Tres son… los anuncios que el Señor, hizo a lo largo de su vida, acerca
del pan eucarístico. Corría el año 29 y en marzo de dicho, fue cuando el Señor
realizó, el primer y el segundo anuncio del Pan vivo, o Pan del cielo, tal como
lo denominó el Señor, en la sinagoga de Cafarnaúm, donde se estableció un
dialogo entre los israelitas y el Señor, que le preguntaban acerca de que obras
había hecho Él, para que ellos le creyeran, al tiempo que le recordaban que: “31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la
Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”. (Jn 6, 31). Le dicen al Señor refiriéndose a Moisés que qué para
ellos fue, el que les proporcionó el alimentó.
“32 Jesús
respondió: Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi
Padre les da el verdadero pan del cielo; 33 porque el pan de Dios es el que
desciende del cielo y da Vida al mundo. 34 Ellos le dijeron: Señor, danos
siempre de ese pan. 35 Jesús les respondió: Yo soy el pan de Vida. El que viene
a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. 36 Pero ya les he
dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen”. (Jn 6,32-36).
Hace aquí el Señor, su primer
anuncio del Pan vivo eucarístico, cuando ellos le demanda el pan del cielo, que
Moisés les dio a sus padres en el desierto y el Señor, primeramente les dice
que no fue Moisés quien les dio el maná sino su Padre que está en los cielos y
además les dice: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás
tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Es Él mismo, el que
indirectamente les está ofreciendo ya su cuerpo y su sangre.
En este primer anuncio
de la Eucaristía, el Señor conociendo las mentalidades de sus oyentes que no
van a aceptar, que su carne sea comida y su sangre sea bebida, no habla con
claridad, pero si lo hace más tarde en el mismo día y en el interior de la
Sinagoga de Cafarnaúm, pues el primer encuentro y anuncio del Señor se realizó
antes de entrar en la Sinagoga y ya el ella les dice claramente:
"48 Yo soy
el pan de vida; 49 vuestros padres comieron el mana en el desierto y murieron.
50 Este es el pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera. 51 Yo
soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan vivirá para
siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo. 52 Disputaban
entre si los judíos, diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne? 53
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del
Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54 El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitare el
último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre esta en mí y yo en él. 57 Así
como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que come
vivirá por mí. 58 Este es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron
los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre. 59 Esto lo
dijo enseñando en una sinagoga de Cafarnaúm”.
(Jn
6,48-59).
El impacto que se
produjo en la sinagoga fue tremendo, no comprendieron o no quisieron comprender
la espiritualidad y entrega del Señor a nosotros y solo vieron el lado
antropófago de estas duras palabras. Era necesario para alcanzar la vida
eterna, tener que comer la carne del Señor y tener que beber su propia sangre.
Pensemos que estas claras palabras y hace ya, más de 2000 años transcurridos,
desde que fueron pronunciadas por el Señor y todavía hay cristianos
protestantes, que no las aceptan y quieren ver en ellas un inexistente sentido
de simbológica. Pero si son aceptadas por cristianos cismáticos orientales y
cristianos católicos, también llamados latinos occidentales..
Los mismos discípulos
del Señor se escandalizaron. Es el mismo San Juan el que nos explica esto en el
mismo capítulo 6 de su evangelio y resulta curioso que de las palabras del Señor
en la última cena cuando realizó el tercer anuncio, Y ahora San Juan nada nos
dice de Él. Recogiendo este segundo anuncio, que puede ser interpretado como un
preanuncia de la institución de la Eucaristía. Continua San Juan aquí,
recogiendo el suceso: “60 Después de oírlo, muchos de
sus discípulos decían: ¡.Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo? 61
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto los
escandaliza? 62 ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde
estaba antes? 63 El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las
palabras que les dije son Espíritu y Vida. 64 Pero hay entre ustedes algunos
que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los
que no creían y quién era el que lo iba a entregar. 65 Y agregó: Por eso les he
dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede. 66 Desde ese
momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
67 Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse? 68 Simón
Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
69 Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios.70 Jesús continuó:
¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de
ustedes es un demonio”. (Jn
6,60-70).
Es admirable aquí, la profundidad de la fe de San Pedro, de la cual dará
este un pleno testimonio más tarde en Cesárea de Filipo, cuando en la cueva de
Banias el Señor lo nombró cabeza visible de su Iglesia. Fueron muchos los
milagros hechos por el Señor, que San Pedro había contemplado, pero más
milagros había visto ya, cuando lo negó tres veces al Señor, en el patio del
Sumo sacerdote. Esto nos debe de servir de aviso de que tal como dice el mismo
San Pedro no dice: “Sed sobrios y vigilad, que
vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien
devorar, resistidles firmes en la fe”. (2Pdr
5,8).
El tercero y definitivo
anuncio del Señor, nos lo cuenta San Lucas que escribe: “14 Cuando llegó
la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; 15 y les dijo: Con ansia he
deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; 16 porque os digo que
ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios. 17 Y
recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre
vosotros; 18 porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del
producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios. 19 Tomó luego pan, y,
dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es
entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. 20 De igual modo, después
de cenar, la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es
derramada por vosotros. 21 Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo
sobre la mesa. 22 Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado.
Pero, ¡ay de aquel por quien es entregado! 23 Entonces se pusieron a discutir
entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer aquello”. (Lc 22,14-23).
En estos trascendentales
versículos para nosotros, el primero que toma importancia es el 15 en el que
dice el Señor Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros
antes de padecer. Puede pensarse, que este deseo
del Señor nace en Él, como consecuencia de ser esta ya, la última cena antes de padecer tal como
Él mismo dice. El Señor era y es la segunda persona del Dios trinitario, pero
era también hombre, de carne y hueso y sabía lo que le esperaba, por lo cual
indudablemente, estaría angustiado; piénsese que horas más tarde sudaría sangre
en el Huerto de Getsemaní, pensando que iba a soportar el peso de todo los
pecados de los hombres. El sufrimiento de la oración del huerto pertenecía al
orden del espíritu y lo demás atroces sufrimientos posteriores fueron materiales.
En la última cena, el
Señor nos regala a todos a modo de despedida, la posibilidad de unirnos
carnalmente con Él, dándonos la mayor prueba de amor que jamás hombre alguno
haya recibido. Comer su carne y beber su sangre es darnos la posibilidad de
llevar nuestro amor a Él, a límites inimaginables. Prueba de ello, son todas
esas ramas del cristianismo, que siguen pensado en una mera simbología, que aún
no se han enterado que cuando se ama de verdad se anhela pasar a formar parte
además de la espiritualidad del amado, también la materialidad de su cuerpo y
de su sangre. Cuantas madres en el loco amor por sus hijos pequeños los mira y
dice: ¡me lo comía! Quiere y desea integrarlo en su carne y en su sangre porque
se lo pide su amor.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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