El 3 de mayo el papa Francisco
recibió a los representantes de la Acción Católica Italiana que habían
celebrado su reunión en Roma. Tenía especial relieve porque elegían Presidente
Nacional y también se sustituía a su Consiliario. Estaban acompañados por el
Presidente de la Conferencia Episcopal y su Secretario General.
Pongo estos detalles porque la
Acción Católica italiana, con sus luces y sus sombras, ha sido un vivero de
auténticos creyentes en lo profesional y también en el ámbito político
italiano. El Partido de la Democracia Cristiana se nutrió fundamentalmente de
la Acción Católica. Varios de sus miembros están en proceso de Beatificación o
la han conseguido ya.
Los elogios, con los que comienza
el Papa su discurso, están bien merecidos. Con tres verbos les ha propuesto lo
que debe ser la Acción Católica. Pocas veces el papa Francisco había
sintetizado mejor la espiritualidad de los seglares cristianos.
“PERMANECER.
Pero no permanecer cerrados, no. Permanecer, ¿en qué sentido? Permanecer con Jesús, permanecer
gozando de su compañía. Para ser anunciadores y testigos de Cristo se necesita
sobre todo acercarnos a Él. Es a partir del encuentro con Aquel, que es nuestra
vida y nuestra alegría, como nuestro testimonio adquiere, cada día, un nuevo significado y una fuerza nueva. Permanecer en Jesús,
permanecer con Jesús”.
“IR. Por favor, jamás una Acción Católica inmóvil. No
detenerse: ¡avanzar! Ir por las calles de sus ciudades y de sus países y
anunciar que Dios es Padre y que Jesucristo se lo ha dado a conocer, y por eso
su vida ha cambiado: se puede vivir como hermanos, llevando dentro una esperanza que no desilusiona. Que haya deseo de hacer
llegar la Palabra de Dios hasta los confines, renovando así su compromiso de encontrar
al hombre en cualquier lugar que se encuentre, allí donde sufre, allí donde
espera, allí donde ama y cree, allí donde están sus sueños más profundos, sus
preguntas más verdaderas, los deseos de su corazón. Allí los espera Jesús.
“ALEGRARSE. Alegrarse y exultar siempre en el Señor. Ser
personas que cantan a la vida, que proclaman la fe. Esto es importante: no solo
recitar el Credo, recitar la fe, conocer la fe: proclamar la fe. Decir la fe,
vivir la fe con alegría se llama <>, y esto no lo
digo yo. Esto lo dijo hace 1600 años San Agustín: cantar la fe. Personas
capaces de reconocer los propios talentos y los propios límites, que saben ver
en en las propias jornadas, también en las más oscuras, los signos de la
presencia del Señor. Alegarse, porque el Señor les ha llamado a ser
corresponsables de las mismas misiones de la Iglesia. Alegrarse, porque en este
camino no están solos: está el señor que los acompaña, tienen tantos obispos y
sacerdotes que los sostienen, están sus comunidades parroquiales, sus
comunidades diocesanas con las cuales compartir el camino. No están solos”.
Terminó
el Papa su intervención con una advertencia: “Evitar la tentación de la
<> que no tiene nada que ver con el permanecer en Jesús,
evitar la tentación de la cerrazón y aquella del intimismo, tan edulcurada,
desagradable por más dulce que sea. Con este permanecer en Jesús, ir a los
confines, vivir la alegría, evitando estas tentaciones, evitarán llevar
adelante una vida más parecida a estatuas de museo que a personas llamadas por
Jesús a vivir y a difundir la alegría del Evangelio”.
Julio Sáinz Torres
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