«Hasta para un chico sin Dios, a Dios le encuentro donde quiera». Cuando
Vincent escribió esta frase todavía era agnóstico. Hoy, ya católico después de
su reciente bautismo, recuerda para Alfa y Omega cómo fue su proceso de
conversión. Al echar la vista atrás, este treintañero australiano se da cuenta
de cómo Dios le ha ido acercando, poco a poco, a la fe
Lo primero que Vincent supo de la fe, con cuatro años de edad, es que
iría al infierno si no se bautizaba. «Un profesor de Religión me dijo que debía
bautizarme si no quería ir al infierno así que llegué a casa y le pedí el
bautismo a mi madre», explica Vincent. «Mi madre, que era agnóstica, me dijo
para tranquilizarme: Claro que sí hijo, te bautizaremos y ahí se quedó
la cosa», continúa.
Su madre, siendo agnóstica, fue, sin darse cuenta, una de las primeras
persona en acercarle a Dios. «Era muy abierta, frente al resto de sus hermanos
y de sus padres, que eran ateos. Mi madre era mucho más moderada en su
posición. Ella no rechazaba la fe y eso fue un ejemplo muy positivo en mi
vida».
La segunda pista que le puso Dios para acercarle a la fe fue la
iconografía religiosa, por la cual siempre sintió mucha atracción. «De
adolescente coleccionaba todo aquello que tuviera una imagen religiosa de
cualquier credo. Tenía un pedazo de estatua de San Antonio en mi cuarto. Con 18
años, había coleccionado infinidad de cosas religiosas. En ese momento era más
pan-religioso», recuerda Vincent. Y esa atracción por todo lo que tuviera que
ver con las imágenes religiosas lo interpretó como una búsqueda: «No profesaba
ninguna fe y me interesaban todas. Yo esto lo entendí como una búsqueda, como
una necesidad de poner mi mirada en algo más allá». Vincent, sin saberlo,
estaba comenzando un camino que le ha llevado al bautismo, y ese camino comenzó
gracias a su inquietud. «Dios se ha servido de mi inquietud para acercarme a la
fe», asegura.
OBSTÁCULO EN EL CAMINO: EL MONOPOLIO DE LA VERDAD
A pesar de su atracción por la iconografía, Vincent seguía siendo
agnóstico y lo que le echaba para atrás de los católicos es lo que él definió
como su monopolio de la verdad. «Para mí, que una religión profese que
tiene la única verdad y el único camino era algo que chocaba y que me alejaba
del cristianismo», cuenta Vincent. Pero gracias a su novia y a un cura católico
las dudas se fueron despejando.
La novia de Vincent se convirtió tras el cáncer de su madre. «Cuando le
detectaron la enfermedad, María se puso a rezar intensamente por la curación de
su madre. El cáncer desapareció y a María se le despejaron las dudas. Después
de algún tiempo volvió a la fe y empezó a hacer visitas a los pobres. Ella me
contaba lo contenta que estaba y que tenía que acompañarla a visitar a los
pobres porque era increíble, era un sitio muy especial». Vincent un día probó
suerte y acudió, junto a su novia, a la casa donde se atendían a los enfermos.
Fue allí donde conoció al padre Alberto, del que se hizo buen amigo y quien le
ayudó a superar las barreras de los prejuicios. «El sacerdote me ayudó. Me
contó que él había hecho peregrinaciones por países musulmanes y cuando te
encuentras de frente a un hombre de Dios, da igual que sea musulmán, que sea
cristiano, tú te das cuenta de que es un hombre de Dios. Eso me inspiró mucho
respeto y me calmó bastante esas preocupaciones».
EL EJEMPLO DE LOS DEMÁS FUE CLAVE
Otra de las cosas que le fue acercando a la fe fue el ejemplo de las
personas. Dios quiso que Vincent se encontrara con personas clave en su vida
que, de una forma natural, le fueran acercando hacia Él. «El ejemplo de los
demás siempre me llamó mucho la atención. Mi madre pudo ser muy ejemplar en esa
apertura, en esa tolerancia. Yo creo que fue clave. Y el padre Alberto, algo
parecido. De hecho él fue mi catequista». Son personas que marcaron a Vincent y
le ayudaron a liberarse de prejuicios y de dudas.
