Seguían tomando el fresco en el balcón. El
Anacoreta dijo:
- Nos abrazamos poco y el abrazo es una auténtica
terapia.
El joven seguidor miró sorprendido al anciano, que
se puso a reír.
- Si, mira. Al abrir los brazos, estoy abriendo un
espacio para acoger al otro y, a la vez, me preparo para entrar en su espacio.
Queremos ser parte del otro y que el otro sea parte nuestra. Y el abrazo
termina volviendo a abrir los brazos, porque, a la vez, queremos que el otro
siga siendo él mismo y no que se diluya en nosotros.
Hizo una pausa y concluyó:
- El abrazo nos ayuda a encontrar al otro y a
encontrarnos a nosotros mismos.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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