Para proceder a la canonización de un fiel se efectúa un verdadero proceso
judicial de los más rigurosos que existen en el mundo.
EL PROCESO DE BEATIFICACIÓN Y
CANONIZACIÓN
Por
canonización se entiende el acto pontificio por el que el Santo Padre declara que
un fiel ha alcanzado la santidad. El proceso de canonización es uno de los
procesos especiales que están regidos por una norma específica. Por la
canonización, se autoriza al pueblo cristiano la veneración del nuevo santo de
acuerdo con las normas litúrgicas. La canonización actualmente es un acto
reservado exclusivamente a la autoridad pontificia. Pero -sin dejar de ser de
competencia exclusiva del Pontífice- al acto de la canonización precede un
verdadero proceso judicial de los más rigurosos que existen en el mundo. Baste
decir que una causa de canonización se desarrolla generalmente durante
decenios, y no es extraño encontrar causas que han durado siglos; para llegar a
la canonización de un fiel se siguen varios procesos ante diversos tribunales
-muchas veces en países distintos- e intervienen diversos organismos de la
Santa Sede. Con el paso de los años, hasta llegar a la declaración de
canonización, pueden haber intervenido decenas de jueces y oficiales
especializados de la Santa Sede que examinan con detalle todos y cada uno de
los pasos que se han dado.
El acto
de canonización se suele celebrar en una Misa presidida por el Papa, y
constituye una de las ceremonias más solemnes de la Iglesia Católica. Hasta
fechas muy recientes las canonizaciones se han celebrado siempre en el Vaticano
-en la Basílica de San Pedro, o en la plaza de San Pedro si la congregación de
fieles es muy numerosa- pero Juan Pablo II ha celebrado varias canonizaciones
en sus viajes apostólicos, y en algunos casos la canonización ha supuesto uno
de los acontecimientos más importantes en la memoria colectiva de una nación:
así ocurrió con la canonización del Hermano Pedro (San Pedro de Bethencour) en
Guatemala, o la de San Juan Diego en México.
El canon
1403 declara que el proceso que se sigue en las causas de canonización se rige
por una ley especial:
Canon
1403 § 1: Las causas de canonización de los Siervos de Dios se rigen por una
ley pontificia peculiar.
El
procedimiento que se debe seguir en las causas de canonización está recogido
actualmente en la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister,
de 25 de enero de 1983 (AAS 75 (1983) 349-355) y en las Normae servandae in
inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum promulgadas por
la Congregación para las Causas de los Santos el 7 de febrero de 1983 (AAS 75
(1983) 396-403). Estas normas modifican y actualizan lo relativo a las causas
de canonización, normas que recogen a veces experiencias muy antiguas.
En una
causa de canonización de un fiel, se desarrollan varios procesos. En primer
lugar, se debe proceder a la beatificación, que a su vez -normalmente- requiere
dos procesos, uno de virtudes heroicas y otro por el que se declarar probado
que Dios ha obrado un milagro por intercesión del fiel que se pretende beatificar.
Una vez beatificado, para proceder a la canonización se debe declarar probado
un nuevo milagro por intercesión del beato. A continuación se describe el
proceso de beatificación y canonización.
FASE PREVIA AL PROCESO DE
BEATIFICACIÓN
La
Iglesia pide que se introduzcan causas de beatificación de fieles que hayan
fallecido con fama de santidad, y que ésta sea constante y difundida en
diversos lugares. Por ello, para introducir una causa de beatificación se exige
que transcurra un plazo. El derecho exige actualmente que haya transcurrido un
plazo de cinco años desde la muerte del fiel, y que no hayan pasado cincuenta
años. Anteriormente el plazo era de más de cincuenta años; la legislación
actual ha decidido reducir el plazo para evitar la desaparición de pruebas. En
este tiempo, y hasta que se proceda a su beatificación, la Iglesia prohíbe que
bajo cualquier aspecto se dé siquiera la apariencia de culto público al fiel
que ha muerto con fama de santidad.
Quienes
deseen promover la beatificación de un fiel, pueden editar y distribuir
estampas, hojas informativas y otros impresos en las que se contengan oraciones
al fiel, pero en ellos debe constar la finalidad de la devoción privada de
dicho material impreso.