AÑOS DE BÚSQUEDA
La conversación entre el padre Alberto y Vincent tuvo lugar hace seis
años. «Empecé a ir a la casa de los pobres, pero sin mucha regularidad». Y el
Señor fue lanzando nuevos anzuelos, ahora a través de la música y la Virgen.
«Yo soy una persona que me emociono con mucha facilidad. Pude asistir como
espectador a varias Misas y me emocionaba especialmente la música. Recuerdo que
al oír los cantos a la Virgen, muchas veces lloraba. Era un llanto de tristeza
porque sentía que no participaba de la Misa y era también un llanto por la
Virgen. Veía aquellas personas que le cantaban a su madre y yo había perdido a
la mía».
Vincent se fue metiendo cada vez más en las celebraciones y quería poder
participar plenamente. «Me afectó muchísimo no poder comulgar y me sentía como
un excluido. Allí nació ese deseo de poder comulgar, de poder participar con la
comunidad. Ahí empezó mi interés primero y real por la religión católica, casi
como un interés social. Fue entonces cuando comencé a recibir catequesis».
CATEQUESIS SIN PREJUICIOS
«Yo me quería dejar llevar. Tenía mucha ilusión en vivir el proceso sin
ninguna idea preconcebida y sin ninguna expectativa sobre mí. Cuando empecé el
catecismo hice un esfuerzo de distanciarme de cualquier resultado del proceso.
Obviamente, si empiezas a recibir catequesis es con la intención de convertirte
y bautizarte pero yo, en verdad, quería vivirlo con más libertad y pensé: A
ver qué pasa. Yo estoy dispuesto, pero no sé si me conozco lo suficiente
para saber cómo voy a responder a la catequesis. Me dejé esa libertad para
decir que si en un momento una enseñanza me chirriaba, no podría proceder y
tendría que parar», explica Vincent sobre el comienzo de las catequesis.
Y con esta disposición, las catequesis fueron un éxito. «Mucho del
mérito es del padre Alberto, que ha sabido llegar a mi corazón y comunicarme
las cosas, las Verdades, para que yo las entendiera. Todas las enseñanzas
esenciales del Evangelio me parecían muy aceptables, me parecían Buena Noticia.
Me iba pareciendo apetecible y me iba entregando, me iba dejando llevar».
MI INDEPENDENCIA ESPIRITUAL HACIA EL BAUTISMO
El proceso que estaba siguiendo Vincent ilusionó a mucha gente,
especialmente a su novia, que veía como la persona a la que amaba se estaba
acercando, poco a poco, a Dios. Fue entonces cuando María quiso animar a su
novio a seguir dando pasos hacia el bautismo inminente. Pero Vincent le dejó
muy claro que no quería presión, que le dejara ese espacio. Ella fue muy
respetuosa y durante unos meses fue un proceso que no compartió con nadie. «Me
tenía que independizar espiritualmente. Quería estar seguro de mis propias
intenciones», puntualiza Vincent. Él no quería bautizarse porque le hiciera
ilusión a alguien, él quería bautizarse porque había descubierto a Dios.
TRES SACRAMENTOS EN UN DÍA
Vincent consiguió llegar al final del proceso, y decidió bautizarse. El
21 de junio de 2014, a los 32 años, recibió el bautismo, la confirmación y la
Primera Comunión. «Mucha gente, cuando se acercaba la fecha, me hablaba de la
importancia de aquel día y me decían que tenía que llevar chaqueta y corbata.
Yo les decía que yo no era así, y que Dios le quería como era», así que Vincent
decidió llevar su habitual traje claro y su camisa de flores.
Ahora, después de algo más de un mes como miembro de la Iglesia
católica, Vincent piensa en la cruz. «Pienso mucho en la cruz. No me he quitado
nunca el crucifijo que me regalaron el día de mi bautizo [...] Cuando voy por
la calle y paso por delante de una Iglesia, si tengo tiempo, entro para hablar
un rato con Dios. Le pido que me conceda el discernimiento necesario para tomar
siempre las decisiones más acertadas».
Vincent recibirá un nuevo sacramento el 20 de septiembre de 2014. Ese
día se casará con María en un pequeño pueblo de Granada.
José Calderero
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