Hoy he leído la relatio del
sínodo. ¿Qué me ha parecido? Bien, comencemos por decir que, desde hace muchos
años, pienso que los sínodos tienen que cambiar radicalmente sus modos de
elaborar sus comunicados finales.
Pienso que este comunicado final
adolece de los mismos defectos que todos los anteriores. Los señores obispos
harían bien en escuchar el arte esencial de la maravillosa Gymnopediede
Eric Satie y sacar valiosas conclusiones. La primera de esas conclusiones es
que las cosas se pueden decir de un modo muchísimo más breve no sólo sin perder
nada, sino ganando mucho. Para decir cuatro párrafos esenciales, no hace falta
un prólogo de veinte páginas.
Una buena parte de la relatio
es una esplendorosa recopilación de verdades de Perogrullo, acompañadas de
lugares comunes, y sabiamente condimentadas por cosas sabidas por todos y
espolvoreadas con unas cuantas evidencias. Las he leído cuidadosamente con
lentitud porque numerosos curas me iban a preguntar en las semanas siguientes.
Pero cualquier lector fervoroso y católico dará muestras de vivaz inteligencia
en saltarse la paja con una lectura diagonal.
Pasemos a señalar otro defecto,
no hace falta construir cada frase con todos los matices y clausulas posibles.
Los que van a leer la relatio no son unos pobres inútiles a los que hay
que cerrarles todas las lecturas dudosas posibles. Suponer una cierta
inteligencia es siempre una virtud del escritor. No suponerla, es uno de los
defectos comunes de los textos escritos en grupo.
Entremos en el texto en sí. Por
supuesto, nada hay en él contrario al Magisterio de la Iglesia. Por otra parte,
estoy totalmente a favor del movimiento de reforma que pretende llevar adelante
el Papa Francisco. Por eso, mis filiales críticas véanse como fuego amigo y no
de otra manera.
Pero precisamente porque estoy de
acuerdo en que este tema debía discutirse y que debe hacerse algo, considero
que el texto de la relatio no avanza en la construcción de una verdadera
teología acerca de la cuestión.
En la relatiose dicen
cosas muy valiosas, muy novedosas para un lenguaje sinodal, pero la redacción
comunal, la exigencia de continuos matices consensuados, las expresa con poca
gracia, con ninguna garra, de un modo bastante desaborido.
Alguien me dirá que lo conseguido
en la relatio ya es mucho, que ya es un paso en la dirección correcta.
Sí, sin duda es un paso. Pero se podría haber dado ese paso con mucho más
garbo, diciendo lo mismo pero de otro modo. Esto es una cuestión más
redaccional. Decir grandes cosas, cosas nuevas, cosas de gran trascendencia,
con un consensuado lenguaje frío expresando lo que todos sabemos cuidando donde
se pone el pie, no va a entusiasmar a nadie. Todo el mundo al leer la relatio
ha comentado: no nos dice nada nuevo.
Hubiera sido mejor señalar con
toda crudeza la real confrontación teológica sintetizándola en cinco páginas
magistrales, dejar inconclusa la lícita disputa existente y pedir al Pueblo
Fiel que orara para que el Espíritu Santo les ilumine. Eso hubiera sido mejor
que buscar el mínimo denominador común y expresarlo del modo que se ha hecho.
Hubiera sido mejor
crear-construir-elaborar un texto en el que las distintas formas de pensar se
sintieran perfectamente retratadas y pedir a los laicos, presbíteros y a los
obispos que sigamos en este camino de oración y reflexión para llegar a lo que
Dios quiere en nuestro tiempo. Ésta es una cuestión ante todo de teología, no
de misericordia. Debemos ir al núcleo de la cuestión sin miedo, todos tenemos
el mayor deseo de ser fieles a Dios. Por lo tanto, debemos ir con la plena
verdad, sin maquillar nada.
Estoy totalmente a favor de la reforma del Papa Francisco. Soy realista,
esta relatio simplemente es el resultado lógico del método habitual de
trabajo en la redacción de textos. Y eso es algo que debe cambiar.
P.
FORTEA
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