La espera
de cinco años o más, sin embargo, puede ser muy fructífera. Los promotores de
una causa de beatificación pueden aprovechar estos años para recoger
testimonios de personas que conozcan la vida del candidato a santo, así como
para redactar una biografía de exquisito rigor histórico y con buen aparato
crítico y cuidada documentación, que eventualmente pueda servir para
presentarla en los procesos competentes. Además será muy útil que difundan la
devoción privada al fiel cuya canonización desean promover. Se suele hacer
mediante la difusión de estampas u hojas informativas, y actualmente se
incorporan nuevos medios: documentales y vídeos, páginas web, etc. También se
pueden editar libros y folletos, como la biografía que se ha preparado para el
proceso, u otras más sencillas para la divulgación, con tal de que sean
rigurosamente históricas.
FASE DIOCESANA DEL PROCESO DE
BEATIFICACIÓN
Existen
dos vías para la beatificación: se puede introducir un proceso de beatificación
por virtudes heroicas, o bien puede incoarse un proceso de martirio. Los recorridos
procesales, en ambos casos, son distintos.
El
proceso de beatificación por la vía de virtudes heroicas tiene como finalidad
la declaración de que el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico.
Al introducir el proceso, se establece la duda procesal de si el fiel vivió las
virtudes cristianas en grado heroico. Mientras que si el proceso se desarrolla
por la vía de martirio, la duda sobre la que se establece el proceso es si el
fiel sufrió martirio por su fe.
En todo
proceso -y también en el de beatificación y de canonización- hay un actor, que
es quien asume la responsabilidad de impulsar el proceso hasta terminarlo.
Puede ser actor del proceso de beatificación cualquier persona, física o
jurídica, aunque en estos procesos, dados los grandes plazos de tiempo que se
requieren, lo normal es que sea una persona jurídica: una diócesis, la familia
religiosa a la que pertenecía el fiel, etc. En algunos casos se han constituido
Asociaciones con el fin de promover la beatificación y canonización de una
persona que han sido quienes se han personado como actores. Quien desee
promover una canonización, ha de tener en cuenta que es una tarea que excede a
una sola persona, por los plazos de tiempo que requiere y por el trabajo que
exige.
El actor,
además, ha de nombrar un postulador de la causa. El postulador tiene la función
de representar al actor en la causa: es él quien de hecho se encarga de
impulsar la causa. Según las Normae servandae, promulgadas por la
Congregación para las Causas de los Santos, el Postulador debe residir en Roma
en el momento en que la causa se lleve a la Congregación. Pueden ser
Postuladores sacerdotes, miembros de Institutos de Vida Consagrada o laicos,
peritos en historia, teología y derecho canónico y expertos en la práctica de la
Congregación. Se pueden nombrar Vicepostuladores, que ejercen sus funciones en
las diversas partes del mundo como delegados del Postulador.
El
tribunal competente para iniciar la causa de beatificación es el del lugar en
que ha fallecido el fiel (Normae, 5, a). El postulador ha de presentar una
biografía del fiel, todos los escritos del fiel -publicados e inéditos, como
cartas, notas de conciencia, etc.- y una lista de personas que puedan
testificar sobre la vida del fiel. También ha de añadir las razones que avalan
la petición: difusión de la devoción privada, atribución de favores por su
intercesión, etc. Desde el momento de la introducción de la causa, al fiel cuya
canonización se pretende se le llama siervo de Dios. El hecho de que un fiel
sea siervo de Dios no prejuzga de ningún modo su santidad; es más, se pueden
ofrecer sufragios (Misas de difuntos y oraciones) por su alma.
Una vez
introducida la causa por el actor, el Obispo ha de designar censores teólogos
que examinen los escritos del siervo de Dios, los cuales deben certificar que
en ellos no se contiene ninguna doctrina contraria a la fe y a las buenas
costumbres. Una vez examinados los escritos, y si el examen de los escritos es
negativo (no hay nada contrario a la fe y las buenas costumbres), el Obispo
debe tomar la decisión de abrir o no el proceso. De todas maneras, si urge
tomar declaraciones a los testigos para que no se pierdan pruebas, se puede
seguir adelante sin esperar a que los censores emitan su dictamen. Esto es
importante en las causas de siervos de Dios que tienen muchos escritos.
La
decisión de Obispo debe tener en cuenta el bien de la Iglesia universal, para
lo cual le puede ayudar conocer la fama de santidad del siervo de Dios y la
difusión de su devoción. Si decide que la causa de beatificación se inicie,
promulga un decreto por el que constituye un tribunal, nombrando al menos un
juez y un promotor de justicia. El promotor de justicia tiene la función de
buscar la verdad del caso: a veces se le ha designado “el abogado del diablo”,
porque en otras épocas no buscaba la verdad, sino que su función era poner
dificultades. Muchas veces participa también en el tribunal un
secretario-notario. En el decreto el Obispo ordena también la recogida de
pruebas y de testimonios.
