Una vez
más no ha sido noticia. ¡Y era un héroe! De esos de carne y hueso que existen
en el mundo real y que llenan de gloria a la Iglesia católica. Si fuera uno de
esos que han traicionado su sacerdocio estaría por todas partes. Pero una vez
más no ha sido así. ¿La razón? Vivió en la entrega al que su amor más grande,
Jesucristo, le empujaba. Vivía en África. En la misma África de la que todos
hablan pero a la que pocos le dedican su vida. Y él lo había hecho. Consagró su
vida a Dios y ésta se materializó en servicio. Como el servicio que hoy siguen
prestando tantos hombres y mujeres consagrados a Dios en la Iglesia católica y
que jamás serán noticia porque no son escándalo que vende sino testimonio que
evidencia lo que parece no quererse reflejar de esa misma Iglesia sin la que
muchos africanos -y no sólo- estarían huérfanos de amor.
Ha muerto
un misionero católico más contagiado de ébola. Es el segundo. Un periódico de
la misma nacionalidad que el occiso le ha dado la portada. Es el ABC y
naturalmente es algo muy extraordinario. "Alégrense de que sus nombres
estén escritos en el reino de los cielos", dijo Jesús a sus discípulos.
Esta vez el nombre del hermano Manuel García Viejo ha tenido también un
recuerdo en el "reino de la tierra" en la que miles como él se
entregan día a día sin esperar más paga que la sonrisa de aquellos a los que
sirven por amor a Dios y en nombre de esa Iglesia tan denostada.
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