El grupo
demoscópico mexicano Consulta Mitofski realizó a mitad de 2014 una encuesta
sobre la opinión de los mexicanos respecto al celibato de los sacerdotes
católicos. Los resultados muestran una mayoritaria inclinación hacia el
celibato: el 47,6% piensa que los sacerdotes «no deberían poder casarse», el
38.3% cree que «deberían poder casarse» y un 14,1% no sabe o no quiso opinar.
Fue en
mayo de ese mismo año que un grupo de 26 supuestas amantes de algunos
sacerdotes envió al Papa Francisco una carta donde pedían se cambiase la
disciplina en torno al celibato en la Iglesia católica: «Nosotras tenemos,
hemos tenido o quisiéramos tener una aventura amorosa con un sacerdote del que
nos hemos enamorado», escribían.
Unas
semanas después, el 19 de junio, un colectivo numéricamente mayor mandó otra
carta al Papa pero con una petición en dirección opuesta: «Le suplicamos que
cuide nuestra casa y evite que el gran don del celibato pueda sernos hurtado».
En esta misma carta, las 332 firmantes (en su mayoría mamás de sacerdotes),
daban uno de los argumentos de peso más contundentes y que bien servía de
respuesta para la petición de las 26 supuestas amantes: «Si tuviéramos noticia
de la aventura de un hijo o un hermano casado con una mujer distinta de su
esposa nunca podríamos aceptar los argumentos de la nueva novia como una causa
lícita para romper el matrimonio canónico».
Uno de
los errores más comunes en torno al tema del celibato sacerdotal es la falsa
creencia de que el celibato es obligatorio. El celibato es opcional: el que
quiere ser sacerdote (y la Iglesia lo juzga apto) lo acepta libremente. No se
puede decir que los candidatos no son advertidos cuando son ellos mismos
quienes prometen públicamente, en la ceremonia de ordenación sacerdotal, que
valoran y quieren vivir el don del celibato. Tratándose de una forma de
«matrimonio» (del sacerdote con la Iglesia) una mujer que quiere vivir, vive o
ha vivido un romance con un sacerdote debe considerarse de modo análogo al
varón casado que engaña a su esposa fuera del matrimonio.
Es
frecuente que el rechazo al celibato vaya asociado a una visión de la
sexualidad que no dice relación con el matrimonio sino con la aventura. En este
sentido las 26 mujeres a las que se ha aludido deberían plantearse seriamente:
si el supuesto sacerdote no ha sido fiel a Dios, ¿va a ser capaz de serle fiel
a ella? ¿O se trata sólo de libertad de acceso a aventuras en cuyo caso la
seriedad de la petición debe tomarse con tanta superficialidad como
superficiales son ese tipo de relaciones pasajeras?
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