victoria y una curación total y superior: La victoria sobre el pecado y
sobre la muerte, que es la supresión total de la salud y el sufrimiento más
atroz, en el mismo momento en que este llega a su clímax y culmina.
Es el
momento de otorgar plenamente la Vida, y la Vida en abundancia, que ya
comenzamos a anticipar desde aquí.
JESÚS ENVÍA A CURAR
“-¡Sanen
a los enfermos!”, dice a sus discípulos (Mt. 10, 8).
Ellos
brindaban sus cuidados a los enfermos, oraban por ellos, y los ungían con
aceite (Mc. 6, 12-13), símbolo de belleza y de salud.
Jesús les
asegura que “impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán” (Mc. 16,
17-18).
Algunos
tienen el “carisma” de curación por el poder del Espíritu de Jesús Resucitado.
El carisma es un “signo” de Dios Padre para construir la Iglesia de su Hijo. De
hecho, no todos son curados, sino que es un “signo” (pobre, en última
instancia, como pobres somos nosotros), para creer.
De hecho,
a Pablo, que padecía, le dice: “-Mi gracia te basta…, que en la tribulación se
muestra perfecto Mi poder” (2 Co 2, 9).
Y el
mismo apóstol decía que se “alegraba” en sus padecimientos, pues así completaba
“lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia” (Col 1, 24).
LA EUCARISTÍA
La
Eucaristía es un sacramento vinculado con la vida y la salud total (Jn. 6 –
54-58). Siendo el Pan de Vida.
LOS VOLUNTARIADOS
Distintos
miembros de iglesias cristianas brindan atención, escucha, oración y bienes a
los enfermos, visitándolos en los hospitales individualmente y en grupos, en
una pastoral de la salud más o menos organizada, según los lugares y
circunstancias.
Allí se
ve a Jesús en el enfermo, como solían decir los fundadores de las órdenes
hospitalarias, como San Camilo de Lellis y otros, que contemplaban al mismo
Pobre de Nazareth en el hermano sufriente presa del dolor.
O al
Cristo Resucitado con Poder, que sana y salva, brindando con sus cuidados y
atenciones, y con esa oración de intercesión, acción de gracias y alabanza, la
curación al que hasta hacía poco tiempo carecía de la salud.
UN SACRAMENTO PARA LOS ENFERMOS
Como
decíamos antes, Jesús sigue “tocándonos” por medio de los sacramentos.
Además de
sus dichos evangélicos con referencia a la salud, la oración y la unción con
óleo o aceite, se desprende de Santiago que de la comunidad apostólica (formada
por Jesús y los Apóstoles), surge un rito para el caso de los que sufren la
falta de salud de una u otra manera: “llamar a los ancianos de la comunidad
(presbíteros –del griego-), para que oren sobre (¿indica imposición de manos?)
el enfermo y lo unjan con aceite, invocando el Nombre de Jesús (St. 5, 14).
Es más,
dice que la oración hecha con fe CURARÁ al enfermo, el Señor lo hará
LEVANTARSE, y se le PERDONARÁN los pecados (St. 5, 15).
¡QUÉ PODER!
En la
Iglesia católica, esta práctica ha quedado como uno de los siete sacramentos,
no relegado solamente al momento de la muerte, sino cuando las fuerzas
comienzan a flaquear por la enfermedad o la vejez, o por alguna intervención
quirúrgica de riesgo (que lo son casi todas).
Los
hermanos cristianos evangélicos, tienen en gran aprecio la visita al enfermo,
la oración de intercesión por él, y la unción con el aceite, lo practican
frecuentemente y, por defecto del sacramento del orden, ha quedado solamente
como un sacramental en sus comunidades.
Todas las
religiones cuidan a sus enfermos y rezan por ellos, y aún los no creyentes,
pero con un corazón noble y sincero, de buena voluntad, brindan sus atenciones
a los que sufren.
¿Cuál es
tu actitud ante el que sufre enfermedad y dolor, y cuál es tu actitud cuando
sufres enfermedad y dolor?
Autor:
Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Ediciones “Dialogando”
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