No me gusta entrar en polémicas.
Y no lo digo como algo de lo que necesariamente me enorgullezca, simplemente
forma parte de mi manera de ser.
Sin embargo, hay momentos en los
que me parece de justicia discutir algunas opiniones, y entonces suelo hacerlo,
y este es el caso del siguiente post.
La sección de noticias de REL
publicó el otro día el resumen de una carta enviada por el cardenal Brandmüller
al rotativo italiano Il Foglio, como respuesta a la entrevista realizada
por Eugenio Scalfari al Santo Padre y publicada en el diario La Reppublica
el pasado 13 de julio. En ella, el cardenal alemán "corrige" una
supuesta afirmación del Papa, en la que este habría afirmado que "el celibato
[eclesiástico] fue establecido en el siglo X", y abunda en una serie de
argumentaciones en favor de la historicidad y de la antigüedad de la doctrina
sobre el mismo. El tema es muy complejo en sí, desde el punto de vista
histórico, y (como en casi todos los problemas inherentes al cristianismo
antiguo) carecemos muchas veces de documentación probatoria inequívoca de un
aspecto u otro.
Una respuesta objetiva a las
observaciones realizadas en dicha carta requerirían en realidad un artículo
científico (es así como se hace en el ambiente académico). Obviamente un post
digital como éste no puede pretender tal cosa, pero como profesor, que también
soy, de Historia de la Iglesia (aunque no del nivel del purpurado alemán), sí
me gustaría hacer unas sencillas observaciones. Sobre todo para que quien no
sea experto en el tema no se sienta obligado a tener que "comulgar con
ruedas de molino". Realizaré mi exposición en apartados, para que de esta
manera mi posición quede más clara, y ruego a quien lea, disculpe la omisión de
aparato crítico que, como acabamos de decir, está fuera de los límites de un
escrito informativo como este.
1) Quiero decir, antes de nada
que respeto a monseñor Brandmüller, como persona, como cristiano y como
sacerdote. En lo que conozco de su concepción eclesiológica (con lo que parecen
ser polémicas declaraciones sobre algunos docs. del Vaticano II) y su
concepción historiográfica, confieso que mantengo serios desacuerdos.
2) Pretender remontar a la época
apostólica, o incluso al Jesús histórico una voluntad expresa de que todos sus
seguidores (nótese que Mt 16, 24-28 no se refiere sólo a los apóstoles)
fueran célibes es un abuso historiográfico: no hay absolutamente nada que
pruebe algo así. La citada lectura de I Cor 9, 5: " µὴ οὐκ ἔχοµεν ἐξουσίαν ἀδελφὴν γυναῖκα
περιάγειν ὡς καὶ οἱ λοιποὶ ἀπόστολοι καὶ οἱ ἀδελφοὶ τοῦ κυρίου καὶ κηφᾶς...
", habla de "hermana" (ἀδελφὴν),
que era la forma estandarizada en la que los cristianos se denominaban entre sí
y "mujer" (γυναῖκα),
que, en koiné significa significa eso exactamente, pero que también es la forma
habitual (al igual que sucede en castellano actual) de designar a la propia
esposa. Decir que eran "hermanas", en sentido de hijas del mismo
padre que el apóstol, o, más aún, que se trataba de "otras mujeres
cristianas distintas de las suyas propias que los acompañaban en sus
viajes", me parece algo completamente fuera de contexto, tanto en el marco
de las costumbres judías, como de la mentalidad helenística, y casi absurdo.
