“Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén”
(Eclesiastés 1:1)
COHÉLET Y SALOMON
El autor del Eclesiastés se llama a sí mismo Cohélet, que literalmente significa
‘el hombre de la asamblea’, o sea, un tribuno de la asamblea del pueblo
que, cansado de las ideas dominantes, se decide a tomar la palabra.
En el Tanaj judío Cohélet es el nombre que se da al libro del
Eclesiastés. En cambio, la Septuaginta griega lo traduce como ‘Ekklesiastes’,
que significa ‘miembro de la congragación’, y de ese título se deriva el
título español ‘Eclesiastés’.
Sin embargo, una traducción más aproximada de Cohélet es ‘el
predicador’, lo que también se aplica mejor al rey Salomón, a quien se le
adjudica la autoría del libro, e indica más fehacientemente el propósito con
que el autor lo escribió. Pero esa atribución es mera ficción literaria del
autor, quien pone sus reflexiones bajo el patrocinio del más ilustre de los
sabios de Israel.
Varios expertos niegan la autoría salomónica y comentan que se atribuía
a Salomón cualquier obra de tipo filosófico eminente de la que se desconocía el
autor, y que el estilo literario y el uso de la lengua lo ubica en tiempo de
Ciro, rey de los persas, aunque posterior al Destierro.
Cohélet es un judío de Palestina, probablemente del mismo Jerusalén.
Emplea un hebreo tardío sembrado de arameísmos y utiliza dos palabras persas,
lo cual significa que fue escrito a principios del siglo II a.C., época en que
Palestina, sometida a los Ptolomeos, comienza a recibir la corriente humanista
y no ha sentido aún la sacudida de fe y esperanza de la época de los Macabeos.
Actualmente la mayoría de los eruditos comentan que conocer la fecha y
autoría del libro del Eclesiastés con certeza, es imposible por la falta de
evidencias históricas. Pero los que están a favor de la autoría salomónica lo
sitúan en su vejez, cuando su filosofía había sido enriquecida por filosofías
foráneas: ‘El rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en
riqueza y sabiduría. Todo el mundo quería ver el rostro de Salomón para
escuchar la sabiduría con la que Dios había dotado su mente’ (1ª. Reyes
10:23-24).
EL LIBRO DEL ECLESIASTES
El Eclesiastés se pregunta cómo afrontar la vida, ya que nada en ella es
seguro, excepto la muerte. Tiene un tono marcadamente existencial y reflexiona
sobre la fragilidad de los placeres, la incertidumbre que rodea a saber humano,
la futilidad de los esfuerzos y bienes de los hombres, la caducidad de todo lo
humano y las injusticias de la vida.
Como en otros libros sapienciales, por ejemplo Job, Eclesiástico y
Proverbios, el pensamiento fluctúa, se rectifica y se corrige. No hay un plan
definido, sino que se trata de variaciones sobre un tema único: la vanidad de
las cosas humanas, lo cual se afirma al comienzo y al final del libro (1:2 -
12:8).
Todo es falaz: la ciencia, la riqueza, el amor y hasta la vida misma.
Ésta no constituye mas que una serie de actos incoherentes y sin importancia
(3:1-11), que concluyen con la vejez (12:1-7) y con la muerte. Ésta afecta
igualmente a sabios y a necios, ricos y pobres, animales y hombres (3:14-20).
El problema de Cohélet coincide parcialmente con el de Job: ¿tienen aquí
abajo su sanción el bien y el mal? Y la respuesta de Cohélet, como la de Job,
es negativa porque la experiencia contradice a las soluciones admitidas (7:25 –
8:14). Sólo que Cohélet es hombre de buena salud y no busca como Job la razón
del sufrimiento; comprueba la vacuidad del bienestar y se consuela recogiendo
los modestos goces que puede ofrecer la existencia (3:12 – 8:15 – 9:7-9).
Digamos, más bien, que trata de consolarse porque se encuentra
totalmente insatisfecho. El misterio del más allá le atormenta, sin que
vislumbre una solución (3:21 – 9:10 – 12:7). Pero Cohélet es un creyente, y si
bien queda desconcertado ante el giro que Dios da a los asuntos humanos, afirma
que Dios no tiene por qué rendir cuentas (3:11-14 – 7:13), que se han de aceptar
de su mano tanto las pruebas como las alegrías (7:14), que se han de guardar
los Mandamientos y temer a Dios (5:6 – 8:12-13).
