La
historia se la oí contar a sor Verónica, fundadora del Instituto Iesu Communio.
Aunque ella tiene muchba más gracia que yo, más o menos nos vinoa a decir:
Un hombre y su pequeño hijo viajaban con un asno. Era un viaje largo, de varios días, y el primer día, atravesaron un pueblo los dos caminando. Llevaban una marcha ligera y una conversación amena, pues aún no estaban cansados. Entonces, los lugareños del pueblo que estaban allí sentados, al verlos, comentaron: "Vaya dos tontos, que tiene un burro y en vez de ir montados, van los dos caminando". Al día siguiente, al poco de emprender la marcha, el niño se torció un tobillo y se le inflamó. Entonces se subió al asno, mientras su padre iba andando. Al llegar a un pueblo, los lugareños que estaban allí al fresco, comentaron: "Será posible. ¡Ese niño no tiene educación! ¿Cómo se atreve a ir él montado y su padre caminando?". El tercer día la hinchazón del tobillo había desaparecido y el padre estaba demasiado cansado por haber caminado toda la jornada anterior, por lo que el hijo dejó que cabalgase su padre. Al llegar a un pueblo, los lugareños que estaban sentados viendo pasar a los viajeros, comentaron: "¡Anda que pobre chaval! Fíjate. Se les nota que llevan al menos tres días de camino y en vez de dejarle al chico cabalgar un rato, va ahí el padre tan comodón. ¡Seguro que hacen así todo el viaje!". El cuarto día, estando ya los dos caminantes muy cansados, decidieron que montarían los dos a la vez su cabalgadura. Entonces, al llegar a un pueblo, los lugareños que estaban sentados, comentaron: "¿Pero no se dan cuenta de que así su asno no llegará a hacer ni dos días de viaje? ¿Por qué no se turnan para cabalgar?". Finalmente, el quinto día, el hombre y su hijo con su asno, llegaron a su destino.
En definitiva, la madre nos vino a explicar que hagamos lo que hagamos, no nos va a faltar nuestra legión de ángeles negros dando la paliza. Así que es mejor que hagamos camino sin estar pendientes de lo que diga la gente.
Jesús
GarcíaUn hombre y su pequeño hijo viajaban con un asno. Era un viaje largo, de varios días, y el primer día, atravesaron un pueblo los dos caminando. Llevaban una marcha ligera y una conversación amena, pues aún no estaban cansados. Entonces, los lugareños del pueblo que estaban allí sentados, al verlos, comentaron: "Vaya dos tontos, que tiene un burro y en vez de ir montados, van los dos caminando". Al día siguiente, al poco de emprender la marcha, el niño se torció un tobillo y se le inflamó. Entonces se subió al asno, mientras su padre iba andando. Al llegar a un pueblo, los lugareños que estaban allí al fresco, comentaron: "Será posible. ¡Ese niño no tiene educación! ¿Cómo se atreve a ir él montado y su padre caminando?". El tercer día la hinchazón del tobillo había desaparecido y el padre estaba demasiado cansado por haber caminado toda la jornada anterior, por lo que el hijo dejó que cabalgase su padre. Al llegar a un pueblo, los lugareños que estaban sentados viendo pasar a los viajeros, comentaron: "¡Anda que pobre chaval! Fíjate. Se les nota que llevan al menos tres días de camino y en vez de dejarle al chico cabalgar un rato, va ahí el padre tan comodón. ¡Seguro que hacen así todo el viaje!". El cuarto día, estando ya los dos caminantes muy cansados, decidieron que montarían los dos a la vez su cabalgadura. Entonces, al llegar a un pueblo, los lugareños que estaban sentados, comentaron: "¿Pero no se dan cuenta de que así su asno no llegará a hacer ni dos días de viaje? ¿Por qué no se turnan para cabalgar?". Finalmente, el quinto día, el hombre y su hijo con su asno, llegaron a su destino.
En definitiva, la madre nos vino a explicar que hagamos lo que hagamos, no nos va a faltar nuestra legión de ángeles negros dando la paliza. Así que es mejor que hagamos camino sin estar pendientes de lo que diga la gente.
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