Por otro lado afirmar que los apóstoles abandonaron a sus familias
"definitivamente" es algo costoso de creer, y que hubiera sido
difícilmente aceptado en la sociedad judía de entonces (la " viudez"
solía significar el desamparo más total: de ahí la ley del levirato, de Dt
25,5). Por otra parte, las mismas viudas están dentro de la primitiva Iglesia
jerosimilitana: no era un monasterio (algo que entonces no existía, si
exceptuamos la excepcional experiencia esenia), sino una comunidad de
familias... Cuando los discípulos de Tiro (entre los que se supone que están
los presbíteros de la comunidad) salen a la playa a despedir a Pablo lo
acompañan "con sus mujeres [y nótese que la palabra empleada aquí, en el
que indudablemente se habla de "mujeres esposas", es la misma que
cuando se alude a las "compañeras" de los apóstoles: γυναιξὶν] y sus hijos". Y en ese
mismo capítulo de Hechos se nos describe con toda naturalidad el alojamiento
del propio Pablo y sus compañeros en la casa del apóstol Felipe, que vive
familiarmente, en Cesarea, con 4 hijas solteras (Hech 21 8-9), bastantes años
después de haber sido elegido uno de los Siete.
Los escritos más tardíos del
Nuevo Testamento, atribuidos tradicionalmente a Pablo, muestran clarísimamente
que obispos y presbíteros están casados, y que deben llevar una vida monógama,
cuidando sus familias como un ejemplo para todos (1Tim 3,2;3,12; Tit 1,6), y se
establece una severa prevención contra los que prohíben, precisamente, casarse
(κωλυόντων γαµεῖν ἀπέχεσθαι ϐρωµάτων),
en el ambiente comunitario cristiano (1 Tim, 4,3).
3) Casi tres siglos tres siglos
después (entre el 300 y 309 A.D.) encontramos en el Sínodo hispano de Iliberri
los primeros cánones escritos de la historia en los que se formula la
incompatibilidad entre la vida del clérigo y las relaciones sexuales
matrimoniales: "Obispos, presbíteros, diáconos y
otros con una posición en el ministerio deben abstenerse por completo de tener
relaciones sexuales con sus esposas y de la procreación de hijos. Si alguno
desobedece, será apartado del oficio de clérigo" (c. 33) . Pero de lo inhabitual de esta
práctica da testimonio, en primer lugar, el hecho de que se trate del único
documento legal que prohíbe tal cosa en tres siglos y, en segundo, que cuando
un prelado, precisamente hispano, hace la misma propuesta al Concilio Ecuménico
de Nicea unos años después (325), esta sea totalmente rechazada. Incluso
conservamos en los anales el testimonio del obispo egipcio Panufcio, célibe él
mismo, quien argumenta su posición en contra.
4) No obstante, a partir del siglo
IV empieza a extenderse en la Iglesia la idea de la superioridad de la
virginidad del celibato sobre el matrimonio. Para comprender esta evolución
debemos considerar el contexto histórico, con el magnífico surgimiento del
monacato, así como la situación generalizada de corrupción moral al final del
Bajo Imperio Romano, e, incluso una cierta influencia de la filosofía griega de
tipo platónico. Los escritos de S. Jerónimo, S. Ambrosio y San Agustín tendrán
una enorme influencia en este sentido. Conservamos documentos de papas como S.
Dámaso y Siricio, aconsejando la continencia a los clérigos, o de León I,
mandando a algunos obispos que los sacerdotes casados se abstengan de las
relaciones sexuales, o lo hagan al menos periódicamente (por ejemplo antes de
celebrar la Eucaristía). El celibato pretende evitar también los conflictos
nacidos de la repartición de las herencias de los clérigos y la usurpación, por
esta vía, de los bienes de las iglesias.
La evolución hacia la prohibición
generalizada en toda la Iglesia Occidental Latina (no así en la Oriental) va
ser extremadamente lenta, de modo que en la recopilación canónica más
importante de la alta Edad Media, la Collectio Canonum Hibernensis (hacia
725 AD), aún da por sentado el matrimonio generalizado de los clérigos y cita 1
Tim 3, 2 insistiendo en la monogamia y el orden en sus propias familias. Pero a
partir de los inicios del siglo XI, y en el complejo marco de la lucha de las
Investiduras, la postura papal (Benedicto VIII, León IX, Nicolás II) se va haciendo
más definida cada vez, en orden a promover el celibato universal y generalizado
a todos los ordenados de la Iglesia Latina (es en estos años -1054
concretamente- en que se consuma la también la ruptura con la Iglesia de
Oriente).