El libro del Eclesiastés tiene las características de una obra de
transición. Las seguridades tradicionales se debilitan, pero nada firma las
sustituyen aún. En esta encrucijada del pensamiento hebreo se ha tratado de
encontrar influencias extranjeras que pudieran haber actuado sobre Cohélet,
pero la mentalidad del autor se halla muy alejada de la de los filósofos
griegos en el Egipto helenizado. Las coincidencias se dan sobre temas que a
veces son muy antiguos y que integraban ya el fondo común de la sabiduría
oriental. Y precisamente la reflexión personal de Cohélet ha trabajado sobre
esta herencia del pasado (12:9).
CANONICIDAD Y CONTENIDO DEL
ECLESIASTES
En el siglo I a.C. ya estaba en el Canon judío y, aunque se elevaron
dudas en este ámbito, el Concilio de Jamnia de finales del siglo I d.C. las
disipó.
Se han encontrado fragmentos del texto de Cohélet en las cuevas de
Qumrán, lugar donde moraban los esenios. En el ambiente cristiano sólo en
obispo alejandrino Teodoro de Mopsuestia (350-428 d.C.) opuso o minimizó la
canonicidad del libro.
La estructura del Eclesiastés se presenta como difusa o formada por una
serie de treinta y cinco apartados sin conexión. Pero la Biblia de Jerusalén
propone la siguiente estructura:
Primera parte: capítulos del 1 al 6
Título y prólogo sobre el hastío.
Cuatro decepciones:
La gran vida; realización de
Salomón.
La condición mortal.
El individuo en la sociedad.
Sátira del dinero y la
riqueza.
Segunda parte: capítulos del 7 al 12
Prólogo sobre la
risa.
Otras cuatro decepciones:
Sanción en esta vida.
Insatisfacción del amor.
Caprichos de la fortuna.
Las senectudes
CITAS ANTIGUAS Y ACTUALES
El libro del Eclesiastés contiene diversas frases que, si bien se citan
popularmente hoy en día, la mayoría de las personas desconocen que provienen
del Eclesiastés. Estas son algunas de las frases:
‘Vanidad de vanidades; todo es
vanidad’ (1:2).
‘Lo que fue, eso será’ (1:9).
‘Todo tiene su momento’ (3:1).
‘Las generaciones de hombres
vienen y van, pero la tierra permaneces’ (1:4).
‘Todos han salido del mismo
polvo, y al polvo volverán’ (3:20).
‘Las palabras del sabio son
como aguijones’ (12:11).
‘Escribir libros es una tarea
sin fin’ (12:12).
‘Todos los ríos terminan en el mar,
y el mar no se llena’ (1:7).
CONCLUSION
El Eclesiastés ha sufrido variadas críticas que dependen exclusivamente
de citar fuera de contexto y en forma aislada algunas de sus afirmaciones. Así
se le ha acusado de pesimista, escéptico y epicúreo. Estos así llamados ‘errores’
desaparecen cuando se contempla a Cohélet en el marco de la sociedad, la
religión y la filosofía de su época, ya que el libro se adapta muy bien a la
doctrina hebrea de aquel tiempo y a los principios éticos y morales del
judaísmo, sin contradecirlos en nada.
No es infrecuente que desde posturas cristianas se eche en falta en el
Eclesiastés un sentido de la trascendencia de la vida más allá de la muerte. Lo
cierto es que el dogma cristiano de la inmortalidad del alma no forma parte de
las creencias del judaísmo originario, aunque sí hace referencia a la
trascendencia espiritual (12:7).
El Eclesiastés es un libro clásico sapiencial cuya intención parece
marcada en enseñar a vivir y a acompañar al hombre en los vaivenes de su vida.
Cobra pleno sentido que disfrutemos cuanto podamos de nuestra propia vida y no
nos desesperemos cuando la fortuna nos sea contraria; todo pasará. Debemos
mantener nuestra confianza en Dios, no porque nos premie con la eternidad, sino
porque Él es la única garantía de justicia y sentido que en vano buscaremos en
el mundo humano.
BIBLIOGRAFIA
Biblia de Jerusalén - Editorial Desclée de Brouwer, 1998
¿Dónde se encuentra la sabiduría? - Harold Bloom - Editorial Taurus, 2005
Introducción crítica al Antiguo Testamento - Henry Cazelles - Editorial
Herder, 1981
Eclesiastés o Cohélet – José Vílchez Líndez – Editorial Verbo Divino, 1994
Cuando nada te basta – Harold S.
Kushner – Editorial Booket, 2000
Agustín Fabra
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