El Papa Francisco ha expresado a los familiares y hermanas de las
religiosas asesinadas en Burundi, sor Lucia Pulici, sor Olga Raschietti y sor
Bernardetta Boggian, su profunda tristeza por la trágica muerte de «tres
generosas testigos del Evangelio»
Noticia digital (09-IX-2014)
Tres hermanas de la congregación de las javerianas aparecían muertas en
sus habitaciones de la misión de Kamenge, a las afueras de la capital de
Burundi, este domingo. Según las autoridades de Burundi, las religiosas habrían
sido víctimas de un intento de robo por parte de algún perturbado mental, y
fueron violadas y apuñaladas.
Puestos los hechos en conocimiento del Santo Padre, el Pontífice expresó
su profunda tristeza por el terrible asesinato, y pidió que la «sangre
derramada se convierta en semilla de esperanza». El Papa, que se refirió a las
tres hermanas como generosas testigos del Evangelio, envió sus condolencias a
través del secretario de Estado, Pietro Parolin: «El Santo Padre pide al Señor
que acoja en su morada de paz y de luz a estas tres religiosas fieles y
entregadas. En esta trágica circunstancia expresa su cercanía a la comunidad
religiosa a la que pertenecían, a las familias de las víctimas y a la entera
comunidad diocesana. Como prenda de consuelo les envía, de todo corazón, al
igual que a todas las personas afectadas por esta brutal desaparición, una
afectuosa bendición apostólica».
Las hermanas, muy queridas por la población local, tenían 75, 83 y 79
años, y llevaban siete como misioneras en Burundi. Antes, habían dedicado su
vida a los más desfavorecidos del Congo. «A pesar de su frágil salud, pidieron
volver a la misión y dieron su vida hasta el final», ha recordado la directora
general de las javerianas, Giordana Bertacchini, que ha expresado su gratitud a
las hermanas por su labor.
Sor Lucía, explicaba el superior de los hermanos javerianos en Burundi,
el padre Mario Pulcini, se había dedicado siempre a los enfermos, y hacía una
labor extraordinaria en la parroquia y en la Iglesia. Olga se dedicaba sobre
todo a la catequesis y la enseñanza, y tenía también una grandísima sensibilidad
hacia los enfermos y Bernardetta, que había sido superiora, centraba su labor
en la escuela de corte y confección para chicas que había en Bujumbura.
La población local se ha reunido en torno a la Iglesia en estado de
shock y teme que los misioneros se vayan y abandonen el barrio y la parroquia,
por lo que se esfuerza en colaborar con la investigación.
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