En este tiempo la mentalidad va
cambiando como la hace la sociedad: es el tiempo de las grandes expansiones de
Cluny y Cister, y el "cristiano perfecto", el monje, se va a
convertir también en el modelo para todos los presbíteros. San Pedro Damián
(988-1072) desarrollará una concepción teológica de extraordinaria influencia
en los siglos siguientes: Si la Iglesia es la Novia de Cristo, y el sacerdote
está consagrado a Él y actúa in persona Christi, el matrimonio con una
mujer lo convertiría en una especie de adúltero. Finalmente todas estas
concepciones fueron reflejadas en una naciente ley canónica que fue sancionada
en los Concilios I (1123) y II (1139) de Letrán, en los cuales el matrimonio
clerical se considera, a la vez, ilícito e inválido.
En la edad Moderna, la Reforma
protestante, que ridiculiza con frecuencia las leyes del celibato y considera
(a mi modo ver de forma totalmente injustificada), este don como "poco
frecuente", influye en que Trento reafirme con fuerza las concepciones
anteriormente expresadas. En época más tardía, algunos papas como Gregorio XVI
o Pio IX alimentarán la sospecha (¡tal vez no errónea en algunos casos de aquel
tiempo!) de que los ataques contra el celibato de la época Pos-revolucionaria,
no eran en el fondo, sino ataques contra la Iglesia misma.
5) Podemos concluir, pues, que,
en nuestra opinión y desde la pura perspectiva histórica, la norma o ley del
celibato obligatorio para los ordenados (o la elección de candidatos a dichas órdenes
únicamente entre célibes) no tiene origen ni neotestamentario, ni
pre-constantiniano. Hasta ahí el fin de este pequeño artículo. Permítasenos
terminarlo haciendo unas consideraciones personales.
Es evidente que muchos sectores
de la Iglesia ven con malos ojos incluso la mención de la posibilidad de
cualquier cambio en una disciplina tan antigua como ésta. Es comprensible, y
probablemente ni yo mismo la hubiera abordado de no haber sido traído el tema a
la primera línea de la actualidad por las respuestas del Santo Padre en una
entrevista de enorme difusión (y por las abundantes secuelas de las mismas,
como la carta de Mgr. Brandmüller que justifica este texto).
En el deseo de justificar el statu
quo o de reformarlo se han producido en el último medio siglo numerosas
aportaciones teológicas y, bastantes menos, históricas. Yo creo que se trata de
algo saludable en ambos casos, siempre y cuando se respeten las líneas
epistemológicas y de metodología que diferencian un trabajo científico (aunque
sea discutible), de un panfleto ideológico.
Siempre he insistido en este blog
que hay cosas en la Tradición de la Iglesia que son intocables: pertenecen al
Dogma y obligan en conciencia a todos los que somos católicos, pues suponen la
salvaguarda del tesoro de nuestra Fe. Hay otras que no lo son, aunque, para
algunos tengan tanto calado emocional o subjetivo que les lleve a retorcer la
Historia o forzar la Teología con tal de seguir manteniéndolas "como se ha
hecho siempre", o al menos reformándolas (como decía el personaje del Gatopardo)
"para que todo siga igual".
Que el celibato "por el
Reino de los Cielos" es un don maravilloso para la Iglesia (¡y para la
Humanidad entera!) es un hecho tan evidente en la tradición cristiana, que no
merece la pena discutirlo con nadie. Personalmente pienso que ese don nunca nos
faltará. Ahora bien, estar a favor de la apertura a una posible ordenación de
hombres casados en algunos casos determinados, no es ir "contra
nada". Pienso que es un asunto complejo para el que "hay que encontrar
alguna solución" como ha dicho el Santo Padre. Estoy seguro de que el
Espíritu Santo estará con Él.
Un abrazo a todos.
(Dedicado a Alejandro, Amalia,
Clara, David y Verónica l.p.e.d. ;) )
josue.fonseca@feyvida.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario