lunes, 19 de mayo de 2014

¿CÓMO ORAR...?


Interrumpo los artículos sobre los carismas para compartir un pequeño artículo sobre qué es la oración y cómo empezar a orar. Partiré de los números del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica y después explicaré algunos modos de orar.

Todo hombre tiene sed de Dios, y le necesita. Dios quiere establecer con los hombres una relación de amor, y el amor requiere comunicación entre las dos partes. Orar es estar y hablar con Dios.

535. ¿Por qué existe una vocación universal a la oración?
Existe una vocación universal a la oración, porque Dios, por medio de la creación, llama a todo ser desde la nada; e incluso después de la caída, el hombre sigue siendo capaz de reconocer a su Creador, conservando el deseo de Aquel que le ha llamado a la existencia. Todas las religiones y, de modo particular, toda la historia de la salvación, dan testimonio de este deseo de Dios por parte del hombre; pero es Dios quien primero e incesantemente atrae a todos al encuentro misterioso de la oración.
La Liturgia es la oración principal y básica de la Iglesia, la única imprescindible, empezando por la Eucaristía.

El Compendio del Catecismo distingue varios modos de orar: Bendición, Adoración, Petición, Intercesión, Acción de Gracias, Alabanza.
551. ¿Qué es la bendición?
La bendición es la respuesta agradecida del hombre a los dones de Dios: nosotros bendecimos al Todopoderoso, quien primeramente nos bendice y colma con sus dones.
552. ¿Cómo se puede definir la adoración?

La adoración es la prosternación del hombre, que se reconoce criatura ante su Creador tres veces santo.
553. ¿Cuáles son las diversas formas de la oración de petición?

La oración de petición puede adoptar diversas formas: petición de perdón o también súplica humilde y confiada por todas nuestras necesidades espirituales y materiales; pero la primera realidad que debemos desear es la llegada del Reino de Dios.
554. ¿En qué consiste la intercesión?

La intercesión consiste en pedir en favor de otro. Esta oración nos une y conforma con la oración de Jesús, que intercede ante el Padre por todos los hombres, en particular por los pecadores. La intercesión debe extenderse también a los enemigos.
555. ¿Cuándo se da gracias a Dios?

La Iglesia da gracias a Dios incesantemente, sobre todo cuando celebra la Eucaristía, en la cual Cristo hace partícipe a la Iglesia de su acción de gracias al Padre. Todo acontecimiento se convierte para el cristiano en motivo de acción de gracias.
556. ¿Qué es la oración de alabanza?

La alabanza es la forma de oración que, de manera más directa, reconoce que Dios es Dios; es totalmente desinteresada: canta a Dios por sí mismo y le da gloria por lo que Él es.
Éstos modos de orar los podemos hacer orando vocalmente (con oraciones ya compuestas: por nosotros mismos o por otros, o de la Biblia), u orando mentalmente (con una oración espontánea que brota del corazón).
a) La oración vocal (repetir oraciones compuestas por otras personas, como el Padrenuestro, el Ave María…). Ésta oración no vale simplemente por el hecho de repetir oraciones como un papagayo; es necesario orarlas con el corazón. Valen para cuando uno está en una situación en que no sabe cómo orar (situación de oscuridad, ansiedad, miedo, desolación); valen también para cuando alguien quiere pedir algo insistentemente; valen por último para meditarlas profundamente y “sacarles miga”.
b) La oración mental (oración hecha por cada persona, que brota del corazón en el momento). Esa oración puede ser simplemente espontánea, orando con lo que está sucediendo en este momento en mi vida, o también puede hacerse meditando palabras de otros, o especialmente orando con la Sagrada Escritura.

Orar con la Sagrada Escritura.

Uno puede hacer oración vocal con la Sagrada Escritura, como cuando reza el Padrenuestro, el Avemaría, o los salmos, especialmente en la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas, etc), que es la oración por antonomasia de la Iglesia, y que profundamente meditada, puede dar un inmenso fruto espiritual.

Además, es muy importante sacar tiempo para la oración mental con la Sagrada Escritura, porque es el modo cotidiano que Dios tiene de hablar conmigo. Orando encuentro la paz, conozco mejor a Dios, adelanto el cielo, aprendo a discernir la voluntad de Dios en mi vida, me voy asemejando a Cristo, voy dejando que el Espíritu Santo me modele a su imagen.

