"El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en
un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno
de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo.
También se puede comparar el reino de los cielos a un comerciante que
anda buscando perlas finas; cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo
lo que posee y compra la perla.
Puede compararse también el reino de los cielos a una red echada al mar,
que recoge toda clase de peces. Cuando la red está llena, los pescadores la
arrastran a la orilla y se sientan a escoger los peces: ponen los buenos en
canastas y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles
a separar a los malos de los buenos, y arrojarán a los malos al horno
encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.
Jesús preguntó:
– ¿Entendéis todo esto?
– Sí, Señor – contestaron ellos.
Entonces Jesús añadió:
– Cuando un maestro de la ley
está instruido acerca del reino de los cielos, se parece a un padre de familia
que de lo que tiene guardado saca cosas nuevas y cosas viejas."
Tenemos hoy dos parábolas más del Reino. Las dos nos dicen lo mismo: que hay que dejarlo todo para conseguir el Reino.
La Comunidad de San Egidio llama al grupo de religiosos simpatizantes "El tesoro escondido". Ciertamente, la imagen del religioso, es la del que lo ha dejado todo por seguir a Jesús. Pero, pienso que no es exclusivo de nosotros, sino que todo cristiano debe hacer lo mismo. Aquí no se trata de votos. Se trata de que todo cristiano ha de ser un seguidor de Jesús y ha de enfocar su vida, para que el Reino venga a nosotros.
Se trata de que todos luchemos por conseguir un mundo de justicia, de fraternidad, de amor. Esto es el Reino.
Todos los cristianos debemos entregar nuestra vida, dedicar todas nuestras fuerzas a erradicar el hambre del mundo, las desigualdades, acabar con las guerras...Esa es la lucha por el Reino.
Nos ocurre que no hemos descubierto ese tesoro, esa perla. Buscamos la felicidad para nosotros sin importarnos la desgracia de los demás. Lo único que conseguimos es ser desgraciados todos. No nos damos cuenta de que nuestra felicidad depende de la felicidad de los demás. De que la Encarnación y la Resurrección nos han unido a todos en un mismo cuerpo. Y que hasta que no logremos hacer una sociedad fraterna, no lograremos ser plenas personas. Y no queremos reconocer que nuestro Yo no tiene sentido sin un Tu y que el Reino es el mundo del Nosotros.
Cuando realmente descubramos el tesoro, tendremos el valor de dejarlo todo para conseguirlo.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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