El
objetivo del proceso es establecer si el siervo de Dios vivió en grado heroico
las virtudes cristianas y su fama de santidad; para ello se examina la vida del
siervo de Dios, y se intenta averiguar, por los hechos de su vida, el modo de
vivir las virtudes. Nótese que importan poco los hechos extraordinarios que
puede haber habido en la vida de un siervo de Dios: una causa en las que el
postulador aporte sólo hechos extraordinarios, y no aporte pruebas del modo en
que el siervo de Dios vivió las virtudes, difícilmente prosperará. Existe la
práctica de considerar que se han vivido las virtudes heroicas, si el siervo de
Dios luchó por vivirlas al menos los últimos cinco últimos años de su vida.
Este criterio se ha flexibilizado recientemente en las causas de niños.
Naturalmente,
lo dicho vale para las causas por virtudes heroicas: si la causa es de
martirio, se centrará en el momento de la muerte del siervo de Dios, pues se
trata de demostrar que murió por odio a la fe. No importarán, por lo tanto, el
modo de vivir las virtudes heroicas. Las pruebas que se han de aportar se
referirán, por lo tanto, al momento de su muerte.
Una vez
constituido el tribunal, en él se interrogan a los testigos, los cuales
preferiblemente deben ser de visu (de vista); si no existen, o alguno aporta
datos importantes, se pueden proponer testigos ex auditu (de oído). Se
deben proponer un número notable de testigos que no pertenezcan al mismo
instituto de vida consagrada del siervo de Dios, si es el caso, y también a
personas contrarias a la causa.
Una vez
terminada la fase probatoria, se redacta un documento en el que se examinan los
datos recogidos (la llamada positio) y se envían todas las actas a la
Congregación para las Causas de los Santos.
FASE ROMANA DEL PROCESO DE
BEATIFICACIÓN
En la
Santa Sede es competente la Congregación para las Causas de los Santos. Dentro
de la Congregación, existe un Colegio de Relatores. Su función es recibir las
causas que llegan e impulsarlas, de acuerdo con las normas de la propia
Congregación y con el máximo rigor.
Una vez
recibida la causa, se asigna a uno de los Relatores, el cual preparara las
ponencias sobre las virtudes o sobre el martirio del Siervo de Dios. Esta tarea
se suele prolongar durante muchos años, pues depende ante todo de la
importancia de las causas; y la importancia la determina principalmente la fama
de santidad. Por eso si el postulador quiere impulsar un causa, puede recoger
relatos de favores atribuidos a la intercesión del siervo de Dios, si es
posible con documentación que avalen el milagro como informes médicos,
declaraciones juradas, etc. También son útiles otros documentos que avalen la
fama de santidad, como cartas que escriben los fieles. Otro hecho que impulsa
la causa es que se haya iniciado ya el proceso de un presunto milagro.
La ponencia
sobre las virtudes o sobre el martirio se presenta a la Comisión de Teólogos,
los cuales emiten su voto. Si éste es favorable, se entrega a los Cardenales y
Obispos miembros de la Congregación. Si su voto también es favorable, se
presenta al Santo Padre la propuesta de que se apruebe el decreto de virtudes
heroicas del siervo de Dios: una vez aprobado, el siervo de Dios recibe el
título de Venerable. Las normas litúrgicas no permiten dar ningún culto a los
siervos de Dios declarados Venerables, pero desde el momento de su declaración
han de cesar los sufragios por su alma, puesto que la Santa Sede ha juzgado que
ha vivido en grado heroico las virtudes cristianas.
Si la
causa de beatificación se sigue por vía de martirio, no se procede a la
declaración de Venerable. Como se sabe, para la beatificación de los mártires
no es necesario el proceso del milagro. Una vez aprobada la ponencia por las
dos grupos -Comisión de Teólogos y Congregación de Cardenales y Obispos- se
presenta al Santo Padre, el cual, si lo estima conveniente, procederá a
promulgar el decreto por el que se aprueba el martirio del siervo de Dios, y
ordenará su beatificación.