Sobre todo el Compendio del Catecismo destaca dos modos de oración mental: la meditación (o Lectio Divina) y la contemplación.

570. ¿Qué es la meditación?
La meditación es una reflexión orante, que parte sobre todo de la Palabra de Dios en la Biblia; hace intervenir a la inteligencia, la imaginación, la emoción, el deseo, para profundizar nuestra fe, convertir el corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo; es una etapa preliminar hacia la unión de amor con el Señor.

571. ¿Qué es la oración contemplativa?
La oración contemplativa es una mirada sencilla a Dios en el silencio y el amor. Es un don de Dios, un momento de fe pura, durante el cual el que ora busca a Cristo, se entrega a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo la acción del Espíritu. Santa Teresa de Jesús la define como una íntima relación de amistad: «estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama».

a) ¿Cómo orar?

1. Ponerme en presencia de Dios. Darme cuenta de que estoy en presencia de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Me miran, me aman, me escuchan, me hablan… les importo.
2. Hacer silencio, exterior e interior. Acallar todas las cosas que me despistan de Dios.
3. Buscar el lugar o la actitud que más me ayuden. Sentado en el banco o en el suelo, de rodillas, caminando… Con los ojos abiertos, cerrados… Mirando al sagrario, a la cruz, al texto…
4. Hablar con Dios de mis cosas como a un amigo. Contarle mis preocupaciones, pedirle perdón por mis fallos, darle gracias por todo lo que me concede.

b) La meditación y la contemplación.

i. La meditación. Se trata de ejercer la inteligencia aplicándola sobre un texto de la Sagrada Escritura, reflexionándola y hablando sobre ella con el Señor. El modo más excelente de meditación es la Lectio Divina. Esta consiste en una serie de pasos a la hora de orar, que ayudan mucho a reglar la oración y a hacerla correctamente.

Es necesario comenzar dándose cuenta de que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, me está mirando, está pendiente de mí, está deseando hablar conmigo.

Después se puede invocar al Espíritu Santo, para que sea él el que me conceda luz para entender la Palabra, y me dé a mí palabras para responder a Dios.

Luego se sigue el esquema de Lectio, Meditatio, Oratio y Contemplatio.

1. Lectio (lectura). Qué dice la Palabra de modo objetivo.

2. Meditatio (meditación). Qué me dice hoy a mí esta Palabra, en mis circunstancias actuales.

3. Oratio (oración). Qué le digo yo al Señor a raíz de lo que me ha dicho a través de su Palabra.

4. Contemplatio (contemplación). Quedarme simplemente en la presencia de Dios, gozando de su presencia sin palabras, si se me concede esta gracia. Algunos autores proponen también sacar algún compromiso de conversión.

ii. La contemplación ignaciana. Se comienza igual que la Lectio, dándome cuenta de que Dios está conmigo y pidiendo la luz del Espíritu. Después se coge un texto del Evangelio, principalmente un relato en que Jesús o los apóstoles hacen o dicen algo, y aplicar los sentidos a través de la imaginación para estar presentes en esa escena.
Se imagina cómo es el lugar, qué sucede, cómo son los personajes y qué dicen, dejándose transformar por el Espíritu Santo a lo largo de la escena. Ayuda mucho meterse en uno de los personajes que está en la escena: un apóstol, un espectador, el mismo Jesús…

1. Composición de Lugar. Imaginar el sitio, cómo están las cosas, quiénes son las personas, y cómo son, el timbre de su voz, sus rostros, etc.

2. Aplicación de sentidos. Siguiendo el texto bíblico, ver a los personajes, oír lo que dicen, sentir lo que sucede.

3. Diálogo. Después de contemplar toda la escena, qué le digo yo a Jesús, o a la Virgen, o a Dios Padre…

Es una oración que parece menos eficaz de primeras, pero que ayuda mucho a cambiar el corazón poco a poco y a conocer cada vez más el Evangelio y al mismo Dios. En la contemplación ignaciana, uno se deja transformar por el Espíritu Santo, que nos va haciendo a imagen y semejanza de lo que contemplamos.

Jesús María Silva Castignani

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