PRESENTACION
Para muchas personas, influenciadas por algunos autores, después de la
muerte de Eugenio Roncalli, el Papa Pío XII, quedaron convencidas de que éste fue
el cómplice de Adolf Hitler, además de ser un cínico e indiferente espectador
del genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial.
En la obra ‘El Diputado’, su autor, el alemán Rolf Hochhut retrató a Pío
XII como el lado oscuro de su ser histórico, quien calló acerca del trato que
se les daba a los judíos y consintió a su deportación de Italia. Hochhut, quien
perteneció a las Juventudes Hitlerianas, presentó en su libro un calumnioso
ataque sobre la figura de Pío XII.
¿CUAL FUE EL ORIGEN REAL DE
DICHA DIFAMACION?
Recientemente, Ion Mihai Pacepa, un rumano ex espía de la KGB rusa,
explicó que en febrero de 1960 Nikita Kruschev, el presidente ruso, aprobó un
plan super secreto para destruir la autoridad moral del Vaticano. Y Pío XII fue
escogido como el principal objetivo de la KGB porque ya había fallecido dos
años antes, y debido al lema de la KGB ‘los muertos no pueden defenderse’. El
nombre de esta campaña fue ‘Asiento 12’, y el propósito del plan de la agencia
rusa de espionaje fue el de hacer que la gente creyera que Pío XII fue un
simpatizante del régimen nazi, ya que había sido Nuncio Apostólico en Múnich y
en Berlín antes de su papado.
Lo que la KGB deseaba es presentar al Papa como un antisemita que había
alentado el holocausto de Hitler, y para lograrlo la KGB modificó levemente
algunos documentos originales del Vaticano, y para ello le llamaron a él, a
Pacepa, cuando trabajaba en el servicio de inteligencia rumano.
Los documentos que dicho espía enviaba a Moscú para que pudiera efectuar
las modificaciones fueron utilizados para producir una obra en la que se
atacaba al Pontífice, a la cual titularon ‘El Sustituto, una tragedia
cristiana’, la cual proponía que Pío XII apoyó a Hitler y le alentó a
seguir adelante con el holocausto judío.
Debido a ello mucha gente está totalmente convencida de que el Papa Pío
XII fue un hombre frío y despiadado que odiaba a los judíos y que ayudó a
Hitler a eliminarlos. Y Pacepa, el espía rumano, manifiesta además que Yuri
Andropov, jefe de la KGB rusa e incomparable maestro del engaño, solía decir
que la gente está más dispuesta a creer en la maldad que en la santidad.
Y el propio Pacepa destaca finalmente que testigos en todo el mundo
prueban que Pío XII estaba en contra de Hitler y que no era su amigo, y que su
obra en favor del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial se confirmó
desde el inicio de esa guerra cuando el Papa, demostrando su postura anti
hitleriana, escribió una encíclica al respecto, de la cual aviones de la Fuerza
Aérea francesa dejaron caer 88,000 copias de la misma sobre territorio alemán.
EL PAPA ANTI HITLERIANO
El Sacerdote jesuita Pierre Blet (1028-2009) publicó en 1982 el libro
titulado ‘Pío XII y la Segunda Guerra Mundial en los Archivos Vaticanos’,
en el cual se recogen testimonios del archivo secreto vaticano sobre la
actividad del Papa Pío XII durante dicha guerra.
El primer capítulo, titulado ‘La diplomacia vaticana contra la
guerra’ detalla todos los medios diplomáticos que la Santa Sede usó en 1939
para lograr la calma, cuando la situación en el mundo empeoraba rápidamente.
Además explica las iniciativas secretas con los distintos gobiernos para lograr
tal fin. En un primer momento Pío XII intentó organizar una conferencia entre
Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Polonia. A pesar de que tal iniciativa
falló, todas las potencias comprendieron el valor que podía tener la mediación
del Papa en aquellos momentos tan caóticos.
En el segundo capítulo de dicho libro, Blet explica el nuevo papel que
asumió la Santa Sede para limitar el conflicto y restaurar lo antes posible una
paz basada en la justicia y la seguridad, tratando siempre de evitar que Italia
entrara en la guerra, pese al disgusto de los fascistas italianos y de sus
amenazas.
Más delante de dicho libro se analiza la situación de la Santa Sede
frente a lo que en 1940 parecía el triunfo nazi, y cómo las relaciones
diplomáticas se tornaban por momentos en una verdadera cruz para Pío XII, quien
nunca cedió a las presiones.
El capítulo siete está dedicado a profundizar en la acción de la Iglesia
frente a los perseguidos, constatando los franceses los esfuerzos realizados
por el Vaticano para evitar la guerra. La Santa Sede decidió entonces que su
tarea sería la de llevar ayuda a las víctimas del conflicto, tratando así de
aliviar sus sufrimientos materiales y morales. Con respecto a los judíos, las
primeras tentativas del Papa y de la Santa Sede estaban encaminadas a facilitar
la emigración de los hebreos a otros países, aunque no siempre se tuvo éxito
por una intransigencia alemana que llevó a Holanda a deportar a religiosas
católicas de raza judía a los campos de concentración nazis, como fue el caso
de Santa Edith Stein, la actual patrona de Europa.