EL PROCESO DEL MILAGRO
Es
competencia del Obispo del lugar en que haya ocurrido la investigación del
milagro que se atribuye a la intercesión de un siervo de Dios. Se considera
milagro a estos efectos un hecho que no es explicable por causa naturales, y
que se atribuye a la intercesión de un siervo de Dios. La mayoría de los
milagros son de naturaleza médica, pero es posible investigar milagros de otro
tipo; en cualquier caso, el milagro debe ser físsico: "la práctica
ininterrumpida de la Iglesia establece la necesidad de un milagro físico, pues
no basta un milagro moral", según recordó Benedicto XVI en el Mensaje al
prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Así, un milagro no
médico que ha valido para una beatificación ha sido una multiplicación de
arroz: a modo semejante a la multiplicación de los panes y los peces, una gran
multitud pudo comer con el contenido de un poco de arroz. El hecho ocurrió el
25 de enero de 1949 en Olivenza (Badajoz, España) por intercesión de San Juan
Macías, y de tres tazas de arroz echados en una olla salieron bastantes ollas
de arroz hervido. Fueron testigos todos los habitantes del pueblo. El milagro
sirvió para la canonización del santo.
Al igual
que en el proceso de virtudes heroicas, el postulador iniciará el proceso en el
tribunal competente y propondrá las pruebas pertinentes. En el caso de milagros
médicos, son útiles las pruebas médicas anteriores a la curación y posteriores,
así como el testimonio de los médicos. No se debe olvidar demostrar que la
curación fue por intercesión del siervo de Dios: deberá testificar, por lo
tanto, la persona que haya pedido el favor al siervo de Dios (que puede ser el
beneficiado por el milagro, u otra persona).
Sólo
serán relevantes los milagros que bajo ningún aspecto pueda ser explicable por
causas naturales. En el caso de las curaciones, por ejemplo, se debe descartar
una curación por causas médicas que aún no se explican, pero quizá algún día se
conocerán. El postulador deberá buscar asesoramiento de un buen médico con
recto criterio antes de iniciar el proceso.
Al igual
que en el proceso ordinario, se redacta una positio y se envían las actas a la
Congregación para las Causas de los Santos. En este caso, sin embargo, no se
interviene un relator. Los milagros atribuidos se estudian en una Comisión de
peritos (que será de médicos, si el favor es una curación), después en un
Congreso especial de los teólogos, y por fin en la Congregación de los padres
cardenales y obispos. Si los informes de los tres grupos es favorable, se
presenta al Papa, que es quien tiene la competencia de determinar lo que sea
conveniente.
Si el
Santo Padre lo estima conveniente, emite un decreto por el que se aprueba el
milagro y se ordena la beatificación. Tanto en este caso, como si la
beatificación es de un mártir, la fecha de la beatificación se decidirá más
adelante en un Consistorio de Cardenales.
Para la
beatificación, el Papa suele designar un Cardenal que la realice en su nombre.
Desde el Año Santo de 1975, Pablo VI comenzó a realizar personalmente las
beatificaciones, costumbre que continuó Juan Pablo II. Benedicto XVI ha
retomado la norma de delegar a Cardenales la beatificación de los siervos de
Dios.
El 29 de
septiembre de 2005, la Congregación para las Causas de los Santos emitió un
comunicado en el que indica que la beatificación, siendo un acto pontificio,
será realizada por un Cardenal en nombre del Santo Padre, que normalmente será
el Prefecto de la misma Congregación. De acuerdo con estas normas, el rito
tiene lugar en la diócesis que ha promovido la beatificación o en otro lugar
considerado idóneo, aunque a petición de los Obispos puede ser en Roma. La
beatificación se celebra dentro de la celebración eucarística.
LA CANONIZACIÓN
Una vez
beatificado el siervo de Dios, para llegar a la canonización se debe hacer un
nuevo proceso. El procedimiento para la canonización es similar para los beatos
mártires y los beatos por vía de virtudes heroicas.
En la
canonización se espera a la intervención de Dios: es decir, lo que se debe
probar es que ha habido un milagro atribuible a la intercesión del beato. Por
lo tanto, se requiere un milagro para proceder a la canonización de un beato.
El milagro debe ser posterior a la beatificación. Si se da un hecho
extraordinario que puede ser milagro, se procede de modo similar al milagro
anterior a la beatificación: se inicia un proceso de milagro, que es similar al
proceso del milagro para la beatificación. Vale por lo tanto todo lo dicho en
su lugar. Una vez terminado el proceso en el que se prueba que ha habido un
milagro, el Santo Padre -si lo estima procedente- promulgará el decreto por el
que se ordena la canonización, y la fecha se decide en un Consistorio de
Cardenales.
Por lo
tanto, para proceder a la canonización de un siervo de Dios, se ha debido
probar en juicio que ha habido dos milagros. Sin embargo, si el proceso es por
vía de martirio, se debe probar sólo un milagro.
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