A medida que van pasando los
meses se va haciendo más evidente un malestar de ciertos medios de la Iglesia
con la línea que Su Sant. el Papa Francisco está impulsando en la Iglesia. Las
declaraciones del obispo emérito de Chicago, Francis George (probablemente
molesto con la elección de su sucesor, mgr. Cupich, una antítesis de lo que él
ha significado en la Iglesia americana), son un ejemplo. En mi opinión, también
lo es la reacción de algunos cardenales manifestando sus discrepancias con la
línea marcada por el cardenal Kasper, sobre los temas en debate en el Sínodo de
la Familia. Y muchos ejemplos más.
El vaticanista Andrea Tornelli
hablaba de "grupúsculos" contrarios en la Stampa hace unos
días: yo no soy tan optimista. Más bien creo que se trata de sectores amplios y
muy bien situados, algunos de ellos, en las esferas del poder.
Y, tengo que confesar que,
después de muchos años de intentar estudiar la Iglesia en su dimensión
histórica y humana, el hecho me sorprende muy poco. El nuevo Papa está marcando
nítidamente y de forma programática (aunque no lo parezca, por su estilo
espontáneo) líneas de actuación tan distintas de lo que venía siendo habitual
desde hace muchos años, que lo raro hubiera sido lo contrario.
Lo que de verdad me llama la
atención es el tono y los gestos. Me pregunto el porqué del cambio, ya que no
imagino unas críticas o unas manifestaciones de impaciencia tan públicas y
evidentes con ninguno de los dos anteriores pontífices. ¿Ustedes sí?
Es posible que muchos que,
durante largo tiempo, presentaron la figura del Obispo de Roma, como alguien
por encima de los extravíos humanos, confundiendo (quiero creer que sin mala
intención) magisterio ordinario y extraordinario, y convirtiendo cualquier
declaración del mismo poco menos que en Palabra de Dios, caigan en la tentación
de decir "dije donde digo Diego" ahora que la línea del nuevo pontífice
"no les gusta".
Esta realidad es demasiado
humana, como para ser tenida en cuenta seriamente. Lo que me preocupa del
asunto es un hecho más profundo y, a mi entender, más grave.
Los que siguen este humilde blog,
seguro que recuerdan entradas de hace un par de años en las que señalaba
mi preocupación por la brecha evidente entre dos concepciones muy divergentes
de entender la realidad y misión de la Iglesia a comienzos del siglo XXI. Ambas
cuentan con potentes eclesiologías detrás: no se trata, pues, de meras
opiniones o preferencias personales. Por simplificar mucho (¡muchísimo!) y a
pesar de que esta terminología no me gusta nada de nada, hablaré de la
"conservadora" y la "liberal".
Quiero añadir que ambas son
perfectamente concordes con la Tradición y el Dogma Católico y que estuvieron
representadas con toda claridad por grupos muy bien definidos en el último
Concilio (si alguien pone esto en duda le recomiendo encarecidamente que
estudie un poco el tema). Históricamente, la corriente que podríamos denominar
"liberal", y que en el Vaticano II estuvo representada por algunos
"pesos pesados" como los cardenales Suenens, Lercaro, König, Frings,
etc., no tuvo demasiadas posibilidades de desarrollo. Las causas son bastante
complejas, sin que podemos entrar aquí en su análisis. Tras un periodo muy
corto de cierta indefinición, Pablo VI apostó por una cierta tendencia
"conservadora". La misma fue clarísimamente adoptada por Juan Pablo
II (aunque no en todos los temas) en su largo pontificado, y , posteriormente,
por Benedicto XVI.
Fueron muchos años, muchas
decisiones tomadas, muchos nombramientos realizados, muchas intervenciones
hacia dentro y declaraciones hacia afuera en una línea altamente coherente
consigo misma, pero monolítica. Tanta cantidad y tanto tiempo hicieron que
muchos creyeran que una determinada forma de dirigir la Iglesia y de entender
la misión y labor concretas de la misma en el mundo actual, era sencillamente
la única.
¿Es que la Iglesia ha cambiado
entonces?. ¿Es Francisco un "rupturista"? Pues no, yo creo que no lo
es en absoluto, y que lo que está haciendo es muy normal. Lo ven
"anormal" quienes tienen su visión eclesial un tanto deformada y
consideran a este Papa un "progre" (¡el tiempo les demostrará lo equivocados
que están!). La Iglesia no cambia en lo que no puede cambiar, en su
esencia eterna, perfectamente definida por el Dogma. Pero sí puede y debe
cambiar en muchas formas de llevar esa esencia a los hombres.
Y, puestos a ello, quiero decir
que creo que ya era hora de que muchas cosas empezaran a cambiar. Es mi modesta
opinión lo es también que Francisco es una bendición para la Iglesia. Quizá
la mayor del último medio siglo.
Cuentan que, cuando Juan Pablo I (¿alguien
pensó que me había olvidado de él?), recién elegido, anunció a un poderoso
cardenal los cambios que deseaba hacer, dialogaron más o menos así: el prelado
le respondió tajante, " ¡Sepa vuestra Santidad, que estas decisiones van,
en muchos aspectos, en contra de la línea marcada por Vuestro Antecesor (de
feliz memoria)!". El santo Papa Luciani se limitó a decir, lacónicamente:
"¡Nadie manda siempre...!"
Pues, eso.
Un abrazo
muy fuerte, y que el Señor les bendiga este año que hemos comenzado.
Josue
Fonseca
No hay comentarios:
Publicar un comentario