La Sede Apostólica se concentró en bloquear en la medida de lo posible
dichas deportaciones, motivo por el cual el embajador alemán ante la Santa Sede
dijo al Papa dijo a Pío XII que si el Vaticano no mantenía una neutralidad
absoluta, las represalias de Hitler serían violentísimas.
Pero a pesar de sus amenazas, una de las primeras preocupaciones de Pío
XII fueron los judíos que se encontraban en Roma. Antes de que las
deportaciones comenzaran, el Santo Padre había levantado las disposiciones
canónicas a los conventos de clausura, lugar donde se refugiaron millares de
judíos, así como en Iglesias y conventos. Las enérgicas intervenciones del Papa
a favor de los judíos de Roma dieron buenos resultados y los alemanes
decidieron salir de aquella ciudad sin convertirla en campo de batalla. Poco
después las tropas americanas ocupaban la ciudad.
Los archivos de la OSS americana, conocida actualmente como CIA, revelan
sistemáticos esfuerzos alemanes para silenciar a los jesuitas del sur de
Alemania. Un provincial jesuita reveló que el gobierno nazi le había exigido
una lita de todos los sacerdotes jesuitas a su cargo, de manera que pudieran
ser capturados y enviados a campos de concentración, a cuya demanda el
provincial de la Orden se rehusó, por lo que fue hecho prisionero. Pero ello le
ayudó a proporcionar al Vaticano una detallada descripción de la situación en
los campos de concentración nazis. Ello llevó al Papa Pío XII a convertirse en
el primer líder mundial en intentar detener la persecución alemana contra los
judíos.
El libro concluye comentando las palabras de De Gaulle, el presidente
francés, quien dijo en junio de 1944: ‘Pío XII juzgaba cada cosa desde un
punto de vista que trasciende a los hombres, sus sucesos y sus conflictos. Esta
visión hará siempre ardua la tarea de comprender a fondo la política y la
personalidad de este Papa’.
CONCLUSION
Pío XII fue un hombre bueno y santo, un heroico defensor y protector de
los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. La evidencia sobre esta verdad es
masiva, los testimonios son muchos y los hechos no pueden cambiarse. Todos los
esfuerzos por demostrar lo contrario han sido concluyentemente refutados. La
cuestión no es si Pío XII actuó heroicamente y fue un instrumento para salvar a
cientos de miles de judíos de la exterminación nazi, ni si las difamaciones y
calumnias contra este hombre santo pueden ser refutadas. La cuestión que debe
examinarse es el por qué este buen hombre está siendo difamado. ¿Quiénes son
aquellos que se dedican a mancillar la reputación de Pío XII y cuál es su objetivo
fundamental?
El historiador judío Michael Tagliacozzo, director del Centro de
estudios sobre la Shoah y la Resistencia, dijo: ‘Sé que muchos han criticado
al Papa Pío XII, pero el Papa Pacelli fue el único que intervino para impedir
la deportación de los judíos e hizo muchísimo por esconder y salvar a miles de
nosotros. Sin él muchos de los nuestros no hubieran seguido con vida’.
Y Paolo Mieli, ex corresponsal de ‘La Stampa’, ex director de ‘Corriere
de la Sera’ y actualmente director de “RCS”, la mayor editorial de Italia, y
quien su familia judía tuvo que pagar un doloroso precio de sangre en campos de
concentración, dijo lo siguiente: ‘Ese Papa y la Iglesia Católica, que tanto
dependía de él, hicieron muchísimo por los judíos. Se calcula que alrededor de
850,000 judíos fueron salvados por la Iglesia y por ese Pontífice. Cuando se
recuerda a las personas que hicieron algo para salvar físicamente a los judíos,
todos deberíamos enorgullecernos de lo que hizo la Iglesia de Pío XII’.
Continuó diciendo Mieli acerca de Pío XII: ‘Considero que es muy poco
valiente ponerle sobre las espaldas responsabilidades que no eran suyas. Se le
ha tratado casi como si hubiera estado junto a Hitler; como si fuera el único
ser en el mundo que tuvo responsabilidades en el Holocausto. Creo y repito que
esto es algo monstruoso y aberrante, algo que tendrá que acabar’.
Salvar a cerca de un millón de judíos fue sólo
uno de los logros personales y pontificales de Pío XII. Sin embargo, después de
su muerte las quejas acerca de su defensa del depósito de la fe contra
tendencias modernistas se hizo más audible y Pío XII ha sido víctima del
vilipendio, la difamación y la increíble e insaciable difamación; algo
totalmente injusto para él y su pontificado durante la Segunda Guerra Mundial.
Agustín
Fabra
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